Erundina Negro García celebró en Rodeiro su 100 cumpleaños

Rocío Perez Ramos
Rocío Ramos LALÍN / LA VOZ

RODEIRO

miguel souto

La que fue durante décadas una de las peluqueras de la villa sopló las velas rodeada de su familia

04 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Erundina Negro García nació en Lamas de Cadrón, en Lalín, el 31 de julio de 1919 y ayer celebraba su cien cumpleaños rodeado de su familia con una comida en el restaurante Casa Sánchez. Erundina se casó con Germán en Cadrón y su marido fue guardia civil ocho años hasta que lo dejó.

En 1951, la pareja se instaló en Rodeiro donde construyeron una casa y abrieron una peluquería y una droguería perfumería. Por la casa de Erundina y Germán como eran conocidos sus establecimientos pasaron generaciones de vecinos, una vida dedicada al comercio que da también para muchas anécdotas fruto de una época y que aún recuerdan sus hijos.

Eran tiempos en los que las tiendas y los comercios no sabían de horarios y los vecinos llamaban a la puerta a cualquier hora. La peluquería prestaba los servicios habituales y otros que no lo fueron tanto. En la familia aún recuerdan el caso de un paisano que acudió a Erundina para que le tiñese una pinta a una vaca «porque si non decía que non a vendía ben».

Una vaca en el tinte

Y es que eso de teñir no era tampoco un tema baladí. En los 60, entre los varones en la zona no estaba bien visto teñirse el pelo, pero había un vecino que sí requería estos servicios de la peluquera. Para no ser descubierto, el hombre acudía a la peluquería por la noche y en secreto, pero alguna vez ante la aparición de algún cliente o clienta o vecino o vecina acabó escondido en el baño de la peluquería para no ser descubierto.

De la droguería, en cambio se ocupaba Germán. Los viajantes, apuntan sus hijos, se encargaban de suministrar la mercancía y de sugerirles también los productos a vender. Pero había uno especialmente que a Erundina, que era muy religiosa se negaba a suministrar, y dejaba la opción a su marido. Era el caso de los condones. Cuando alguien entraba a pedirlos, el vecino en cuestión no tenía más remedio que tomarselo con calma cuando Erundina le decía «esperas o Germán, a ver si el chos quere dar».

De Erundina destacan sus hijos su sentido del humor, su carácter alegre y positivo y su amor por Rodeiro, al que echa de menos, ahora que reside con sus hijos a caballo entre Santiago y Madrid.

Aunque ahora tiene que andar en una silla de ruedas, Erundina continúa siendo una aventurera que se apunta a ir a cualquier parte y, apunta su hijo Jesús, «ela vai onde faga falta». Un espíritu viajero que la llevó a embarcarse, ya mayor, a un viaje a San Diego, en Estados Unidos, para acudir a la boda de la hija de un sobrino. Una mujer echada para adelante, habladora, cantareira, apasionada de la música gallega y a la que solo con nombrar «o home ten» de la canción de A Roda, ya empieza a reír.

Madre de cuatro hijos, dos mujeres y dos varones, Erundina suma cinco nietos y seis bisnietos y bisnietas. La familia se reunió ayer para festejar los cien años de la matriarca con una comida familiar que seguro que disfrutó.