El lalinense desaparecido 30 años que regresó a casa un martes de entroido

Rocío García Martínez
rocío garcía LALÍN / LA VOZ

LALÍN

MARCOS MÍGUEZ

Los hermanos de Manuel García Rielo movieron cielo y tierra para localizarlo

21 feb 2023 . Actualizado a las 10:31 h.

Hace diez años que el lalinense Manuel García Rielo fue protagonista involuntario de la actualidad gallega. Él no hacía más que regresar a sus raíces tras toda una vida a su aire en Venezuela. No sospechaba siquiera que sus cinco hermanos llevaban tres décadas moviendo cielo y tierra para tratar de localizarle a ambos lados del océano.

Manuel, que creció en la aldea de Lamas, en la parroquia lalinense de Cadrón, había hecho la maleta con 18 años. Era un estudiante de 10. La maestra del pueblo, Elisa de la Peña, vio en él potencial y le gestionó una beca de 40.000 pesetas que le permitió cursar estudios de Bachillerato en Lalín. En aquella época, no era nada fácil para una familia humilde con seis bocas que alimentar.

Pero a Manuel no le gustaba el futuro que pintaba en su tierra. Le fascinaban las historias de emigrantes valientes buscándose la vida fuera del nido y decidió convertirse en uno de ellos. Así esquivaba el servicio militar obligatorio y al mismo tiempo apostaba por un porvenir en tierras más cálidas.

Eligió Venezuela. Comenzó trabajando en granjas de cerdos en Caracas y luego se mudó al interior del país, donde acabó fundando una empresa propia de recambios de automóviles. De nombre le puso Automotriz Celta. Los siareiros de verdad nunca olvidan el celeste.

Desde los 18 años, Manuel solo había vuelto a ver a su familia dos veces. La última, en el año 1983, estando aún asentado en Caracas. En adelante, hizo su vida en el centro del país pero, al cambiar de domicilio, por más esfuerzos que hizo, su familia lalinense no fue capaz de contactar con él en tres décadas.

El empeño en localizarle tenía una poderosa razón de ser. No solo eran la curiosidad por saber su vida o los lazos de sangre que unen más allá de los años y de la distancia. Era, sobre todo, la petición expresa de su madre, Benedicta Rielo, que ya se había quedado viuda, que andaba delicada y que no quería morir sin ver a Manuel. 

Búsqueda televisiva

Los hermanos del emigrante hicieron lo impensable por dar con su paradero. Contactaron con la embajada española en Venezuela, con el Concello de Lalín y con cuantas Administraciones y colectivos se les ocurrieron. Pusieron anuncios en la prensa española y venezolana y hasta llegaron a recurrir al programa televisivo Galeguidade, un espacio de la TVG pensado para la Galicia de la emigración y emitido también en América. Todo fue en vano. A Manuel García le gustaba ver la TVG, pero el episodio sobre su persona se lo perdió y su madre murió a los 74 años sin volver a verle.

 Después de tantos esfuerzos inútiles, los hermanos de Manuel se dieron por vencidos. Nadie lo verbalizaba, pero nadie esperaba ya volver a verlo. Y entonces sucedió lo inesperado. Un martes de entroido del año 2013 Manuel García reapareció en su aldea sin avisar primero. «Después de tanto tiempo ya uno no podía», se justificó.

Manuel aterrizó en Santiago con su hijo José Manuel, cogió un taxi para Lalín y se dirigió a un restaurante donde de joven había trabajado alguna vez como camarero. Allí se enteró de que sus padres habían fallecido hacía años y, siguiendo el viaje hacia sus raíces, llegó a la aldea de Lamas por sorpresa. Al encontrarse con su hermana Victoria, Manuel le preguntó simplemente: «¿No te alegras de ver a tu hermano?». «Eu pedinlle o DNI porque non o podía crer», confesó ella.

El reencuentro fue sellado con una fiesta a lo grande en el teleclub de Cadrón. Familiares, amigos y antiguos compañeros de la escuela se sumaron a la celebración sin hacer más preguntas de las necesarias. «Nunca estuve mal económicamente. Siempre tuve dinero para poder viajar, pero me descuidé mucho», se disculpó el lalinense al conocer la odisea de su familia para intentar localizarle.

La misma sorpresa que se llevaron los hermanos de Manuel al verle de nuevo se la llevó él al saber que su familia lo estaba buscando desde hacía tres décadas. «Hubiese venido a pie», aseguraba contrariado en el 2013.

El lalinense explicó que el cambio de domicilio en Venezuela y lo común de su nombre fueron dos grandes trabas para dar con su paradero. «Por allá hay hasta indios del Amazonas que se llaman Manuel García», aseguraba ya felizmente reunido con la familia. Sus hermanos de Lalín creen que, a mayores, las Administraciones tampoco se tomaron muy en serio la búsqueda. Sobra con decir que el Concello de Lalín sí tenía su dirección y hasta le enviaba anualmente postales con las que Manuel iba siguiendo emocionado el crecimiento de la capital dezana. 

Lazos más fuertes

Tras el reencuentro del 2013, Manuel García y su hijo se quedaron mes y medio en Lalín. Después, regresaron a Venezuela, pero aquel viaje marcó un antes y un después. Desde entonces, los lazos familiares tiran más fuerte. Manuel regresa periódicamente a Galicia y mantiene contacto fluido con su familia por teléfono. Además, dos de sus hijos —José Manuel y Carolina— han cambiado Venezuela por el Deza.

Manuel, de momento, sigue feliz en Venezuela. Pero no hay nada definitivo. Dicen que la morriña, cuando ataca, es capaz de mover océanos.