Tres nuevas campanas salen de la fundición Ocampo, donde todo sigue siendo artesanal desde 1630

Cristina Barral Diéguez
cristina barral CALDAS / LA VOZ

LALÍN

Chicho López Ocampo, este viernes, en la fundición de campanas ubicada en la aldea de Badoucos, en Arcos da Condesa (Caldas)
Chicho López Ocampo, este viernes, en la fundición de campanas ubicada en la aldea de Badoucos, en Arcos da Condesa (Caldas) CAPOTILLO

José Enrique López Ocampo, Chicho, cuenta desde Arcos que su destino serán iglesias de parroquias de los municipios de Ames, Campo Lameiro y Lalín

22 oct 2022 . Actualizado a las 19:04 h.

Ese proceso totalmente artesanal, meticuloso y casi mágico volvió a producirse este viernes en una aldea de Arcos da Condesa, en el municipio de Caldas de Reis. Bien temprano, a las seis de la mañana, empezaba la fundición de tres campanas, una de 250 kilos y dos de 120, que fueron encargadas a la fundición Ocampo, situada en la plaza Loyola de Palacio de Badoucos. José Enrique López Ocampo, Chicho, cuenta a media mañana que uno de los momentos más especiales, ver salir ese bronce líquido de color naranja y a 1.200 grados, se adelantó a la hora prevista.

«A fundición faise nun forno natural e as veces tarda cinco horas e outras sete», explica. Ese fue el motivo de que el fotógrafo no llegara a tiempo para captar esa imagen que dura unos minutos una vez que el líquido, como agua, sale del horno por un canal y entra en las campanas por unos pequeños agujeros. Chicho, que creció y jugó de niño en este taller de campanas que tenían su padre y su abuelo, decía hace tres años en un reportaje en La Voz que el suyo es el único taller que hay en Galicia «e penso que deste tipo tamén en España, pero isto non se valora».

Tablas de madera

Él desde luego sí lo valora y no le falta trabajo, aunque hay épocas mejores y peores. Las tres campanas que se fundieron esta jornada irán a parar a campanarios de iglesias parroquiales de Galicia, en concreto, de los municipios de Ames (Ortoño), Campo Lameiro y Lalín. El proceso sigue siendo totalmente artesanal. Cuando llega un encargo, todo empieza con unas tablas de madera. Se marca el diámetro de la pieza y con unos ladrillos se hace la base de unos moldes huecos por dentro. Al molde exterior se le da un baño de cera. Al final se tienen tres moldes. Hay que separar los tres, poner el primero y el tercero y tapar el molde con tierra hasta que se compacte bien. El bronce, bien en lingotes o en aleación de cobre y estaño, se funde en el horno durante unas seis horas.

Después llega ese proceso mágico y de más tensión, que es la fundición. Aunque en algunas ocasiones se hizo con público, Chicho prefiere no tener muchos espectadores en Badoucos. Hasta ahora no ha habido accidentes, pero tiene contado que todas las precauciones son pocas porque puede saltar algo o haber un tapón. Lo normal en este taller es aprovechar el proceso para hacer varias piezas de una vez, como pasó en esta ocasión. Si las campanas son pequeñas en la fundición Ocampo pueden hacer hasta siete de una tirada.

Se cobran al final

Continúa trabajando solo en ese taller fresco y húmedo, rodeado de una atmósfera especial. Dice que el negocio sigue funcionando «máis ou menos igual», aunque todo afecta, la pandemia, las crisis... Este artesano campanero es de esas personas que mantienen su confianza en la gente, por eso, cobra los encargos cuando finaliza todo el proceso, es decir, cuando se coloca la campana en la torre de la iglesia. Las tres fundidas este viernes aún tardarán en llegar a su destino. Quedan por delante días de trabajo. Hay que dejarlas enfriar durante tres o cuatro jornadas, desenterrarlas y limpiar los restos con una máquina provista de un cepillo, además de colocarle los herrajes de madera. Lo que no desvela Chicho es el precio de las campanas, que depende del tamaño y además varía porque «fluctúa o prezo do metal». Es uno de los secretos que se guarda aquel niño al que, siendo un adolescente de 15 años, no le apetecía ganarse la vida fundiendo campanas de bronce. Con 20 todo cambió.