Jesús López Cuñarro: «Cando entrei na Policía foi o día máis feliz»

Rocío Perez Ramos
Rocío Ramos LALÍN / LA VOZ

LALÍN

E CUIÑA

Se jubila tras 38 años de servicio en el Concello de Lalín, 34 de ellos al frente de la plantilla de los locales

31 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Jesús López Cuñarro (Souto, Xaxán, Lalín, 1959) se puso ayer el uniforme de gala como inspector jefe de la Policía Local de Lalín posiblemente por última vez antes de su jubilación. Esta se hace efectiva el 31 de agosto, pero está ya de vacaciones. Se despide del puesto tras 38 años de servicio, 34 de ellos como jefe. Confiesa que lo echará mucho de menos.

Echando la vista atrás afloran los recuerdos y las anécdotas. Momentos vividos con compañeros en un recorrido por los sucesos de las últimas décadas. Recuerda el asesinato de Manuela Repilado, empleada de Elena Toimil, y cuenta que «chamounos unha veciña porque oira algo raro. Cando chegamos o asasino debía acabar de saír porque a atopamos na cociña morta a machetazos coa sangue correndo e no lume a tixola coas filloas que estaba facendo». Cuenta que «quitei a pistola» convencido de que el asesino seguía en la casa y registró de una en una todas las estancias. «Saltábame o corazón», asegura aún vívido el recuerdo.

En tantos años de profesión hubo muchos momentos duros como el vivido después de un accidente de autobús escolar en A Rocha en el que fallecieron siete escolares. «Estaban mortos postos en fila», apunta. O cuando tuvo que ir a darle la noticia a una madre de que su hijo se había ahogado en el lago del Pontiñas después de dar la orden de vaciarlo. Recuerda las noches de robos en naves por parte de bandas de kosovares a las que alguna vez tuvieron cerca, anécdotas de inquilinos del viejo calabozo del antiguo consistorio, como un veterano carterista de Zaragoza retenido tras actuar con su banda en Lalín. Aunque tuvo que sacar la pistola más de una vez, «nunca tiven que disparar», explica.

Para Cuñarro su mayor satisfacción fue el orgullo de sus padres cuando sacó la plaza de policía. «Eles eran uns labregos pequenos e fixeron un gran sacrificio para que eu estudara. Para eles unha praza de funcionario público para o seu único fillo era un logro e unha gran satisfacción», rememora. Cuenta que el día que aprobó la oposición y le dijeron que la plaza era suya «fun á casa e cheguei ás tres e pico da tarde. Estaban agardando por min para xantar aínda que antes xantábase á unha, pero como non había móbiles nin onde chamar, non lles puiden dar a noticia antes». Una vez en casa todo fueron abrazos «e a ninguén lle acordaba comer».

Después de acabar el bachillerato trabajó «tres días nun taller eléctrico de coches, pero aquilo non era o meu». De ahí pasó a dependiente en la librería Alvarellos y con 20 años se fue a la mili. Hizo el campamento en Vitoria y el servicio militar en Burgos y a la vuelta se reincorporó al establecimiento. Allí, dice, «aprendín moito, sobre todo a tratar coa xente, que me valeu moito despois porque coñecíame todo o mundo». Se casó, «tivemos enseguida as nosas dúas fillas», y aunque estaba encantado con el trato de la familia Alvarellos y su trabajo, el sueldo se le quedaba pequeño para mantener a los suyos y lo dejó con mucho pesar. Preparó contabilidad en una academia, «empezaba o tema do leite e fun para a casa cunhas vacas». Se enteró de que había una plaza de portero en el Concello. Preguntó y ya estaba cubierta, pero iba a quedar vacante una de policía por una jubilación. Se convocó, preparó los temas y se presentó. Comenta que «eu xoguei sempre ao fútbol e coas probas físicas non tiña problema, pero lle tiña medo á de moto».

Para practicar el salto de altura se iba a una finca apartada. La víspera del examen «a herba estaba mollada, caín en prancha, puxen a man e non a rompín pero case. Pasei toda a noite con ela en auga con sal». Las pruebas físicas las superaron siete y después de la exposición de dos temas por sorteo ganó la plaza en 1984. «Cando entrei na Policía, foi o día máis feliz da miña vida», afirma. La plantilla la integraban siete policías y «ao cabo dun ano empezamos a facer noites por parellas». Primero en turnos de un mes, luego de 15 días y más tarde de una semana. Era «de 23.00 a 6.00 horas sen coche», patrullando a pie por las calles. «Daquela os bares estaban abertos toda a noite e había grupos de xente que saían todos os días», recuerda. Eso generaba un montón de quejas de vecinos por ruidos y peleas. El problema que tenían era «que non había teléfonos móbiles a xente non nos daba localizado». La fórmula: «Chamábanme a min á casa e eu contactaba cos que estaban de noite por walkie talkie». El primer teléfono que tuvieron «era coma un maletín que levabamos nun BX, custou 500.000 pesetas pero só tiña cobertura na circunvalación e na rúa B».

La plantilla llegó a un tener 18 policías: 16 de servicio porque uno ejercía de chófer del regidor y otro estaba destinado al padrón. Con su marcha quedan nueve y tres en prácticas que están en la academia y podrían incorporarse a principio de año. Le releva al frente Pablo Pérez Asorey como oficial. Fue Xosé Cuíña como alcalde el que lo nombró jefe de la Policía: «Levabamos un ano sen xefe e eu era o máis novo de idade e o que levaba menos tempo». Después fue ascendiendo a cabo y sargento tras aprobar los exámenes correspondientes. Está agradecido «ao pobo de Lalín polo trato da xente». Considera que los que lo conocen lo aprecian y «creo que cumprín con todos e estiven sempre dedicado ás 24 horas á Policía Local. O meu teléfono o ten todo o mundo».