González, la primera floristería de Lalín

Rocío Perez Ramos
Rocío Ramos LALÍN / LA VOZ

LALÍN

Rocío Ramos

María Flor Calvo Vázquez y su marido Amable González abrieron el negocio a finales de los 70 después de trabajar en Francia: él como jardinero y ella con flores, y hoy el establecimiento está a cargo de su hija Mariluz

08 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

González fue la primera floristería que abrió sus puertas en Lalín. Corría el año 1978 y sus propietarios: Amable González y María Flor Calvo Vázquez se embarcaron en esta aventura empresarial tras regresar a la capital dezana después de trabajar en Francia: él como jardinero y ella con flores. Flor explica que «daquela non había ningunha floraría, nin en Lalín, nin arredor». Los establecimientos más próximos del ramo estaban, apunta, en Santiago y Chantada.

El matrimonio llevó el negocio hasta su jubilación. Primero lo hizo Amable, que falleció hace cinco años, y seis años después, allá por el 2012, su esposa. Desde entonces, está a cargo de la floristería Mariluz González Calvo, hija de ambos, que lleva trabajando en la tienda «desde que tiña 18 anos». Flor cuenta que en los primeros años lo que más se vendía eran claveles, junto con clavelinas, rosas y gladiolos. Las flores , indica, «viñan de Cataluña». Aún no había invernaderos en Galicia pero una vez se crearon «foron unha novidade e o caravel de aquí duraba máis e era máis grande», explica.

«Introducir a flor aquí, custou moito», comenta. Eran unos tiempos en los que solo unos pocos compraban flor cortada para adornar la casa y las coronas de difuntos y los ramos de novia constituían dos de los ejes del negocio. Si ahora abundan los centros y las composiciones destinadas a funerales y a los cementerios ofertándose un gran abanico de opciones de trabajos florales, en aquellos años, apunta Flor Calvo, «pedíanse, sobre todo ramos e coroas que se chamaban palmas e se facían doutro xeito».

Los ramos de novia «eran moi traballados, ían todos alambrados; levábanse en cascada, e eran moi laboriosos. Había que facelos ao momento porque non é como agora que hai esponxas que se mollan e outras cosas que axudan a que a flor aguante. Antes só había esponxa seca». Esos condicionantes obligaban a realizar los arreglos con muy poca antelación. Mariluz destaca lo mucho que trabajaron sus padres y recuerda «noites de ir a durmir ás 2.00 e ás 5.00 estaban de novo en pé para seguir traballando».

Maratones de trabajo

Calvo Vázquez cuenta que «tiven días de 20 ramos». Al no haber más floristerías en la zona, relata, «viñan de todos lados». Los coches para las bodas «adornábanse por dentro, por fora, por diante... houbo algún que pediu ata flores nas rodas». La mayoría de los ramos eran blancos «brancos con algo de rosa ou brancos e vermellos», cuenta. Un imprescindible eran bonitos lazos. Señala que «había moita máis variedade que agora e viñan todos de Italia». En los primeros años de la floristería, apunta Flor, «as funerarias traballaban con coroas de plástico, despois xa foron combinando e tendo algunha de flor natural». Poco a poco la flor fresca fue ganando terreno.

La demanda de flores era ya también muy importante en fechas como el Día de la Madre, los aniversarios de bodas, sobre todo a los 50 «nos que facíamos ramos de noiva porque o matrimonio casaba outra vez e nos 75». San Valentín, indica, «tamén se celebraba» y los ramos eran uno de los regalos más socorridos para los santos especialmente de Pilares, Josefas y Cármenes, entre otras. «Para o día do Pai tamén se mercaban plantas», apunta y en Reyes «os nenos llas regalaban ás mamás». En los tiempos de Interflora, Flor cuenta que recibía muchas llamadas de otros puntos de España y del extranjero de personas de la zona que conseguían su número y que hacían directamente sus encargos. Pedidos, sobre todo, para llevar a un funeral o al cementerio. Explica que «antes non era como agora e che facían un xiro ou agardabas a que viñeran de vacacións e pasaran a pagar. Cando chamaban dicíanme o nome e de onde eran pero sempre me pagaron, nunca tiven ningún problema».

Formación

Cuando abrió el negocio, Flor se trajo ideas de Francia pero «nunca traballara nesto e había que ir aprendendo porque non había escolas e nos aconsellábamos uns floristas a outros». Recuerda las fotos que le trajo una clienta de unos arreglos florales en Argentina que le pidió reproducir para el arreglo de una iglesia. En Francia, apunta, «estaba na Costa Azul e xa coa forma de embalalas, as flores lucían moito». Con el tiempo se fueron ampliando las variedades y el origen de las flores que empezaron a llegar de Colombia o de Holanda. Antes, de que abriera González, en Lalín ya se vendían plantas en la feria con una oferta limitada. Se plantaban alegrías, begonias, rosales, geranios y poco más.

Con el negocio en casa, Mariluz ayudaba a sus padres en verano en fechas señaladas y cuando tenía 18 años «indo para 19» empezó a trabajar. Quiso empezar a formarse para descubrir si este oficio era o no lo suyo. Cuenta que «tiña que empezar polo curso de técnica básica que non o tiña, pero había un de arranxos de Nadal na Semana Verde. Eu quería ir pero meus pais non. Fíxeno e dinme conta que isto era unha pasada e encantoume». A partir de los años 80, explica, se empezaron a hacer muchos cursos en la Semana Verde.

«Viñan grandes profesionais do mundo», que pusieron al alcance de los profesionales de la zona aprender con los mejores. Estuvo en la escuela española, en la catalana y se formó con maestros de toda Europa.

Ahora, a diferencia de las primeras épocas de la floristería, «é habitual levar flores para a casa, como agasallo a unha cea, a unha comida, ou como detalle para calquera tipo de evento». En cuanto a los arreglos, explica que, «o 90% dos clientes o deixan nas miñas mans». Su secreto, apunta, «é facer as cousas con moita ilusión; eu lle dou a mesma importancia a unha flor que a un arranxo de cen». En la actualidad los ramos de novia se llevan «cun aspecto máis salvaxe como si foran collidas no campo». Destaca la importancia del color en las composiciones y la personalización de los trabajos.

En todos estos años cambiaron muchas cosas. Ahora en las bodas, el foco ya no está en el coche, sino en el lugar de la ceremonia. Si es una iglesia cobra más importancia la entrada del templo, que antes no se adornaba, y si es en un hotel o una finca, no faltan los arreglos para un photocall o para rincones donde los invitados puedan hacerse fotos además de los destinados al comedor o la ceremonia en sí.