De su estancia en el seminario destaca el compañerismo y aún hoy sigue en contacto con los que quedan. Sus compañeros le apodaban «el joven» por su carácter jovial. Una simpatía y una alegría que mantiene intacta. Su primer destino como sacerdote fue San Xoán do Padornelo en O Cebreiro. Tenía 22 años y su llegada fue una revolución en la aldea. Estuvo allí tres años. «Los domingos nos juntábamos 300 o 400 jóvenes para jugar al fútbol». De O Cebreiro se marchó porque «los feligreses ya querían hacerme una casa y no sé cuántas cosas más y eso no podía ser», comenta. De allí se vino a Lalín donde lleva viviendo desde entonces. A diario tampoco perdona una partida de tute en el Casino que «me sirve para ejercitar la mente».
Alto, atlético, bromista y generoso, José Raúl Vázquez nunca tuvo pinta de cura y eso le dio pie a múltiples anécdotas. De su labor sacerdotal destaca «el mensaje maravilloso que tenemos, que es llevar esperanza, que la gente se sienta más feliz con su fe y le ayude en la lucha de cada día». Para acercarse más a los problemas de sus parroquianos cree que le ayudó la relación con su familia: «Somos ocho hermanos, siempre nos ayudamos mucho, lo de uno era de todos y eso me ayudó a ser más familiar».