Pedro Sánchez se lidera a sí mismo

FORCAREI

12 feb 2015 . Actualizado a las 12:07 h.

«C ando a semana vai de piollos non adianta cambiar a camisa». Así se explica en Forcarei lo que en el PSOE nadie parece saber: que atajar los problemas por sus síntomas no vale para nada, y que si en medio de las tormentas se empieza a arrestar a los que llevan el uniforme desgarrado no quedarán en el frente más que los generales. En los últimos mítines que di, curtido por una amarga experiencia, decía lo mismo, de otra manera: «En la revista del cuartel hay que arrestar a los que llevan las botas sucias; pero en las revistas del frente solo merecen castigo las botas lustrosas». Y por eso me atrevo a pensar -26 años después- que si alguien le aplicase al PSOE tan sencillos saberes podría evitar, in extremis, su naufragio.

No voy a defender a Tomás Gómez, porque su estilo no me resulta atractivo y porque lleva mucho tiempo bailando al borde del abismo. Pero tampoco voy a cantar las glorias de Pedro Sánchez, que para brillar como un líder se va cargando a la tropa, y que, aferrado al dogma de la pulcritud absoluta, va a acabar atrincherado en Ferraz con César Luena y un batallón de asalariados inéditos. Si el rasero que se le aplicó a Gómez es el que va a funcionar en el PSOE, no quedará títere con cabeza. E incluso la federación andaluza va a tener dificultades para encontrar militantes de prestigio que no teman que formar parte de una lista es lo mismo que ponerse en el disparadero, donde, igual que le sucedía a los reclutas rusos en el frente de Stalingrado, los alemanes ametrallaban por delante mientras Jruschov lo hacía por detrás.

Más aún, si Sánchez llega a determinar que las tan cacareadas primarias -que han sembrado el PSOE de confusión e interinidad- no garantizan la permanencia de los elegidos ni su intocable legitimidad, y si cualquiera que haya sido nombrado por las bases puede ser destituido por una ejecutiva de meritorios, me temo que va a tener las manos más negras que un deshollinador, y que, acabará tiznando, como una sartén de lareira, todo lo que toque.

Así que el dilema del PSOE ya está servido: si apaga la hoguera de su inquisición interior perderá toda su credibilidad, y el liderazgo de Sánchez no será más que un fugaz gemido en el desierto. Y si hace lo contrario, entrar en un torbellino de enloquecida limpieza, donde las apariencias sean tan importantes como las conciencias, y donde la idoneidad de los candidatos quede establecida por denunciantes profesionales y por los imputadores más rápidos del Oeste, la rebelión de las bases será inevitable. Así que, mientras Sánchez agita el limonero, a Iglesias y Rajoy les basta con poner sus cestas en la vertical oportuna. Porque, lejos de estar caminando hacia el fin del bipartidismo, solo estamos cambiando las fichas, para que el PP siga gobernado, y sea Podemos la leal oposición. ¡Qué cosas, Dios mío!