La pintura existencial de Álvaro Negro

Javier Benito
javier benito LALÍN / LA VOZ

AGOLADA

Aurática Fotografía de Arte

El artista dezano exhibe «Traza» en A Coruña, la primera serie gestada en su nuevo estudio de Agolada

04 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Decía Javier Reverte que el turista tiene billete de vuelta con fecha prefijada. El viajero no, transita por lugares que le transforman y enriquecen. A Álvaro Negro (Lalín, 1973) podemos encuadrarlo con quienes afrontan la vida y la pintura como cambio, sin dejar de reivindicar la memoria como ese espacio donde siempre existiremos en realidad, donde lo atesorado en vivencias, estancias y viajes aflora en una conversación o en una pincelada sobre el lino. Y, como en todo camino, encontró en el antiguo molino y aserradero familiar de Agolada cobijo donde materializar su obra, una de las trazas que hilvanan la exposición abierta hasta finales de enero en la galería Vilaseco de A Coruña.

«Es la primera exposición que pintó aquí entera, una vuelta al lugar de origen y de infancia. Hay una ambivalencia, ya que por un lado haces arte contemporáneo y te centras en hacer tu trabajo, pero a la vez hay que evitar cierto romanticismo y nostalgia, porque ahora es un lugar de presente y futuro, pero es un lugar connotado de memoria», sintetiza Álvaro Negro mientras el gato, dueño y señor del estudio, juguetea en un espacio ascético y vibrante a la vez, mayúsculo pero cálido, donde el más mínimo detalle lo supervisó personalmente el artista para que pudiese fluir la creatividad, desde el respeto al pasado. No en vano su obra bebe cada vez más en la pintura de siglos atrás, desde su estancia italiana becado por la Real Academia de España en Roma.

Como el propio pintor lalinense plasma en el catálogo de Todo lo que el acuerdo sabía, exposición a caballo de finales del 2020 y principios del 2021 en el Centro de Arte Caja Burgos (CAB), «en la práctica artística uno solo puede aspirar a añadir alguna capa de significado siguiendo las huellas del pasado». De aquel proceso investigador en Italia nacía un nuevo análisis cromático tras contemplar y admirar en directo los frescos del Trecento, las tablas casi escondidas en capillas renacentistas o las sargas del Barroco. Un poso emocional y visual que plasma ahora en sus técnicas, en los colores o pigmentos que emplea, donde se modula el espacio de forma magistral en conversación con la arquitectura y en la búsqueda de lo esencial, de apartar lo superfluo para transmitir el mensaje.

Esa evolución iniciada en Roma recala ahora en A Coruña con parada en Agolada, donde nacieron las once obras que componen Traza. Fiel reflejo de un artista contemporáneo «que bebo mucho de la historia del arte, de ciertos autores». Entre ellas alguna pieza, de grafito y agua, recuerda a un serie elaborada en sus inicios, en el 97, en el taller organizado por el desaparecido Macuf coruñés con el artista Lucio Muñoz. «En gama cromática y nivel atmosférico hay reminiscencias que se pueden apreciar en pinturas de la actual exposición», subraya Negro, quien recuerda con mucho cariño a su mentor, de los primeros que le compró un cuadro. Quizás por ello esa obra la bautiza como Traza I, en alusión a esas creaciones primigenias gestadas en Madrid.

Cinco lustros después de esos inicios el viaje de Álvaro Negro sigue vivo, con nuevas líneas creativas sin renegar de otras que quedaron en esa ruta que fluye, no siempre de forma unidireccional. A veces, quizás de forma subconsciente, se regresa en alguna obra a ese pasado, a épocas donde había más necesidad de probar. Pero sus creaciones de hace décadas «aguantan muy bien el paso del tiempo, me sigo sintiendo identificado con ellas, no reniegas sino todo lo contrario», argumenta el pintor lalinense, ejemplificándolo con lo vivido en la retrospectiva de hace cinco años en el Centro Galego de Arte Contemporáneo de Santiago. «Visto con la perspectiva de los años, en obra expuesta ahí compruebas que hay muchos conceptos que luego han ido desarrollándose en mi carrera», incide.

Como colofón a la exposición en Vilaseco la galería editará un libro, cada ejemplar personalizado con una obra del pintor en su portada. Una publicación con textos de la historiadora María de la Vega, que asistió al proceso creativo de Traza, pero también empleó como base el propio diario de estudio que hizo Álvaro Negro. Un trabajo en fotografías o vídeos que refleja la evolución, las idas y venidas de cada pintura, hasta su conclusión. Como se puede comprobar al visitar su estudio, tiene varias ejecutándose a la vez, donde mima cada detalle, el impacto de la iluminación, en un culto sano al credo del perfeccionismo. Donde todo debe encajar, en muchas ocasiones con marcos antiguos cargados de siglos de historia, que integra en sus obras. Un elemento más que confluye para «añadir alguna capa de significado siguiendo las huellas del pasado», como remarca quien no olvida la tradición desde una concepción abstracta y contemporánea.

Colectiva en Los Ángeles y obra para Arco en Madrid

De forma paralela a su presencia en Vilaseco participa en una colectiva en el espacio Sage Culture en Los Ángeles hasta el 25 de febrero. Un mensaje por correo electrónico de la galería estadounidense supuso el germen para sumarse a la muestra «Conciencia», tras comprobar «que habían estudiado en profundidad mi trabajo y tenían claro porqué querían mi obra, no era una cuestión aleatoria». Siete discos de color del científico y artista británico, Andrew Parker, quien durante años estudió la iridiscencia y los tonos brillantes en plantas y animales, para gestar los denominados «Pure Structural Color®», son la piedra angular de la exposición. Y de forma paralela cada una de esas tonalidades tan especiales se interpretó por otro creador, entre ellos Álvaro Negro, como el único de nuestro país, junto a Kustaa Saksi, Orlanda Broom, Filipa Tojal, Michal Fago, Sasha Ferré y Gwen Hardie. Con el naranja como su referencia exhibe cuatro obras, incluido un díptico, «de un ciclo muy concreto, que comencé a pintar en el estudio en agosto, con un color muy de la tierra y de la relación con la luz solar, en una gama donde está el rojo hierro, mezclado con oro,...». Envió otra más, que no entró en la exposición, como de fondo de galería. Negro destaca que esta primera incursión en la galería norteamericana, dada su profesionalidad en un proyecto «bien pensado y bien articulado», tendrá continuidad con alguna individual o futuras colaboraciones. Ahora está inmerso en la versión definitiva el libro de artista que presentará en Arco y en ultimar obra, también para la cita de Madrid a finales de febrero, con F2 Galería.