La célebre zapatería cumple 72 años con salud de hierro y un precioso local que es como un túnel del tiempo
09 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.En A Estrada hay una esquina casi tan famosa como la del edificio Flatiron de Nueva York. La de Manhattan se hizo famosa por la forma de cuña o plancha del mítico rascacielos que le da forma. La de A Estrada, por la histórica zapatería que ocupa el bajo del edificio con el número 22 de la calle Calvo Sotelo, en un precioso edificio de 1930 que ha conseguido sobrevivir a la euforia urbanística que se llevó por delante a muchos de sus contemporáneos.
En ese entrañable bajo abrieron su negocio en 1952 José Valcárcel Rodríguez y su mujer Inés Nogueira Villar. Al nombre no le dieron muchas vueltas. Como estaba en el cruce entre la calle Calve Sotelo y la rúa Justo Martínez, le pusieron Calzados La Esquina (A Esquina en la actualidad). Con el tiempo, se inventaron un eslogan presumiendo de pueblo y de producto: «Tres cosas hay en A Estrada que no las hay en la China: el Pazo de Oca, la Torre de Guimarei y Calzados La Esquina».
La historia de José e Inés es una historia de éxitos bañada en sudor. Él era hijo de una humilde familia de labradores de Guimarei. Eran siete hermanos y José, con solo cinco años, ya se levantaba de madrugada para echar una mano. Con 17 tuvo que ir a la guerra, pero antes, frustrado su sueño de ser sastre, ya había aprendido el oficio de zapatero con José Pérez Riveira. A su regreso, valoró emigrar a Argentina, pero al final echó raíces en su pueblo. A Inés la conoció cuando él tenía 23 años y ella 16. La conquistó pedaleando hasta Berres, tierra de aserraderos y torneiros.
En el año 1952, José e Inés se lanzaron a emprender y cogieron el traspaso de Calzados Constenliña, que estaba exactamente en el mismo lugar que hoy ocupa Calzados A Esquina. Empezaron con un negocio de reparación de calzado que también fabricaba zapatos a medida. «Chegaron a ter sete persoas na banquilla na década dos 50-60 do século pasado», recuerda su hijo Gonzalo. Después, fueron entrando también en el sector de la zapatería y compaginaron las reparaciones y ventas en la tienda con la ruta por las ferias. «Ían nos coches de García ou de Temes, nun autobús que lle chamaba O Chato que adiante levaba xente, atrás animais e enriba máis xente e as caixas dos comerciantes», explica Gonzalo Valcárcel. «O meu pai era moi ordeado. Preparaba unhas caixas de táboas de madeira para meter dentro todas as caixas de calzado. Ao chegar ás feiras sacaba a tapa dianteira e tiña todas as caixas coa súa referencia coma se fora nunha estantería. A última feira á que deixou de ir foi a de Soutelo, a mediados dos anos setenta», cuenta.
Los inicios fueron duros. Hubo que buscar financiación y restarle horas al descanso. «Viviamos no segundo e había veces que a xente viña chamarnos á casa en domingos ou festivos», explica Gonzalo. Allí se atendía a todo el mundo. A fuerza de dedicación, la zapatería se ganó una reputación que le permitió ampliar las instalaciones, dotar de seis escaparates al negocio y construir una marquesina para que el público pudiera contemplarlos con tranquilidad en invierno.
José Valcárcel falleció en 1988 con 69 años recién cumplidos. Durante su enfermedad, sus hijos Gonzalo y José Antonio se hicieron cargo del negocio compaginándolos con sus trabajos. Después, Inés volvió al frente y ahora ha dado el relevo a su nuera Amalia Maceira, siempre al lado de Mari Carmen Oro, una empleada de siempre que ya es parte de la familia. «É a irmá que non tiven», dice Gonzalo. La filosofía original se mantiene: calidad en el producto, precios asequibles y sobre todo transparencia. Con esta fórmula A Esquina ha sobrevivido 72 años, sigue con la misma salud de hierro y puede presumir de dos logros sociales de peso: el premio San Martiño a la normalización del gallego y el certamen de ióvenes intérpretes solistas José Valcárcel, que duró 13 ediciones y fue un sentido homenaje a un hombre que, además de empresario avispado, fue un melómano enganchado a las bandas de música.
Aún desconociendo la historia que Calzados A Esquina tiene detrás, entrar en la zapatería es a día de hoy una experiencia sensorial. El suelo original de los años 30 y la escalera corredera de madera garantizan un viaje instantáneo en el túnel del tiempo.
Desde 1952
Viseras al vuelo
Abrió en 1952 y se promocionó siempre. De camino a la playa, la familia soltaba por la ventanilla viseras con el rótulo: «Mamá, yo también quiero mis zapatos de La Esquina»