«Es necesario poner un podólogo en la vida»

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

miguel souto

Ana Requeijo, presidenta del Colexio Oficial de Podólogos de Galicia, advierte de los peligros del abuso de chanclas y tacones y del absurdo error de calzar a los bebés

25 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La palabra preferida de Ana Requeijo (A Estrada, 1968) es «prevención». Como podóloga nunca se cansa de repetirla y, ahora que acaba de ser elegida presidenta del Colexio Oficial de Podólogos de Galicia, con más razón.

Ana llegó a la podología por razones de conciliación. Estudió Empresariales, pero se dio cuenta de que no era lo suyo y volvió la vista hacia la rama sanitaria, que siempre le había atraído. Tras un curso de encuadernación con los Padres Franciscanos en el que conoció a «personas estupendas», estudió Enfermería. Trabajó en esa rama hasta que nacieron sus hijas gemelas. «Me costaba conciliar, así que, por recomendación de un familiar del ámbito sanitario, decidí estudiar Podología en Ferrol. Fueron tres años yendo y viniendo todos los días, pero valió la pena», explica. Luego vinieron el máster de Podología clínica y quirúrgica avanzada y, compaginándolo con la atención de su propia clínica en A Estrada, el doctorado y la tesis, sobre la patología podológica en la edad infantil.

«Me decidí por la podología para poder conciliar, pero me gustó desde el primer momento. Desde que yo empecé hace 15 años, esto ha cambiado mucho. Ahora, ante cualquier problema, la gente busca solución, aunque la mayoría sigue viniendo a la consulta solo cuando tiene dolor. La podología es mucho más que eso. La prevención es fundamental», dice Ana Requeijo.

«Es necesario poner un podólogo en la vida», defiende la estradense. En cualquier caso, pero especialmente en el de las personas con diabetes y en los niños.

«A la gente con diabetes le recomiendan salir a caminar, pero no es conveniente hacerlo sin antes mirar cómo están los pies, estudiar con qué calzado o qué calcetines hacerlo, cómo caminar o cuántas horas», explica. «Una presión excesiva puede acabar en una úlcera o en otros problemas que a veces incluso terminan provocando amputaciones», constata la podóloga.

En el caso de los niños la prevención también se impone. «Todos pensamos que conocemos el calzado infantil, pero no es así. A veces los niños llevan zapatos con demasiada rigidez. La flexibilidad en la zona de los dedos debe ser una máxima y también es muy importante elegir bien el número. Nos fiamos metiéndole el dedo por detrás en el contrafuerte, pero el niño tiene el pie muy flexible y puede encoger los dedos. Lo ideal sería sacar la plantilla y medir por ella. El calzado infantil debe tener una holgura de un centímetro por delante del dedo gordo», explica la podóloga. «La sujeción también es importante para que no exista arrastre y la suela debe ser baja y flexible», añade antes de hacer una advertencia que parece obvia pero que, a la vista del panorama, no lo es tanto: «A los niños hay que calzarlos a la edad adecuada. Cuando aún no van a caminar, no tiene sentido calzarlos. Sería como calzarles las manos».

Con el calzado también tienen que tener precaución los adultos, especialmente con las chanclas y los tacones. «Las chanclas están concebidas para un uso puntual y concreto. Para usarlas en las duchas públicas o ir de la ducha a la piscina son buenas porque aíslan el pie del contagio y, en ese recorrido, no provocan problemas. El problema es su sobreuso, porque apenas tienen sujeción y el pie y la musculatura sufren. Igual que a nadie se le ocurre ir con escarpines por la calle, con las chanclas tampoco deberíamos estar de la mañana a la noche. Al caminar así, después aparecen los dolores y lesiones», comenta la podóloga.

Según Requeijo, los zapatos de tacón también deberían tener un uso muy limitado. «Ni es bueno un zapato totalmente plano ni con mucho tacón. Lo ideal para caminar son uno o dos centímetros. Hasta cuatro es asumible, pero a partir de ahí el tacón, usado a diario, perjudica. Ir con un tacón de 10 centímetros es ir haciendo malabarismos y provoca muchos problemas», explica.

Uñas gruesas, helomas y juanetes son algunas de las patologías que más se ven en las consultas de podología de adultos, mientras que en niños predominan los enclavamientos de uñas, las verrugas plantares o los dolores por actividades y calzado inadecuado. «Para determinados casos, los podólogos deberíamos estar en la Seguridad Social y participar en los equipos multidisciplinares de los hospitales», defiende la podóloga.

Requeijo se despide con una recomendación: «Cuidar los pies todo lo que se pueda». «A veces vamos al fisio y no nos planteamos que el origen del dolor está en los pies. Caminar tenemos que caminar todos los días», constata.

 

Su primera experiencia laboral fue como ayudante en la gestión de un pequeño negocio familiar, antes de adentrarse en la rama sanitaria como enfermera primero y como podóloga más adelante.

El lazarillo de Tormes la marcó. Fue una lectura obligada, pero hizo volar su imaginación. «Despertó algo en mí», dice Ana, que también es fan de la serie policíaca Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva.