Se vende oficina de telégrafos

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

miguel souto

A Estrada conserva intacto el edificio que a mediados del siglo XX fue centro local de telecomunicaciones y que ahora se ha puesto a la venta

28 abr 2023 . Actualizado a las 09:32 h.

Entrar en el edificio número 13 de la calle Pérez Viondi, en A Estrada, es como viajar en el tiempo. La fachada, con altas puertas decoradas con forja y vidrieras es un tesoro. Pero la auténtica reliquia está dentro. Traspasar el umbral es aterrizar de golpe en los años 40 del siglo XX, cuando el teléfono aún no había llegado a A Estrada y el telégrafo era la revolucionaria competencia al correo.

Un chute de nostalgia sacude a quien cruza la puerta. La vieja oficina de telégrafos de A Estrada está tal cual estaba cuando cerró sus puertas a finales de los años setenta. El mismo suelo de madera, la misma mampara separando la oficina de la zona de atención al público, el mismo mostrador y la misma ventanilla de vidrio.

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Apoyado en un rincón se conserva el viejo letrero negro que identificaba a las oficinas de telégrafos y en la pared subsiste un cartel que promociona el servicio de telegramas impuestos por teléfono. En una estancia interior, un antiguo escudo del Valencia C.F. y un montón de fotos de Los Pekes da fe de las aficiones de los últimos moradores del inmueble.

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En A Estrada, quien más sabe de esta especie de cápsula del tiempo es la maestra jubilada Noni Araújo. Su padre, Manuel Araújo Arias, fue el jefe de Telégrafos de A Estrada. Oriundo de Chantada, pasó por las oficinas de A Coruña y Muros hasta asentarse en A Estrada. Allí dirigió a finales de los años 30 la estación de Telégrafos situada en la calle Irmáns Valladares, en el mismo local que ahora ocupa una lavandería. A mediados de los años cuarenta la oficina se trasladó a la calle Pérez Viondi y la familia del telegrafista cambió de residencia. «Los telegrafistas vivían en la oficina. El Ayuntamiento pagaba el alquiler y la luz. Recuerdo que mi padre no nos dejaba poner la cocinilla eléctrica y nos reñía si dejábamos las luces encendidas . Era muy respetuoso con el dinero público», recuerda Noni Araújo.

En la planta baja estaba la oficina y en la primera vivía la familia: Manuel Araújo, su mujer, María del Rocío Arias Fernández, y sus hijas Noni y Marisa.

Viviendo en casa del telegrafista, Noni y Marisa tienen cientos de anécdotas de aquella época. «Mi hermana era una jabata con el morse. Yo también le daba, pero ella era una fenómena. Tanto mi padre como mi hermana recibían por oído. Cuando transmitían un telegrama, salía una cinta con puntos y rayas que luego se traducía. A ellos no les hacía falta. Escuchaban los pitidos y traducían sobre la marcha», explica.

Noni, que estos días está de viaje, recuerda aquella época a través de una llamada de WhatsApp Estambul-A Estrada. «Fíjate lo que han cambiado los tiempos. Entonces en A Estrada solo había un cable que conectaba con Codeseda, Forcarei y Cerdedo y servía para transmitir telegramas y ofrecía una conexión telefónica con línea directa pero solo entre las oficinas de telégrafos. No había numeración. Un pitido era que llamaban de Codeseda, dos de Forcarei y tres de Cerdedo», explica. «Una noche sonaron dos pitidos a las tres de la mañana. Mi padre lo oyó desde la cama. Los padres de Chano Piñeiro, que entonces era un niño y estaba enfermo, buscaban ayuda», recuerda Noni. «En Forcarei atendía el telégrafo el padre de José Luis Barreiro Rivas», comenta.

En la oficina de telégrafos se emitían giros y telegramas. «Se cobraba por palabra, así que todo era lo más escueto posible. No había preposiciones», dice Noni. «No había otro medio más rápido. Por telegrama llegaban felicitaciones de santos, noticias de viajes o de defunciones», cuenta. «En la oficina había celadores que se encargaban del mantenimiento de la línea y los postes y repartidores de telegramas, pero cuando la noticia era una defunción, mi padre prefería ir él a comunicarla personalmente. Le iba diciendo la noticia suavecito y los consolaba. Aún hoy mucha gente me para en la calle recordándolo. Le tienen mucho cariño», explica Noni orgullosa.

A mediados de los setenta, Telégrafos se fusionó con Correos y la oficina de Pérez Viondi cerró. El edificio, propiedad de la familia Parafeta Vilas, nunca más volvió a cobrar vida. Con el tiempo fue adquirido por la familia Cartimil Neira y ahora se gestiona su venta a través de la inmobiliaria Habita. La casa tiene 145 metros cuadrados de superficie y una historia que contar.