La tienda escondida repleta de reliquias textiles

Rocío García Martínez
Rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

Miguel Souto

Tejidos Julia Carracedo atrae desde A Estrada a clientes foráneos en busca de telas que ya no se fabrican y de prendas de vestir a las que muchos mayores están abonados y que ahora no encuentran en otros comercios

21 may 2022 . Actualizado a las 09:46 h.

No es fácil dar con Tejidos Julia Carracedo. Está en pleno centro de A Estrada, en el número 5 de la calle Peregrina. Sin embargo, si uno no abre bien los ojos, podría pasar de largo sin saber lo que se pierde. La tienda no tiene ni escaparate que dé a la calle ni rótulo exterior que la identifique. Hay que enfocar la vista hacia el antiguo portal del edificio para localizar al fondo de un pasillo un rótulo dorado en el que se lee: Tejidos Julia Carracedo.

Julia Carracedo Louzao es la emprendedora que dio vida al negocio a principios de los años treinta del siglo pasado. Era originaria de la parroquia de A Somoza y había aprendido a coser con Dosinda Campos, la que luego sería la madre del exalcalde estradense Ramón Campos. En aquella época, pocas mujeres se libraban de la costura. Pero a Julia, además, le gustaba y se le daba bien. Con 15 años ya le había cosido una blusa a su tía Carmela y con 20 era una auténtica artista con una clientela fiel. «Iba cosiendo por las aldeas con una máquina de mano, de manivela, porque aún no habían llegado las de pedal», recuerda su hija Sabina Figueira. «Entonces no había tiendas de ropa. Todo lo que vestía la gente se hacía a medida. Nuestra madre era muy trabajadora y muy buena modista. No hacía solo faldas y blusas. Hacía de todo: pantalones, chaquetas, calzoncillos, sujetadores, corpiños... Se cosía de todo y todo se hacía a medida», cuenta Sabina.

Julia se casó con Manuel Figueira Quintas. Antes de cumplir un año de matrimonio, cambiaron la aldea por la villa estradense y abrieron una pequeña tienda de telas en la calle Capitán Bernal. Ella cosía e iba a las ferias mientras él se quedaba atendiendo el negocio. «Hacía unos fardos con las telas e iba en los coches de la época a las ferias del entorno: a Codeseda, a O Foxo, a Bandeira, a Lestedo, Silleda, Ponte Ulla...», recuerdan Sabina y su hermano Manuel. «A veces llevaba también gomas, botones, corchetes... porque al principio tenían también algo de mercería», cuentan.

Con el tiempo, el negocio se mudó a la calle Pérez Viondi. «Al lado del telegrafista», apunta Sabina. Fue después de la Guerra Civil cuando pasó a su actual emplazamiento de la calle Peregrina. «En este bajo trabajaba un sastre que era de Guimarei. Lo mataron en la guerra. Nuestra madre habló con el dueño de la casa, Marcelino Trigo, y llegó a acuerdo con él para alquilárselo. Con el tiempo, mis padres acabaron comprándolo», dice Manuel, que es quien ahora sigue al pie del cañón cada día tras el mostrador de la tienda.

Julia tuvo cuatro hijos: Álvaro, Tino, Sabina y Manuel. Como solía suceder, todos se criaron en el negocio familiar, ayudando a su madre siempre que podían y volcándose con ella cuando falleció su marido. «Mucha gente se refería al negocio como ‘a tenda dos mozos’», dice Sabina. «Tengo cosido mucho con la máquina de mano para ayudarle a mi madre. Cosía bolsas de tela, porque entonces no había bolsas de plástico», recuerda.

Tejidos Julia Carracedo nació como tienda de telas y de prendas cosidas por la dueña. «Cuando empezó la confección metimos ropa de mujer y de caballero y después textiles del hogar. Fue evolucionando según las necesidades», explican los hermanos.

Sabina, que ya está jubilada, conserva en su privilegiada memoria recuerdos de toda una vida entre telas. Presume de haber atendido a varias generaciones de la misma familia y echa de menos el trato con los clientes de siempre. «Vienen y ten dan un abrazo y te recuerdan detalles de hace años. Ese trato ahora se está perdiendo, pero a mí es algo que me gusta tanto...», comenta.

Manuel, por su parte, tiene previsto seguir al frente del negocio «mientras me encuentre bien». «Puedo jubilarme cualquier día, pero de momento no quiero. Con la crisis del ladrillo y luego el maldito covid el negocio bajó, pero tampoco tenemos gastos, así que sigo aguantando y voy sacando mercancía», dice.

El negocio sigue teniendo una colección impresionante de telas que ya no son fáciles de encontrar en ninguna parte. «Son telas de calidad, fabricadas en España.. No se encuentran fácilmente, por eso tenemos clientes que nos llegan de fuera buscando cosas concretas», explica Manuel.

No es solo la apabullante colección de sedas, fibras, gasas, encajes o creps lo que atrae a los clientes foráneos. El otro punto fuerte son las prendas clásicas que muchos mayores llevan usando toda una vida y que ahora no encuentran. «Mucha gente mayor nos dice: ‘Non pechedes antes de que eu morra’. Les cuesta adaptarse a las nuevas modas o las nuevas marcas. Quieren lo de siempre, pero está desapareciendo», constata Sabina.