«El aplauso del público es la mejor droga de todas las que he probado»

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

cedida

El grupo Vagos presenta disco y libro mañana en Codeseda (A Estrada)

12 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El grupo Vagos es una de las bandas más veteranas de Galicia. Está en activo desde 1986 y, aunque en 1992 se deshizo, en el 2013 empezó a dar guerra de nuevo. Su última gira, que lleva por título 35 years, traerá mañana viernes a la banda a A Estrada para presentar su último disco, Los Vagos que afilaban guitarras en las tabernas y rezaban al dios del vino en las tormentas, que ha visto la luz junto con el libro autobiográfico Nunca fuimos nada, en el que Román Gutiérrez repasa las andanzas del grupo. La cita será a las 20.00 horas en la carballeira de Codeseda.

-¿De dónde se saca la energía para seguir sobre el escenario 35 años después?

-Por la banda pasó mucha gente, ya no somos los mismos. En el 2013 nos juntamos para un concierto al que nos invitaron y nos dimos cuenta de que a todos nos apetecía tocar. A mí no se me da tan bien como otras cosas, pero es algo que me encanta hacer. Lo que me hace seguir ahí es el aplauso, la adulación, el tú a tú con el público. El aplauso es la mejor droga de todas las que he probado. La parte buena es esa. La mala es que tengo 50 años. Cuando toco tengo 20 años de nuevo, que cuando recojo tengo 60 y al día siguiente tengo 80. Como dijo un amigo, somos delincuentes juveniles jubilados. Pero es un privilegio poder hacer algo propio, aunque sea impostado, y sacarlo adelante.

-Tres décadas dan para mucho, ¿cuál es la mejor anécdota?

-Hay cientos en el libro que presentamos A mí lo que más ilusión me hizo fue el concierto en las últimas fiestas de Lalín, hace dos años, tocando con los Burning. Yo me emperré en que viniesen a Lalín y lo conseguí después de tres años. Fue su último concierto en Galicia. Ellos, en su ignorancia, creían que los Vagos en Galicia éramos como Siniestro y no un grupo de pueblo, que es lo que somos. Tuvo su coña. También tuvo su gracia tocar en la cárcel de Monterroso. Tocamos cuatro veces, las dos primeras en los 80, cuando estábamos empezando. Éramos menores de edad. Tuvimos que entrar con autorización paterna. Nosotros íbamos de macarras pero éramos macarras de Cinexin. Íbamos con las chupas de cuero y los ojos pintados, pero allí dentro estaban los macarras de verdad. Estábamos un poco acojonados porque estábamos empezando y además aquello sonaba fatal. Nos ganamos a los presos con una genialidad del guitarrista. Nos habían dicho que allí tenían que fumar tabaco de liar porque no les dejaban tener pitillos con filtro porque podían manipularlos para otros usos. Así que reunimos todos los pitillos que pudimos y empezamos el concierto lanzando una lluvia de pitillos. Así conseguimos empezar a tocar con todo el mundo aplaudiendo.

-«Los Vagos que afilaban guitarras» tiene un aire nostálgico...

-Todas las canciones tienen un componente nostálgico porque la gente de 50 años hace discos nostálgicos. Son canciones de un mundo que se va. Mi mundo de la adolescencia está desapareciendo: la fotografía, el cómic, el cine... Lo de A Estrada es un prodigio, pero en los pueblos ya no quedan salas de cine. Todos los discos que hemos sacado este siglo son nostálgicos. No hay más que ver los títulos de los temas: Autonostalgia, Niña vieja, Balada desesperada... Será la crisis de los 50.

-¿Cómo será el concierto en A Estrada?

-Un espectáculo de rock precioso en una carballeira, con todas las medidas anticovid. Con el covid hubo que reinventarse. Los de segunda B fuimos los primeros en tomar chiringuitos de playa y carballeiras. Nosotros no hemos dejado de tocar un solo fin de semana en los dos últimos veranos.

«Mi libro es un ejercicio egocéntrico, pero nuestras batallitas no distan tanto de las de Keith Richards»

El concierto de Vagos en la parroquia estradense de Codeseda servirá de presentación del primer libro de Román Gutiérrez, que lleva por título Nunca fuimos nada. Memorias de un grupo de pueblo (Mentira más, mentira menos), y es una colección de «batallitas» que repasan la historia del grupo. Incluye una autoentrevista que Román Gutiérrez se hace a sí mismo, preguntándose lo que nadie le ha preguntado.

-Ese título, «Nunca fuimos nada», ¿es un ejercicio de modestia?

-Todo lo contrario. Es un ejercicio egocéntrico. El más egocéntrico de todos. Es escribir la biografía de un grupo que nunca fue nada.

-¿Cómo le dio por la escritura?

-Igual que llevo 35 años tocando la guitarra y no me considero músico, tampoco me considero escritor. Todo surgió durante la pandemia. Estaba leyendo la biografía de Keith Richards y me di cuenta de que no hacía nada más interesante que nosotros. Solo que nosotros sin yet privado ni aventuras internacionales de Londres a California. Pero no deja de ser lo mismo. La pregunta era, ¿pero alguien leería la biografía de un grupo que nadie conoce?. Y la respuesta es sí, porque el libro se está vendiendo bien. Lo consulté con un primo mío que es escritor de verdad y me animó, igual que otra gente. Si tienes algo que contar, puedes escribirlo. El libro no tiene pretensiones literarias. Cuento nuestras batallitas tal cual se las puedo contar a un amigo.

-¿Se ha enganchado a la pluma?

-Pues sí. Empecé a escribir en la pandemia. Entonces lo único que hacía era pasear por O Grove, que es donde vivo, y escribir. Empecé como una especie de catarsis, para no ver la tele todo el día. Y de pronto se convirtió casi en una necesidad. Ahora escribo todos los días y tengo veinte proyectos abiertos. Con la escritura he descubierto que es algo en lo que todo puedo hacerlo yo solo, al contrario de lo que sucede en la música o en el cine. Quedo conmigo por la mañana y, si no aparezco, no me cabreo. La escritura, la música y, sobre todo, mis perros, me han ayudado mucho en esta época de desasosiego.

-¿Hay nuevos proyectos en el horizonte?

-En octubre tengo previsto sacar un disco en solitario que se titula Señor, llévame pronto. La portada va a ser precisamente una foto mía con la camada de nueve perros con la que pasé este invierno. En cuanto a la escritura, gracias a este libro me surgió la oportunidad de publicar una novela, hacia octubre o noviembre.