«La micología de los 90 era más disfrutona»

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA/ LA VOZ

A ESTRADA

miguel souto

Se enganchó a las setas en un curso del Inem y se convirtió sin quererlo en divulgadora de referencia

01 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A Mercedes Nodar hay dos cosas que no le gustan mucho: los aficionados a la micología que solo piensan en llenar el cesto y los que van de expertos y se lanzan a identificar cualquier especie de buenas a primeras. «La micología es un camino muy largo. No llega una vida para conocer todas las especies. Cuánto más sabes, más te das cuenta de que no sabes nada», sentencia.

Mercedes enfiló la senda de la micología hace tres décadas. Las setas le llamaban la atención desde pequeña. «Recuerdo que una vez paseando con mis padres vi una seta y fui hacia ella. Quería tocarla, pero no me dejaron. Me dijeron que era pan de cobra y que era venenosa. Le tenían mucho respeto», cuenta. «Con el tiempo, mi madre llegó a confiar en mí y a comer todo lo que yo traía del monte, pero mi padre nunca se fio», confiesa.

Mercedes pudo saciar aquella curiosidad de la niñez gracias a un curso para personas desempleadas. «Yo no era buena estudiante. En naturales o dibujo, que era lo que me gustaba, sacaba buenas notas, pero en el resto no. No me motivaba. Era una vaga. Además aquella para mí fue una época de rebeldía. Suspendí octavo y lo hice en el nocturno», explica.

Sin trabajo y sin ganas de seguir estudiando, Mercedes se tropezó con un curso de esos que te cambian la vida. «Era un curso de micología del Inem, de aquellos que había antes, que duraban muchas horas. Lo impartían Ricardo Rodríguez y Antonio Rodríguez Fernández, dos expertos del centro forestal de Lourizán. El segundo fue mi mentor. ¡Ahí si que estaba atenta a las clases! Recuerdo que era con diapositivas. Hacíamos descripciones de arriba a abajo de las especies, salidas al monte y cultivos de pleurotus y shiitake. Era el año 1989 y aún no existía shiitake en Galicia. Se hizo con un hongo que había enviado un laboratorio japonés a Lourizán, a través de un intercambio», recuerda emocionada la micóloga.

Al acabar esa formación, Mercedes empezó a salir al monte compulsivamente. A Estrada le daba juego. «Tenemos pinares, carballeiras, ríos, regatos, praderías, montaña... Al tener ecosistemas tan variados la biodiversidad fúngica es excepcional. Bajo los eucaliptales, en cambio, solo se dan cantharellus raquíticos. La administración no debería permitir que se sigan plantando eucaliptos a lo loco», reivindica.

Aquella carrera micológica echó el freno cuando Mercedes tuvo que irse a vivir a Vilagarcía. «Trabajaba en la hostelería y no tenía demasiado tiempo. Estaba sola y tenía un hijo que cuidar y además no tenía carné de conducir, así que dependía del bus, la bici o lo que pudiera caminar a pie. Iba a charlas y exposiciones del colectivo A Cantarela, pero no encontré la variedad de setas que tenía en A Estrada y dejé la micología un poco aparcada», cuenta Mercedes.

Tras dos años vitalmente muy duros en Pontevedra, Mercedes regresó A Estrada y se reencontró con la micología. «Mi padre se puso mal y decidí dejarme de tonterías y venirme para A Estrada y empezar a trabajar en un bar en Pontevea», explica Mercedes. En la barra de ese bar la micología volvió a ponérsele en bandeja por puro azar. Dos clientes estaban hablando de un curso. La camarera tuvo un pálpito y les preguntó si por casualidad el profesor se llamaba Antonio. En efecto, era Antonio Rodríguez, el mismo que de chiquilla le había contagiado la pasión por las setas. «Les dije que le dieran mi teléfono. Me llamó. Se acordaba perfectamente de mí. Me dijo que había sido su mejor alumna», cuenta Mercedes llena de orgullo. A partir de ahí, la micología se convirtió en protagonista en la vida de Mercedes. «Creamos la asociación Pan de sapo en Teo, con Manolo Carneiro. Antonio me enseñó a dar charlas. Al principio me ponía nerviosísima. En un día hicimos 40 socios», recuerda. Tras esa experiencia nació Estrada Micolóxica, de la mano de un puñado de aficionados estradenses. Mercedes se apuntó como una más, pero acabó sin quererlo de presidenta. Charla a charla y salida a salida, terminó convertida en referente. Y últimamente, hasta colabora en la TVG como experta en setas y huerta.

Mercedes es de la vieja escuela. Le gusta descubrir las setas con sus características macroscópicas. «Hoy hay expertos que están todo el día pegados al microscopio. A mí en eso no me apetece embarcarme ahora. La micología que me gusta es la de los noventa. Era disfrutona, gastronómica y bonita. Con muchas salidas al monte y muchas comilonas de gente que a veces lo único que teníamos en común eran las setas», explica.

 

Es fundamental tener una buena guía y observar. Si se tienen dudas, contactar con la asociación de referencia que haya en la zona. Y no conviene identificar especies vía WhatsApp.

La semana pasada hubo una floración espectacular de setas de todas las especies. Era como un bosque de hadas. Creo que estamos ante un año climatológicamente distinto. Un cambio de ciclo.