Antes de ser perito, Moncho Brea también pasó por el mundo docente. Se apuntó en unas listas de FP y dio clases de Tecnología en Someso y en Conxo. «Os rapaces son aterradores. Lembro un que levaba unha cajetilla de Winston. Eu funlle dicir que non fumara e mirei dentro e levaba unhas barras de silicona, de material da clase. Díxenlle que por favor non o volvera facer. Despois foi un alumno exemplar. Moitas veces a man dura non leva a nada», dice el maestro. Su etapa docente le dejó tiempo libre para preparar las oposiciones a perito del Concello, el último paso de la carrera profesional a la que acaba de poner punto final.
«Din moitas voltas, pero sempre foron positivas. O esforzo ten sempre un premio», cuenta Moncho resumiendo.
Un burro abandonado por un peregrino, una caída en un pozo y un machetazo esquivado
El espíritu dialogante, sereno y conciliador de Moncho Brea fue clave para la ejecución de muchos proyectos locales. Fue él quien gestionó las expropiaciones de los terrenos para ampliar los jardines. Con tan buena mano que uno de los propietarios acabó regalándole el escritorio de cerezo del despacho de su padre en la casa que se derribó. Negoció también las expropiaciones para las aceras de Vilar o las de la academia de policía, visitando puerta a puerta a 250 propietarios. No obstante, de lo que más orgulloso está es de haber conseguido las cesiones para acabar las aceras de Fernando Conde. «Decíase que os propietarios ían poñer pegas, pero eu penso que nunca se falara con eles sequera. O alcalde encargoume o traballo e non houbo problemas. Para min é unha satisfacción ver a obra acabada», cuenta.