Último adiós a Carlos Barruso con un entierro a ritmo de jazz

Rocío García Martínez
Rocío García A ESTRADA

A ESTRADA

Xoán A. Soler

A Estrada despidió al músico fallecido con música y reverencias

23 dic 2019 . Actualizado a las 21:03 h.

El músico Carlos Barruso no pudo tener una despedida mejor. A ritmo de jazz. La música fue su pasión desde niño y fue la tabla de salvación a la que se agarró cuando le diagnosticaron hace un año un cáncer terminal. Lo normal habría sido caer en el desánimo. Pero él decidió aprovechar el tiempo para seguir tocando. Para tocar con más ganas que nunca y demostrar al mundo que era uno de los grandes.

Hablar con Barruso en estos últimos meses era contagiarse de optimismo y llenarse de admiración por su actitud vital. Por sus ganas de exprimir la vida hasta el último instante.

El genial saxofonista dio con total naturalidad un Concierto de fin de vida, tocó en cuantas salas pudo, aseguró la continuidad de su escuela y fue merecedor del premio honorífico Martín Códax. Archivó meticulosamente su legado y dejó indicaciones precisas de cómo quería que fuera su funeral.

Familia y amigos cumplieron su sueño la tarde del domingo con una despedida al estilo de Nueva Orleáns. En el velatorio hubo pantalla grande en la que se proyectaron actuaciones escogidas del artista. Él no quería lágrimas. «Podéis hacer una jam session si os apetece. A mí no me va a molestar el ruido», le había dicho a un amigo músico con su característico humor negro.

Jam session no hubo, pero las piezas que él dejó elegidas y arregladas para la ocasión sonaron tal cual estaba previsto. Al concluir el velatorio, St James Infirmary, una pieza intimista. A la salida del tanatorio, mientras el coche fúnebre esperaba para arrancar hacia el crematorio, Alabama Jubilee. Una pieza alegre para despedirse del mundo con un mensaje positivo. «Nada de tristezas, quiero que se me recuerde como una persona feliz y positiva», decía siempre el músico.

A las dos piezas de jazz les siguió un gesto espontáneo de los allí presentes: un aplauso que duró minutos y tres reverencias para el maestro. Fueron el último adiós para un músico que se fue dando una lección de vida.