Las gallinas felices de Alberto

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

miguel souto

El estradense Alberto Baños cambia la oficina por la producción de huevos camperos de calidad excepcional

22 jun 2019 . Actualizado a las 09:18 h.

A Alberto Baños Lorenzo le gustan los animales. Le han gustado siempre y tiene un don especial para entenderse con ellos. Sean perros, gallinas o colonias de palomas mensajeras, que también las tiene. El estradense es feliz rodeado de vida y de naturaleza. Por eso este año ha dado un giro en su vida. Hacia lo que hacía tiempo que le pedía el cuerpo. Tras 21 años trabajando como administrativo, un buen día volvió la vista al campo y decidió que viviría de él. «Levaba tempo madurando a idea e, cando xurdiu a oportunidade, pensei: ‘Agora ou nunca’. Teño 45 anos, asi que ou o fago agora ou non o fago máis», cuenta.

Fue así como nació la firma Ovos de Volteiro, que lleva gestándose un año y tres meses en el mercado.

En una finca de Gondomar de Abaixo, en San Xiao de Vea, Alberto montó una granja de gallinas camperas. Los animales no están enjaulados ni encerrados en una nave pequeña. Tienen una nave de 90 metros cuadrados de la que entran y salen cuando quieren, pero su auténtico hábitat es una parcela una hectárea conocida como O Volteiro. De ahí el nombre de la marca.

El negocio ha arrancado con 790 gallinas ponedoras que de momento tienen poco más de treinta semanas y están aún al 90 % de producción. En la granja se recogen diariamente unas sesenta docenas de huevos camperos de la mejor calidad. En ocho o nueve meses las gallinas -con una esperanza de vida de dos años- alcanzarán el pico de puesta y la producción se incrementará hasta alcanzar el 100 %.

De todas formas, en el caso de las gallinas camperas, lo importante no es la cantidad, sino la calidad. «A vida destas galiñas non ten nada que ver coa das de granxa. Son galiñas que entran e saen cando queren, que comen bichos, herbas e areas para facer a dixestión, que ven un depredador e se agachan porque actúan como animais salvaxes... Son galiñas felices, e iso repercute na calidade dos ovos», asegura el empresario. «As galiñas, cando están ben, producen un produto de máis alta calidade», comenta.

«Os ovos non son máis grandes, incluso poden ser máis pequenos ca os de granxa porque a galiña fai exercicio, pero é un ovo de gran calidade que nos están demandando sobre todo en restaurantes de certo nivel», cuenta Alberto Baños.

«É o máis parecido que hai a un ovo da casa, pero con garantías de control veterinario e alimentación. Cos ovos da casa hai que ter coidado. Ou llos compras a alguén da túa total confianza e sabes como ten as galiñas ou senón... Nos sabes se eses ovos estiveron un mes parados na casa ou son dunha galiña que estaba enferma. Incluso hai certa picaresca de xente que vai á granxa e vende os ovos como se foran da casa...», cuenta el estradense.

Un sabor diferente

Nada que ver entre un huevo campero y un huevo de granja. «Ao rompelo no prato xa ves que é un ovo diferente. É máis amarelo e ten unha clara espesa, non transparente. A xema é consistente, queda no centro e non se desparrama, pódeselle tocar co dedo que non rompe. E o sabor, en canto o probas, non ten nada que ver», explica Alberto.

El producto está haciéndose hueco en el mercado con bastante éxito. Se vende en las comarcas de A Estrada, Santiago, Pontevedra y alrededores. Pequeños supermercados y tiendas y restaurantes que apuestan por la calidad son los principales clientes. En la zona de A Estrada, los Ovos de Volteiro se los puede encontrar uno en el plato en los restaurantes Nixon, Velis Nolis, Navegación, O Camiño, A Senra, Villaverde, O Balado (Boqueixón) o el Bar Panamá. También se pueden comprar en la frutería Castelao, la carnicería Coto, el supermercado San Martiño o el MultiPernas de Pontevea.

Por el momento, Alberto Baños es el auténtico hombre-orquesta. Él mismo se encarga de atender la granja, de la parte comercial, de la administración y de la distribución. «Os inicios sempre son agobiados, pero a vida cambiome radicalmente», cuenta. Alberto, como sus gallinas, está feliz por haber cumplido su sueño.