«Dicía Rilke que a patria das persoas é a nenez. Debe ser por iso que eu teño unha atracción tan forte polos lugares nos que medrei, e especialmente pola Estrada», cuenta el escritor Fernando Cabeza Quiles. Nacido en Ponferrada de padre de Ponteceso y madre madrileña, el autor recorrió media de Galicia antes de «casar para Carballo» y fijar residencia allí hace treinta años.
En A Estrada estuvo en la década de los sesenta. Su padre, Juan Jesús, llegó para dar clase en el Colegio Libre Adoptado Inmaculada Concepción, donde él estudió hasta los 12 años. «O meu universo era a rúa Pérez Viondi, onde viviamos; a parroquia de Ouzande, onde tiña un amigo; e Pontevea, a onde ía en bici a bañarme ao pé da ponte medieval», recuerda.
Décadas después -en el verano del 2017- Fernando Cabeza regresó a A Estrada para patearla parroquia a parroquia y rastrear los orígenes de la toponimia local. El resultado es Toponimia da Estrada, una obra que acaba de ser publicada por la Real Academia Galega y la Asociación Galega de Onomástica dentro de la colección temática Terra Nomeada. La obra, presentada esta semana, está al alcance de todo el mundo en Internet.
El volumen -de 218 páginas- tiene detrás un trabajo ingente en el que Fernando Cabeza invirtió año y medio. «Recolle a toponimia maior do Concello, que é o que ten máis entidades de poboación de todo o Estado español», explica.
El autor buceó en las fuentes documentales medievales y pateó las aldeas hablando con las que él denomina «as avoas dos topónimos». «As avoas son as únicas persoas que atopei en moitas aldeas. É unha pena o despoboamento do medio rural. Cando eu era neno as aldeas estaban cheas de vida, pero agora case non hai a quen preguntar. As que me informaban eran as avoas que quedan», cuenta Fernando Cabezas. El trabajo en los archivos -sobre todo en documentos eclesiásticos del cobro de foros- y las entrevistas se combinaron con fotografías aéreas realizadas con dron para buscar sobre el terreno indicios del «detalle natural» que a veces da nombre a las aldeas.
«Moitas veces, a toponimia é enganosa. Falsamente transparente», advierte Fernando Cabeza. Y ejemplifica con el caso de la parroquia de Cereixo. A primera vista pudiera parecer que el topónimo hace referencia a la proliferación de cerezos, pero la práctica constata que este topónimo está casi siempre vinculado a cursos de agua y, en este caso, la iglesia -donde debió estar el núcleo originario de la parroquia- se asienta al borde del río Curantes. El caso contrario es el de Aldea Grande, un topónimo transparente, en el que el origen es el que el propio nombre indica. Hay aldeas con este nombre en cinco parroquias: Aguións, Callobre, Paradela, Remesar y Ribela. Y no es el único que se repite. Costenla, por ejemplo, -que hace referencia a «cuesta»- existe en otras cinco parroquias y O Outeiro -otro topónimo transparente- lo hay en 11 parroquias. Otras tres tienen variantes: Outeiro, Outeiriño y O Outeiriño.
En su búsqueda del «detalle natural» Cabeza Quiles tubo varias alegrías. En Agar encontró la piedra pequeña a la que alude el topónimo Paraxó y en Berres constató que la Capela do Amparo se levanta sobre una roca que pudo servir de base a un pequeño fuerte o castillo y dar origen al topónimo Rocaforte.
El ingente estudio -que abarca los nombres de 51 parroquias y 516 lugares- también desmonta leyendas. Como la de Pernaviva (Cereixo). El mito habla de una pierna de un ajusticiado ondeando al viento. La toponimia alude a «piedra viva» y parece hacer referencia a una cantera.
¿Y A Estrada de donde viene? Según Cabeza Quiles es un topónimo viario que alude al paso de un camino de peregrinación.