Estudian instalar cámaras en el entorno de la iglesia estradense para erradicar las deposiciones caninas

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

r. g.

El párroco ha intentado promover el civismo desde el sermón, pero no ha surtido efecto

22 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

 Las calles de A Estrada siguen sembradas de deposiciones caninas. De poco han servido las advertencias de vigilancia policial -que no han llegado a cuajar nunca en multas- o las campañas de concienciación ciudadana lanzadas por los comerciantes.

El problema es generalizado. Afecta a calles céntricas y a otras que lo son menos. Las segundas son las que se llevan la peor parte. Aunque cualquier espacio recogido y fuera del alcance de las miradas de reprobación es candidato. Es lo que sucede de forma flagrante en la Praza da Inmaculada, una zona céntrica pero a menudo -fuera de los horarios de los oficios religiosos- bastante poco transitada.

Cuenta el párroco, José Antonio Ortigueira, que las deposiciones caninas llevan años sembrando el entorno del templo parroquial. Sin embargo, en los últimos tiempos el problema se ha agravado.

Por zonas, la gravedad del problema es directamente proporcional al nivel de exposición pública. La zona de entrada a la iglesia, igual que el resto del casco urbano, no se libra de puntuales deposiciones. Pero en los laterales empedrados que rodean la plaza el problema se acrecienta y, en la parte posterior, en la zona del ábside, adquiere proporciones preocupantes.

En uno de los laterales de la plaza, el hueco que ha dejado un árbol muerto se ha consolidado como orinal habitual. Con la temporada de lluvia, la estampa es la de una apestosa piscina con excrementos a flote.

Junto al ábside, el pavimento está alfombrado de cacas y la franja de hierba que queda entre el final del enlosado de piedra y la verja posterior es un auténtico estercolero en el que los excrementos de los últimos días van haciendo pila sobre los de los días precedentes.

Según el párroco, hay una serie de personas que han cogido el hábito de llevar a sus perros ex profeso a esa zona escondida «con determinadas intenciones».

Ni las llamadas de atención -en público o en privado- ni la labor de concienciación en el sermón de la misa sabatina han servido hasta el momento para erradicar la costumbre.

Cámaras disuasorias

A falta de civismo, desde la parroquia estradense creen que la única solución que queda para erradicar el mal hábito son las sanciones. El reglamento local de medio ambiente, limpieza pública y recogida de basura establece sanciones de 90 euros para quienes no recojan los excrementos de sus animales de compañía en la vía pública. La ley gallega, por su parte, considera la no recogida inmediata de las heces como una infracción leve castigada con apercibimiento o sanción económica de 100 a 500 euros.

En A Estrada hasta el momento no ha habido más que avisos. Desde la parroquia estudian la posibilidad de instalar cámaras de vigilancia en la parte posterior de la iglesia para disuadir a los visitantes habituales. La idea sería grabar imágenes que, en caso necesario, se podrían remitir como prueba a la Policía Local.