Cuando el amor llega a los noventa y tantos

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

r. g.

Antonio y Luisa celebran su primer San Valentín tras cinco meses de noviazgo a prueba de achaques

14 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las piernas les fallan y la memoria ya no es lo que era, pero cuando Antonio y Luisa se miran, el corazón les late como si fuesen unos mozuelos. Antonio tiene 85 años y es de Moaña. «Terra de croques», promociona. «Berberechos», aclara. Luisa es de A Pobra do Caramiñal y debe de andar por los 94. Hace tiempo que ha perdido la cuenta. «Díxome a neta que ten 94. Ela non se acorda ben», apunta Antonio. «Terei, terei», corrobora ella.

De jóvenes, a los dos les gustó andar de puerto en puerto. «Eu botaba dous días con un e xa o despachaba. Tiven moitos mozos, pero enseguida lles daba paso», presume ella entre risas. «De mozo todo o mundo os ten, ¿non?», dice él convencido. Aún así, los dos echaron amarras y acabaron pasando por la vicaría.

Antonio guarda mal recuerdo del matrimonio. «Botamos xuntos 23 anos, pero nunca nos levamos moi ben. Foi todo amañado. Nós eramos nove irmáns e eu tiña que marchar da casa. Marchei obrigado, pero a cousa nunca funcionou e no 88 acabamos separándonos», cuenta.

A Luisa quien la divorció de su marido no fue la desidia, sino la enfermedad. Un cáncer se llevó a su José hace más de veinte años. Al contarlo, sus ojos vivarachos aún se entristecen. Aguantó sola en casa en mes. Después se fue a vivir con una nieta y, al final, acabó con plaza en una residencia de tierra adentro. Como Antonio.

Pero Antonio no fue el primer novio de Luisa en A Estrada. Antes que él, tuvo otro con el que se hartó de pasear el pueblo todo lo les dieron las piernas. El amor se acabó forzosamente cuando a él le dieron el traslado a una residencia de Vigo. Ella anduvo como alma en pena una temporada. Hasta que fijó su vista en Antonio y volvió a sentir la sangre en el cuerpo. «Comiamos na mesma mesa e fómonos coñecendo», explica. ¿Y quién dio el paso? Pues ella. Rotundamente. «A min se me din que vou coller moza aquí non o creo, pero ela é un fenómeno», cuenta Antonio. «Empezou a liarme... E tirouse a min», dice. «Somos parella desde o 30 de setembro e ela anda a bicos todo o tempo», dice él. «Home, natural», replica ella. «A min estar sola non me gusta. Estando con el, xa estou ben», comenta borrando de un plumazo los achaques que la incomodan a cada momento.

«Non me deixa nin respirar», dice él completamente en serio. «É moi celosa. Pensa que todas as mulleres son as miñas mozas e se lle falo a algunha... mi madriña...», se queja Antonio. «¿E logo?», repone ella sacando hierro a las críticas. En el fondo, sabe que Antonio la quiere a su manera. «Non teño saúde e iso quítame todo o humor, pero ela é unha alegría», reconoce.

El idilio va viento en popa. Lo único que amenaza su futuro es el sistema público de residencias. El centro de mayores de A Estrada acoge en exclusiva a residentes que puedan valerse por sí mismos, aunque sea con apoyo. Sin embargo, si la salud empeora se hace obligado el traslado a otra residencia con atención a personas dependientes.

179 años de amor

Antonio asume el futuro con resignación pasmosa. «A ela non lle gusta nada estar sola, pero se eu teño que marchar, terá que coller outro mozo», cuenta. «É así», dice tranquilamente.

Luisa no quiere ni oír hablar del tema. «Se un se pon mal, hai médicos. Estamos aquí moi ben os dous xuntiños. Eu miro por el e el por min. Eu quérolle como meu home que é. Porque para min é meu home e non quero que marche», dice.

«E iso que berro moito con ela polo de andar sempre a bicos. Nin tanto ni tan pouco», cuenta él. «Pero tamén me axuda a subir no ascensor, que eu non sei onde se lle dá, e a ler as cousas que me chegan, porque eu non leo nin escribo. Nunca quixen ir á escola. Ata facía coma que vomitaba para que non me levaran. E estiven contenta coma unha cuca, pero agora pésame», confiesa. «E, aínda sendo analfabeta, chegaches a encargada nunha conserveira», le recuerda Antonio. Entonces ella le coge la mano y él la abraza tiernamente. Cuando una pareja suma 179 años de amor, la vida se ve diferente.