La dezana que cambió el balón por la bici

David Cofán Mazás
David Cofán LALÍN / LA VOZ

DEZA

cedida

Tamara Seijas comenzó su carrera de «biker» en junio y después de casi 10 años jugando al balonmano

11 nov 2024 . Actualizado a las 11:26 h.

La vida de Tamara Seijas (Lalín, 1998) no se entiende sin el deporte. La ha acompañado desde muy pequeña y en la actualidad es una vía de escape con la que sobreponerse a los sinsabores del día a día. Multidisciplinar, nunca ha tenido miedo a probar distintas modalidades y enfrentarse a retos nuevos. A sus 26 años parece haber encontrado un deporte que la hace plenamente feliz, el ciclismo de montaña. «Llevaba haciendo balonmano desde los quince años y el ciclismo es más personal. Pasé un par de años muy difíciles a nivel mental y al descubrir la bici cambió completamente la forma de desahogarme. Si estoy rayada por cualquier chorrada, es subirme a la bici y todo cambia», asegura.

Su idilio con las dos ruedas se remonta al mes de junio, al poco de dejar el balonmano. «No tenía ni idea de andar en bici, pero hubo una prueba, la Lalín Bike Race, y me dijeron que me apuntara. Daba igual si me retiraba en el kilómetro 20, iba sin presión», recuerda. «En esa prueba lo pasé un poco mal porque no sabía ni cambiar las marchas, toqué el suelo varias veces. En ese momento pensé: no se me puede dar tan mal” y le compré una a un compañero que se iba a deshacer de la suya. A partir de ahí empecé a andar más», cuenta.

Desde entonces compite con el RG Bikes Scott Team de Silleda y ya suma algunos éxitos como su segundo puesto en la Ribeira Sacra en su primera competición o la tercera posición obtenida en su debut en la Copa de España de XCM. «Tuve la suerte de que mis compañeros son unos cracks, tengo en el equipo a Lara Lois, que es campeona de España, o a Esteban Sánchez, que ganó más pruebas que años tengo (ríe). Estoy aprendiendo muchísimo de ellos», subraya.

Una vida de balonmano

Después del cocido, probablemente lo más famoso de Lalín sea su balonmano. Como lalinense de pro, Tamara también probó fortuna en el Balonmán Lalín. «Desde muy pequeña empecé a practicar deporte, con 7 u 8 años, y siempre fue la base de mi vida. Además, en la adolescencia me metí a balonmano porque era lo que hacían la mayoría de mis amigas, también era algo social», cuenta.

En el Lalín estuvo desde los 15 a los 22 años, con una pausa de dos temporadas en las que jugó en un equipo de Vigo. Después hizo las maletas para marcharse a Madrid, donde trabaja como fisioterapeuta y readaptadora, aunque ahora ha vuelto a casa para dedicarse a su oficio alternando Lalín y la capital. «Tan pronto como llegué a Madrid iba a dejar el balonmano, pero Pablo Cacheda (entrenador del BM Lalín­) conocía a Roberto Plaza, del Ikasa, que estaban en Plata y necesitaban una jugadora de mi posición. Fue una maravilla porque ascendimos y jugamos en Oro», recuerda.

Sin embargo, era evidente que su etapa jugando al balonmano tocaba a su fin. «Necesitaba un cambio mental, no quería tener ataduras y quería poder estar con mi familia en Galicia cuando quisiera. Entonces me metí en esto porque era un deporte individual y me permitía entrenar cuando y donde quiero», explica. Esa libertad de movimientos le permitió adaptarse al ciclismo muy rápidamente. «Fue dejar un deporte, encontrar este y pensar: “¡aquí me quedo!”».

Antes, la hípica

Pero antes que el balonmano y las bicis, la primera pasión de Tamara fue la hípica. «Ni mis hermanas, ni mi madre, ni mi padre hacían deporte. Yo empecé con los caballos por mi tío, porque mi primo mayor competía, y claro, siempre quieres ser como tu primo mayor. Un día me dejaron un caballo y salió bien porque quedé primera», recuerda.

Durante un tiempo llegó a compaginar la equitación con el balonmano, pero el sacrificio era inmenso. «Requería mucho tiempo, entrenábamos 8 horas diarias. Ya cuando estaba en la ESO, casi Bachiller, tuve que decidirme por el balonmano porque no me daba la vida para entrenar y estudiar», asegura.

Junto con el ejercicio físico, el deporte transmitió a Tamara ciertos valores y actitudes que desarrolla en su vida. «Lo principal es la capacidad de esfuerzo. Mis amigas siempre me lo dicen, se sorprenden que me levante a las seis de la mañana para entrenar. A veces tenemos una cena y hago la mítica de irme al baño y desaparecer. Me gusta más aprovechar un domingo para hacer cosas que estar toda la noche de fiesta», apunta.

La apuesta del Ironman

Una apuesta con su jefe la llevó a participar en el Ironman. «No había nadado en mi vida, se me da fatal. Era una de las cosas que más me preocupaban, pero al final no tardé tanto y estoy contenta porque se me dio bastante bien», señala. Sin embargo, lo que le apasiona es el ciclismo.

«Lo que realmente me gusta son las bicis, es a lo que me quiero enfocar», concluye Tamara, que desde junio perdió 10 kilos practicando este deporte «tranquilamente y sin dejar de comer», bromea.