Manuel Blanco Villar: «O museo de Doade non sería posible sen os 6.000 galegos que colaboraron con nós»

Rocío Perez Ramos
Rocío Ramos LALÍN / LA VOZ

DEZA

Miguel Souto

Dice que fue «o labor de tres vidas de todo un equipo, traballando arreo día e noite e facendo de todo»

20 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Blanco Villar ( Codeseda, en la parroquia lalinense de Doade, 1956) no cree en las casualidades, pero eso o las circunstancias de la vida le fueron llevando por derroteros que no imaginaba, para acabar creando el Museo Casa do Patrón en una pequeña aldea de Lalín y que convirtió en un referente de la etnografía, la arqueología y la cultura en Galicia. Un proyecto de toda una vida que, destaca, «non sería posible sen os 6.000 galegos que colaboraron con nós». A ellos les expresa su agradecimiento infinito, al igual que a los vecinos, al Concello de Lalín, a la Xunta, la Diputación y las universidades de Vigo y Santiago por su apoyo.

La Casa do Patrón, que da nombre a este gran complejo museístico, la compró su madre «o día que eu cumprín 15 anos coa idea de vivir nela, coa mala sorte que o cabo de dous anos morreu con 40 nun accidente». Mantuvo su nombre original «pero nos somos nin queremos ser patróns de nada». Cuenta que «non tiñamos ningunha idea de facer un museo, nin había ninguén aquí que a tivera». Cuando su madre murió abandonaron la idea de restaurar la casa y con el tiempo acabaron construyendo una nueva. La Casa do Patrón estuvo dedicada «a meter gando, herba, leña, as vacas,... estaba moi deteriorada e caendo. Os veciños a querían pero como estaba caendo non valía nada, non daban nada por ela e fai 29 anos a restauramos».

Él estaba en la junta vecinal y era el encargado de abrir el centro social parroquial. Un día «un veciño, un carpinteiro moi bo que tiña un xugo tallado precioso, doouno para o teleclub. O puxemos alí e ao chegar a casa lle dixen porque non puñamos os nosos na cociña da Casa do Patrón, que ían a quedar moi bonitos na parede de pedra». Colocaron «dous xugos e unha grada de madeira» y así empezó el museo.

Al enseñarle aquellas piezas a los vecinos, estos les fueron ofreciendo diferentes aperos y en poco tiempo reunió 150 piezas en la parroquia. Manuel Blanco comenta que «eu lle chamei museo dende o principio e na casa ríanse de min». El siguiente paso fue buscar piezas etnográficas por la comarca de Deza y más tarde por toda Galicia, que fueron restauradas con mimo. Cuentan en la actualidad con unas 6.000: 4.500 en exposición, alrededor de un millar en el almacén y unas 500 en exposiciones temporales. A ellas se suman 1.200 miniaturas de oficios y 24.700 restos arqueológicos procedentes de las diez campañas y excavaciones realizadas: 8 en el castro de Doade y dos en las mámoas, muchos del Paleolítico de uno de los castros más documentados del interior de Galicia.

El 90 % de las piezas del museo proceden de donaciones y el 10 % fueron adquisiciones a precios simbólicos. «Estaban moi deterioradas e tiveron un traballo de restauración moi importante e moi custoso, en moitos casos», explica. Manuel Blanco reconoce que «invertín todo o que gañei no museo». Agradece hasta el infinito la enorme confianza depositada por esa gente de toda Galicia que les abrió las puertas y contribuyó con sus donaciones. A los que dijeron que sí, añade, hubo otros tantos que dijeron que no. En estos años suman ya más de 150 becarios de las universidades de Santiago y Vigo, estudiantes de grado y de doctorado, entre ellos muchos arqueólogos que les ayudaron a realizar las excavaciones.

Su vida profesional, desde los 18 años, se desarrolló en un banco. Más de 40 años, casi 30 como director, en el Pastor en Lalín y se jubiló a los 60. Buen estudiante, Blanco contaba con una beca-salario para estudiar ingeniería industrial eléctrica, pero el prematuro fallecimiento de su madre le obligó a cambiar sus planes iniciales de vida.

Al gran valor económico de las piezas que recogen todos los oficios y los procesos de producción añade «algo para min moitísimo máis importante, que é o valor histórico, o enorme valor de homenaxe aos nosos antepasados e un valor sentimental e cultural inmenso». El museo recibe entre 4.000 y 5.000 niños de toda Galicia de visita cada año.

Este complejo museístico familiar, que ya tiene relevo en la hija y el yerno de Blanco y en sus dos nietas de 16 y 18 años, fue creciendo. Cuenta hoy con 15 salas en 3 edificios que albergan hasta un restaurante de comida tradicional, una capilla y una casa castreña. Fuera «está o 50 % do traballo do museo» con dos rutas de senderismo, una de ellas homologada. Un Ecomuseo en toda regla. Suman 22 libros editados, actividades como la Malla, declarada Festa de Interese Turístico Galego, la recuperación de todo el proceso del lino, jornadas de medicina natural cada año y un sinfín de iniciativas como la de convertir Doade en una aldea de cuento en Navidad con múltiples propuestas. Una programación ingente hecha con muchas manos, «a labor de todo un equipo traballando arreo día e noite e facendo de todo», afirma.