El octogenario que alegra la vida a los estradenses regalando fotos en papel

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

DEZA

Miguel souto

De joven Luna hizo fortuna retratando vecinos del rural para su primer DNI

24 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Jesús Manuel Luna Durán tiene 88 años y unas ganas de exprimir la vida que ya quisieran para sí muchos de cuarenta. «El 24 de diciembre hago 89», matiza orgulloso. Desde hace un tiempo una dolencia de espalda le obliga a caminar con andador, pero eso no es impedimento para que Luna siga patrullando las calles y acudiendo religiosamente a tomar sus vinos. «Puedo andar sin él, pero se me resiente la espalda y no me conviene», explica. El andador, además, le sirve para transportar cómodamente dos cosas que siempre lleva encima: su cámara Canon Prima Super 105 con carrete de 36 y un sobre con fotos antiguas del que siempre acaba saliendo alguna instantánea nostálgica.

La cámara de fotos —la actual o las que la precedieron— lleva casi setenta años siendo la compañera inseparable de Luna. De joven, el estradense fotografió a medio pueblo para ganarse la vida. «Trabajar no es vergüenza ninguna», dice Luna antes de empezar a relatar sus peripecias laborales. El trabajo de fotógrafo fue uno más de la variopinta lista de oficios con los que Luna sacó adelante a su familia. «Mi primer trabajo fue de carpintero, en la de Ramiro Abelleiro. Tendría 16 o 17 años. Después estuve en varias carpinterías más, entre ellas Hermanos Valcárcel. También fui zapatero un tiempo en el taller de Severino Pérez Ferrín, donde arreglábamos calzado y lo fabricábamos nuevo», cuenta. El estradense fue embotellador de vino Alborada y empleado de los míticos Almacenes Bastida, para los que repartía butano y hacía viajes comerciales. «Íbamos a la zona de Plasencia llevando madera y traíamos aceite y otras mercancías», recuerda.

Los fines de semana y festivos, Luna compaginaba sus otros trabajos con el de camarero en la cafetería Plaza. «Estuve muchos años allí con Nogueira. Me querían mucho», cuenta el estradense, que también fue empleado del Recreo Cultural desde la época en la que la sociedad tenía su sede en la Farola y contaba con bingo. «En el Casino trabajé 35 años. Yo atendía el bar y mi mujer hacía las tapas. Cuando me jubilé a los 65 me hicieron una comida de despedida a lo grande. Me regalaron un reloj de oro y un viaje», cuenta agradecido.

Como fotógrafo, Luna empezó a trabajar cuando rondaba la veintena. «Todo empezó por mi tío, Erundino Durán. Tenía un estudio un poco más abajo del Cine Principal. A raíz de eso, yo, mi hermano y un primo, Andrés Castelo, nos metimos en la fotografía. Era la época en la que se empezaron a hacer los carnés de identidad. Yo y mi primo íbamos por todas las aldeas de A Estrada con los empleados del Ayuntamiento para facilitarle las gestiones a la gente, que luego solo tenía que venir al pueblo a poner la huella dactilar. Hicimos cientos de fotos por todas las parroquias. Íbamos a las tabernas de cada aldea, instalábamos un trípode con un decorado y la gente iba pasando a fotografiarse. Cada foto llevaba un número y para cada número los operarios del Ayuntamiento cogían todos los datos», explica el fotógrafo.

«Gracias a aquellas primeras fotos gané para comprar un solar en la calle Bedelle», cuenta Luna. «Entonces ya estaba casado con la que hoy es mi mujer, Mari Paz Iglesias Couto. Ella era de Silleda pero trabajaba aquí en A Estrada en Curtidos Pérez. Cuando la conocí tenía 15 años y antes de los 17 nos casamos e hicimos nuestra casa, que nos costó 60.000 pesetas», recuerda mientras muestra viejas fotografías de juventud. «Por eso le tengo tanto cariño a la fotografía. La fotografía me lo dio todo. Gracias a ella empecé a construir una vida», dice Luna.

El estradense nunca llegó a tener estudio propio, pero recurriendo al revelado en los talleres de terceros consiguió hacer carrera igualmente en el oficio. «Retraté incluso a los marqueses de Santa Cruz de Ribadulla. No me acuerdo en qué año era aquello. Fue en una ocasión en la que el marqués se había roto una pierna», explica.

Fotógrafo de romerías

Ante el objetivo de la cámara de Luna posaron además muchos estradenses de a pie. «Iba con mi hermano José por las fiestas de las aldeas. Entonces no había móviles y la gente tampoco tenía cámaras de fotos. Los días de fiesta íbamos a hacer fotos y las cobrábamos a un duro. A nosotros nos salían por dos pesetas. Así hicimos mucho dinero», cuenta.

El fotógrafo aún guarda los negativos de muchas de aquellas fotos y también de las que hacía aprovechando las estancias en la playa con su madre. «No íbamos de hotel. Cogíamos una habitación en una casa en Vilagarcía. Se le llamaba ir a los baños. Decían que era saludable estar al menos nueve días. Mucha gente de A Estrada iba y nos veíamos allí. Yo llevaba la cámara y aprovechaba para hacerle fotos a todos y luego las vendía», explica.

Ahora que está jubilado, Luna quiere rendirle tributo al mundo de la fotografía. «Mi forma de agradecer todo lo que me dio es seguir haciendo fotos y regalándoselas a las personas», cuenta.

Los retratos cotidianos del octogenario, siempre en papel, se han convertido en A Estrada en un clásico. Sus negativos serán algún día historia viva del siglo XXI en formato anacrónico.