«La fuerza de centros gallegos se va perdiendo por falta de continuidad»

Amelia Ferreiroa LALÍN / LA VOZ

DEZA

CEDIDA

Los proyectos de colectivos en la diáspora también se recuperan tras la pandemia

22 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Portugal y Deza son destinos habituales en los desplazamientos que la argentina María Elena Da Silva Baptista realiza, con cierta asiduidad, desde su Buenos Aires natal. Dos emplazamientos geográficos que significan mucho para esta escritora, locutora y exdirectora de Cultura del Centro Lalín, Agolada y Silleda de Buenos Aires, del que sigue siendo socia; ya que en Porto y Deza están las huellas de sus antepasados. Antes de regresar a Argentina conversamos con ella sobre el sentimiento de apego a la tierra, la colectividad en el exterior, y el éxodo de muchos compatriotas que salen del país buscando otro futuro.

—Tiene raíces lalinenses.

—Si. Mi abuela, nacida en Santa Eulalia de Losón, y mi abuelo en Fontao (Vila de Cruces) emigraron en 1920 cara Argentina con el mayor de mi tío en brazos. Por parte de mi padre tengo raíces en Portugal, más concretamente en Porto, y también en Italia.

—Nació en Argentina, allí estudió y reside pero, ¿tenía referencias de Galicia?

—Mi madre fue miembro de la comisión del Centro Lalín, Agolada y Silleda. Fue socia vitalicia del centro, y tuvo el honor de recibir el Premio Gallega del Año, no siéndolo al haber nacido en Buenos Aires. Es un galardón que yo tengo en casa, y guardo con mucho afecto. Fue una mujer que trabajó mucho por la colectividad. El andamiaje que me permitió ser parte del Deza, independientemente de mi interés, fue la familia ya que siempre hay alguien que fortalece ese nexo y ahí están nuestros ancestros. En mi caso: mis abuelos: Piedad y Ramón. Cada uno a su manera me transmitió esa herencia cultural.

—Sus abuelos al igual que otros muchos dezanos en su llegada a Argentina se fueron juntando y constituyeron sus centros. ¿Cómo se mantienen actualmente?

—Al igual que en todas partes todas las actividades, proyectos y sueños tuvieron que esperar por la pandemia, pero van recuperando el ritmo. Sin embargo lo que pesa en la colectividad gallega son los años, las generaciones... La fuerza de muchos centros gallegos se van perdiendo por falta de continuidad. Al morirse los mayores, los que iniciaron esa movida, las siguientes generaciones en muchos casos no siguen los pasos de sus padres o abuelos. Cierto que también hay centros que tienen una vitalidad extraordinaria.

—¿El Centro Lalín, Agolada y Silleda cuenta con esa vitalidad?

—Se está intentando recuperar. El Centro Lalín, desde mi punto de vista, siempre fue más un centro político. No fue tanto un centro cultural con su cuerpo de baile... Yo fui directora de Cultura durante muchísimo tiempo y se hacían unas jornadas dezanas muy importantes con visitas de la profesora Pilar Negro, Enrique Monteagudo... que aportaron desde Galicia una visión sobre temas en los que son especialistas. El centro cuenta con el restaurante Lalín, famoso por su comida gallega, pero hay otros centros como el de Vedra que es un paradigma. Cuenta con cuerpo de baile excepcional, cantareiras, gaiteiros, elaboran instrumentos antiguos...

—¿Algunas de estas agrupaciones que un referente en su momento pueden entonces desaparecer?

—Es la vida. En el Centro Lalín, Agolada y Silleda queda solamente un par de personas de aquella generación... El actual presidente José Luis Seoane, hijo de silledenses, está trabajando mucho pero los centros cuentan generalmente con pocas personas.

—Se planteó en varios ocasiones una fusión con el Centro de Vila de Cruces.

—Es cierto y no se pierde la ilusión de hacerlo. Existe una relación muy estrecha con la gente de Vila de Cruces. Supongo que por cuestiones estatutarias no se puede materializar el tema. Rodeiro también tiene un centro, pero ahí sabemos que es imposible que se fusione al conformarse la agrupación de manera diferente. En Cruces existe la voluntad. Hay afecto, y seguro que en un futuro se podrá lograr esa fusión con Vila de Cruces.

«Argentina antes era un oasis pero hoy preocupa la inseguridad y la inflación»

De su abuela Pilar recuerda María Elena las anécdotas que le contaba de su infancia y juventud en Galicia antes de emprender una larga travesía en barco, desde Vigo hasta Buenos Aires, con 19 años y un hijo en brazos. Una mujer que estaba muy unida a su tierra; «incluso hoy te puedo repetir con perfecta claridad lo que era su casa, los campos, sus padres y sus hermanos», comenta con emoción María Elena. De su abuelo Ramón destaca su faceta musical; «era un gallego más metido para adentro, más parco, pero del que recibí una enorme herencia cultural y musical. Formó parte de uno de los cuartetos más emblemáticos de su tiempo, de la música gallega en Buenos Aires: el Cuarteto Sierra».

De los recuerdos de su niñez a la realidad de la inseguridad y de la inflación, dos espadas de Damocles que penden de argentinos y residentes en el país, y que centran buena parte de la preocupación de sus habitantes. «Argentina antes era un oasis, pero en los últimos años ha cambiado, y supone uno de los temas de más preocupación para los residentes». Lo mismo sucede con la inflación que, a juicio de María Elena, «va del hombro con el argentino. Es como tener un amigo no deseado, pero la inflación forma parte de nuestra vida y sin visos de solución. Los programas que aplican fracasan uno detrás del otro».

Argentina, una tierra que abrazó a miles de emigrantes dezanos y gallegos, pero que ahora ve como muchos salen en procura de un futuro diferente. «Hay que ir cuatro horas antes al aeropuerto ya que no solamente está el turista que viaja, también hay familias enteras esperando un vuelo. Hay gente que piensa, y no sé que número lo logrará, que puede encontrar algo mejor. Y muchos no lo hacen al no disponer de los medios necesarios».