María Teresa Rendo: «Vivo en París, pero me siento tan gallega que tengo tatuajes celtas»

amelia ferreiroa LALÍN / LA VOZ

DEZA

cedida

En su ajetreada agenda laboral entre Francia y España, busca descanso en Cruces

02 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No nació en Galicia pero siente la tierra. María Teresa Rendo Botana (París, 1977) es hija de emigrantes y cuenta los días para poder disfrutar de nuevo de los parajes y sosiego que le transmiten Brandomés y Vilar (Vila de Cruces), cunas de sus padres. Su trabajo, centrado en ventas, comunicación y eventos, la obliga a viajar de manera permanente entre Francia y España, lo que le permite también disfrutar de lo mejor de los dos países.

—Cambiando de lengua habitualmente al viajar a menudo entre Francia y España.

—Efectivamente. Mi puesto consiste en gestionar el posicionamiento de Expensya; que es una empresa fundada en 2014 en París por dos ex ingenieros de Microsoft con el objetivo de ayudar en el proceso de gastos, digitalizando documentos de manera certificada, en el mercado español y portugués. Contamos actualmente con 160 empleados y me parece importante viajar a España para reunirme con los clientes y socios, poder conocerles y hablar personalmente con todos ellos aunque el covid cambió un poco el ritmo, pero ya de nuevo estoy entre aviones y trenes (ríe).

—¿Cómo se implantaron en nuestro país?

—Por nuestros clientes internacionales que tenían entidades que nos necesitaban aquí, así que desde hace tres años nos hemos posicionado en el mercado ibérico con la homologación de la AEAT y con clientes que van desde autónomos, pasando por pymes y hasta grandes cuentas. En mi caso me ocupo de hacer que todo lo que realizamos respete el mercado y que nuestras acciones sean correspondientes con las necesidades. Cada país tiene sus costumbres, sus ejes y formas, así que no se trata solo de llegar y estar presentes. En España hoy tenemos un equipo propio con soporte, márketing y comunicación.

—¿Qué papel juega Galicia en todo ese su contexto?

—Soy una gallega que vive en París, y me siento tan gallega que tengo tatuajes celtas (ríe). Soy hija de emigrantes de Brandomés y Vilar, en Vila de Cruces, dos pueblos en uno que solamente separa una iglesia, y muy unidos. Soy de las que pasa sus vacaciones allí, aprovechando cada momento de la aldea y de la conversación con los vecinos. También visito la región, pero nunca lejos de mi pueblo, para enseñarles a mis hijas Evy y Lea los tesoros de Galicia Calidade. Volver a mi aldea es volver a mi casa a pesar de que también tenga momentos difíciles; esta misma semana fue especial, con un cumpleaños triste en el que perdí a mi padre y lo traje a su tierra. No me podía imaginar dejarle en Francia, él que me compartió todo el cariño por nuestra tierra!

—Deza aportó mucha mano de obra a Europa.

—Cierto. Mis padres emigraron en los años 63/64. Mi madre, Luisa Botana Cao, llegó a París con 17 años porque tenía a su hermano ya trabajando en la ciudad y mi padre hizo lo propio un año después, completamente enamorado y para estar con ella. Era una época en la que había muchos gallegos en París, por la zona de Nación. Vivían en habitaciones de hoteles con vecinos de aldeas o primos. Había que marchar de Galicia para encontrar trabajo y me emociona pensar en lo duro que debió ser dejar familia y amigos para emprender en un país con una lengua diferente, y sin saber lo que les esperaba. Muchos sabían coser o trabajar en el campo pero no vivir en una ciudad de este tamaño. Francia era uno de los países de referencia para emigrar, pero varios primos también se fueron a Alemania, Suiza, Italia, Holanda... Marchaban generalmente a lugares donde tenían algún conocido para contar con un mínimo de apoyo.

«De niña en Francia era española y en España era francesa, pero mis padres me inculcaron valores»

María Teresa vivió de cerca, desde niña, lo que significó la emigración para sus padres y para otros muchos conocidos.

—Por lo que vi fue duro. Imagínate no conocer la lengua, una gran ciudad con metro, mucha actividad, estar lejos de los tuyos y sin volver a veces durante todo un año a Galicia; como hicieron mis padres para lograr tener la situación que tuvieron. Eran horas de trabajo. Los emigrantes tenían que vigilar cada gasto, asegurándose de que fuera necesario. Que conste que yo siempre tuve lo que precisaba y quería. Nunca podré darles las gracias suficientes a mis padres por lo que me ofrecieron, y todo lo que seguramente se privaron por mí.

—¿Qué descripción hacían sus padres de la aldea cruceña?

—Siempre me contaban cosas bonitas, y momentos dulces que vivieron antes de llegar a París; las fiestas a las que iban andando por el monte al existir pocas carreteras, la ausencia de teléfonos en las casas, el burro que tenían mis abuelos que era el coche que había (ríe)... Siempre tenían nostalgia y palabras positivas de la aldea, y por suerte tuve la ocasión de vivir cosas geniales como ellos lo hacían antes: sacar las vacas, ir a buscar hierba para los animales, recoger patatas, darle el pienso a las gallinas... Que momentos maravillosos!

—¿Se sintió extranjera?

—De niña, la situación al principio fue difícil ya que en Francia era española y en España era francesa. Mis padres no me podían ayudar con los deberes al no saber el idioma pero me apoyaron al máximo en cada etapa y me inculcaron valores. Son mis héroes ya que emigrar fue un gran paso el que dieron y consiguieron grandes cosas. Y especial agradecimiento también a mis primos Pepe Pardo y Cruz Vilela, que son como hermanos.