Cuando las abejas son de la familia

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

DEZA

cedida

Muchas casas de A Estrada y Montes tuvieron antaño apiarios integrados en sus paredes con acceso desde el interior. Alguno se ha recuperado

30 jul 2021 . Actualizado a las 22:30 h.

¿Se imaginan dormirse con el zumbido de las abejas en la habitación? A algunos les parecerá una pesadilla y a otros el más dulce de los sueños. En realidad no es ni más ni menos que lo acontecía en muchas casas de A Estrada y Terra de Montes en el siglo pasado. Poca gente hay ya que lo recuerde, pero las edificaciones de la zona conservan todavía numerosos vestigios arquitectónicos de esta integración de la apicultura en la vida doméstica.

Esos vestigios han llamado la atención últimamente de algunos devotos locales de la etnografía, que han empezado a recopilar historias y a documentar con fotografías un patrimonio que poco a poco se está perdiendo por desconocimiento o por dejadez.

Está constatada la presencia de estos curiosos apiarios integrados en los muros de las casas en las aldeas de Vilar, en Figueiroa (Cerdedo), en Torreboredo, en la parroquia estradense de Souto, o en los lugares de As Quintas, Currelos y Fontenlo, en Codeseda.

En todos los casos, la existencia de estos apiarios -denominados lacenas- se hace evidente desde el exterior, donde se aprecia siempre un pequeño hueco destinado a la entrada de las abejas. Dentro de la edificación estarían las colmenas cerradas, a las que se accedía para el castrado desde el interior, por una puerta de madera. El pequeño orificio exterior -llamado piqueira- es común a todas las lacenas, igual que los salientes de piedra situados debajo, que se llaman pousadoiros, por ser donde se posan las abejas para emprender el vuelo o cuando llegan cargadas para entrar en la lacena. No obstante, hay diferentes tipologías. Como por ejemplo las lacenas en las que la tapa se prolonga al exterior formando un topete -una especie de tejado en miniatura para proteger la entrada de la lluvia-.

Las lacenas fueron habituales en la comarca de Terra de Montes y en la Costa da Morte, donde los investigadores Xesús García Devesa, David García y Manuel Vilar han documentado también ejemplos con protecciones laterales contra el viento y con frentes ornamentales, tanto en casas como en pazos, pajares, molinos, palomares o iglesias.

Según relata la investigadora Carme Toba, antiguamente las lacenas se cerraban por dentro con unas tablas que eran recebadas con bosta de vaca seca, que ni huele ni mancha. En algunas casas, para disimularla, la bosta se pintaba con cal. Según explica, las duras condiciones climatológicas y el interés por vigilar de cerca la lacena -era difícil robarla estando integrada en la casa- favorecieron la construcción de estos apiarios domésticos. Toba recuerda, además, que Terra de Montes fue potencia gallega en cererías y eiras para el blanqueo de cera. Las abejas no solo garantizaban la miel en un momento en que el azúcar era artículo de lujo. También proporcionaban la cera para las velas cuando en las casas aún no había luz eléctrica.

En Terra de Montes, el redescubrimiento de las lacenas es reciente y todavía no existe un estudio detallado de todas ellas. En cambio, la comarca puede presumir de algún ejemplo de lacena recuperada y en uso. Su finalidad no es productiva. Lo que busca más bien es preservar una tradición que se está muriendo.