En todos los casos, la existencia de estos apiarios -denominados lacenas- se hace evidente desde el exterior, donde se aprecia siempre un pequeño hueco destinado a la entrada de las abejas. Dentro de la edificación estarían las colmenas cerradas, a las que se accedía para el castrado desde el interior, por una puerta de madera. El pequeño orificio exterior -llamado piqueira- es común a todas las lacenas, igual que los salientes de piedra situados debajo, que se llaman pousadoiros, por ser donde se posan las abejas para emprender el vuelo o cuando llegan cargadas para entrar en la lacena. No obstante, hay diferentes tipologías. Como por ejemplo las lacenas en las que la tapa se prolonga al exterior formando un topete -una especie de tejado en miniatura para proteger la entrada de la lluvia-.
Las lacenas fueron habituales en la comarca de Terra de Montes y en la Costa da Morte, donde los investigadores Xesús García Devesa, David García y Manuel Vilar han documentado también ejemplos con protecciones laterales contra el viento y con frentes ornamentales, tanto en casas como en pazos, pajares, molinos, palomares o iglesias.