Pico Fuciño, una granja estradense para ver llamas y acariciar corderos

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

DEZA

miguel souto

Isabel Villamor y Roberto Ríos crían más de 70 animales por pura afición y reciben múltiples visitas de curiosos

05 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

No es una granja escuela, pero podría serlo. La granja Pico Fuciño -con fincas y cuadras repartidas entre las parroquias estradenses de Callobre y Moreira- es la afición que absorbe todo el tiempo de ocio de Isabel Villamor y de Roberto Ríos.

En ella hay llamas, gallinas de Guinea, burros, corderos, cabras y todo tipo de animales que los fines de semana atraen a muchos visitantes. «Nós sempre temos as portas abertas. Sobre todo aos nenos gústalles moito vir porque aquí non hai unha alambrada para mirar de lonxe. Pódenlle dar o biberón aos años, acariciar aos pitiños recién nacidos e interactuar co burro», explica Roberto.

Cuenta Isabel que, desde pequeña, tuvo auténtica devoción por los animales. «Na miña casa non os había, pero eu sempre tiven claro que en canto tivese independencia económica, iría xuntando aforros para ter unha finca con animales», explica. «O meu pai sempre me dicía: ‘¿Non podes ser unha rapaza normal e pensar en comprar roupa?’. Non entendía moi ben esta afición miña», explica. Pero ella siguió en su empeño y, en su finca de Callobre, fue reuniendo ovejas, cabras, burros, algunos ejemplares de galllinas piñeiras, moñudas y de Mos, un perro labrador y hasta tres alpacas que ponen la nota exótica y que han multiplicado las visitas a la granja. «Son orixinarias da zona de Perú ou Bolivia. Nós comprámolas no País Vasco. En España hai granxas que as crían para aproveitar a lá, coa que se tecen pezas caras. Nós de momento non lla aproveitamos», cuenta Isabel. Según asegura, las llamas están bien adaptadas. Pueden elegir entre dormir a cubierto o a la intemperie pero, aún en pleno invierno, eligen el exterior. «Aínda que chova non se meten dentro», explica la ganadera.

Por su parte, Roberto Ríos sí tuvo contacto con el mundo animal desde pequeño, pero también es un gran apasionado que dedica todo su tiempo libre a atender a su colonia. En la parroquia de Moreira dispone cuadras y zonas de pasto y cultivo de forraje en fincas cedidas que él se encarga de mantener limpias. Cuenta con cabras, ovejas, conejos, vacas, una cerda y gallinas de Guinea. «Son moi escandalosas. Berran moito e montan unha orquesta en cero coma», cuenta.

Isabel y Roberto llevaban años atendiendo sus granjas por separado. Hace poco decidieron trabajar en común, bautizaron el proyecto como Pico Fuciño y empezaron a contar sus aventuras ganaderas en las redes sociales. «Somos como unha cooperativa de axuda mutua. Organizamos o traballo para rentabilizar o tempo e os medios», explican. Las fotos y las anécdotas compartidas mutiplicaron las visitas.

Tanto Isabel como Roberto tienen otros trabajos como fuente de ingresos. Pero en cuanto pueden se escapan a las fincas. «É un vicio que ao principio non todos entenden», dice ella. A su pareja, Iván Domínguez, los animales le gustaban lo justo cuando conoció a Isabel. «Ahora xa lle gusta vir para aquí e botar unha man. Igual que á miña irmá María», explica.

Isabel y Roberto están tramitando los permisos para convertirse en núcleo zoológico. En principio sin más pretensión que el ocio, aunque reconocen que, en el futuro, no les disgustaría sacar rendimiento a una pasión que ahora les genera mucho gasto. Una granja escuela sería una buena alternativa. Pero aún está muy verde.