Derriban la casa del octogenario que vivía entre ruinas y basura en Ramiráns

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

DEZA

miguel souto

El hombre se mudó a vivir con un hijo tras la mediación del Concello con la familia

05 feb 2020 . Actualizado a las 21:42 h.

Pocas veces un conflicto enquistado como el de la aldea de Ramiráns, en la parroquia de San Andrés de Vea (A Estrada), acaba con final feliz para todas las partes. Esta vez ha sido posible, aunque cierto es que la solución ha tardado décadas. La casa ruinosa ha sido derribada, los vecinos han recuperado la tranquilidad y la salubridad en el entorno y el ocupante de la infravivienda ha accedido a mudarse a la residencia de un hijo tras años viviendo, por voluntad propia, en condiciones de abandono personal y social.

El problema de raíz es el trastorno del comportamiento que padece el propietario de la casa que acaba de ser derribada. El dueño, aquejado de síndrome de Diógenes, sumaba más de tres décadas viviendo solo en condiciones infrahumanas y acumulando grandes cantidades de residuos tanto dentro de su vivienda como en todo el entorno, llegando a invadir zonas públicas.

La situación siempre incomodó a los vecinos por los malos olores y la insalubridad que generaba. No obstante, la tensión vecinal fue creciendo a partir del 2005, cuando un incendio en el que falleció la madre del hombre arrasó la casa y dejó comprometida su estructura. Pese al deplorable estado de la vivienda -sin tejado, sin luz y sin agua- el dueño de la vivienda se empeñó en continuar viviendo en ella sin realizar obras de reconstrucción. Los vecinos -una de las casas de la aldea está separada de ella solo por una pared medianera- buscaron por todos los medios que la administración actuase. Por miedo al desmoronamiento de la vivienda, por incomodidad con la suciedad en el entorno y por la propia integridad de su vecino.

El departamento de Servizos Sociais del Concello de A Estrada intervino en varias ocasiones, pero no fue posible arrancar al hombre de lo que para él era un hogar. Por dos motivos. Por una parte, porque no se trataba de un caso de emergencia social al uso, ya que el hombre disponía de recursos para vivir en otro lado y permanecía en su casa por voluntad propia. Por otra, porque en las dos ocasiones en las que se intentó incapacitarle para obligarle a cambiar de vida el juez concluyó que tenía plenas capacidades.

De forma paralela al trabajo desde Servizos Sociais, el departamento de Urbanismo del Concello declaró la vivienda en estado de ruina. Fue en el 2015. El informe decretó la ruina tanto económica como técnica de la totalidad de la edificación. Económica porque el coste de recuperación de la construcción sería superior a la mitad del coste de hacerla de nuevo. Técnica porque se consideró que existía un agotamiento generalizado de los elementos estructurales y que la estabilidad de la casa peligraba.

Un derribo decretado en el 2015

En vista de los informes, el Concello ordenó la demolición de la construcción, que además ocupaba parte de un camino público. El propietario se negaba a ejecutarla e insistía en pedir licencia para una supuesta rehabilitación que ya no era posible. Mientras, los vecinos seguían presionando para que el derribo se llevase a cabo. El gobierno dio entonces un ultimátum al propietario que este no cumplió. Aplicó luego multas coercitivas que tampoco tuvieron efecto y, finalmente, el juzgado puso fecha para la ejecución subsidiaria del derribo.

Los familiares ejecutaron la demolición y se comprometieron a retirar todos los residuos

La mediación del nuevo edil de Urbanismo, Gonzalo Louzao, fue fundamental para que la orden de derribo pudiese ejecutarse al fin de la forma menos traumática posible. Louzao contactó con la familia del octogenario para explicarle cuál era la situación, dejando claro que no podía haber ni vuelta atrás ni más demoras en la demolición y mostrándole su voluntad «de cumprir coa legalidade da mellor maneira posible para todos». Según explica Louzao, en menos de una semana la familia convenció al hombre para mudarse a vivir con un hijo en A Estrada. Asimismo, los familiares pidieron al Concello poder contratar ellos mismos la demolición conforme al proyecto municipal, ya que de esta forma podría salirles más económica que la que ejecutaría el Concello repercutiéndoles luego los costes. Como señal de buena voluntad, el Concello anuló de mutuo acuerdo el expediente de contratación que ya tenía en marcha, aunque impuso como condición un plazo límite para ejecutar el nuevo derribo y que el Concello mantuviese la dirección de obra para poder ejercer una labor real de control sobre el derribo. Ambas partes cumplieron su parte del trato y el derribo se llevó a cabo la semana pasada, de martes a viernes, sin dramas ni tensiones de ningún tipo.

Desde el 23 de diciembre, el propietario reside con su hijo en A Estrada e intenta adaptarse a la nueva situación. La familia, con la colaboración del Concello, retiró ya los residuos que invadían zonas de dominio público y se comprometió a limpiar el resto de la parcela en cuanto les sea posible.

Louzao agradece el esfuerzo de comprensión tanto por parte de la familia como de los vecinos, que ha permitido llevar un asunto peliagudo a buen puerto.