A sus 90 años, asegura con conocimiento de causa que la edad no tiene nada que ver ni con el arte, ni con los pinceles. Desde su refugio en A Caeira (Poio) crea obras que se expondrán luego en lugares como el Gran Hotel de A Toxa, o como el Parador de Baiona.
-Empezó usted a pintar tarde, con 50 años... ¿Se imaginaba el éxito que iba a cosechar?
-Yo no me imaginaba nada. Pero Álvaro Cunqueiro me dijo que iba a triunfar. Y tenía razón: triunfé.
-Dicen los críticos que es usted un acuarelista de referencia. ¿Cómo sienta eso?
-Pues produce mucha satisfacción, la verdad. Y produce mucha satisfacción, también, ver que la gente compra tus cuadros. Y no solo por el beneficio económico que conlleva (se ríe) sino porque significa que les gusta tu obra, y eso hace que te sientas contento.
-Habrá vendido cientos de cuadros. ¿Recuerda alguno?
-Severo Ochoa, por ejemplo, me compró uno. Y muchos políticos destacados de los últimos cuarenta años. Hasta un embajador de Estados Unidos se llevó una vez 17 acuarelas para una sala de juntas en el Empire State...
-Vaya, que debe de haber cuadros suyos en los lugares más insospechados...
-Pues sí. Hasta en Australia, porque una vez le vendí un cuadro a un empresario de allá que estuvo en Baiona.