Yeremay Hernández: el chacho que manejaba con cholas que supo ser futbolista

Iván Antelo A CORUÑA

DEPORTES

CESAR QUIAN

La calle le dio el genio futbolístico que logró madurar en el Deportivo

17 jun 2025 . Actualizado a las 10:22 h.

Teresa lo vio antes que nadie, cuando la madre de Yeremay Hernández planeaba apuntar al tercero de sus entonces cuatro hijos a natación, con apenas tres añitos: «Muchacha, quítate esa tontería, que este niño tiene algo en las piernas para jugar al fútbol; ¿no ves que hasta con cholas (chanclas) hace locuras con un balón más grande que él?», explicaba su tía abuela. Y fue ella, Teresa, la que se encargó de que el niño comenzara a forjar su leyenda en el fútbol, mientras su madre trabajaba de sol a sol para sacar la familia adelante. También la que suplicó para que pudiese ir al Real Madrid, poco antes de fallecer.

El fútbol de Peke, como le llamaban aludiendo a su pequeña estatura y a la corta edad con la que burlaba a mayores, nació en la calle. En el barrio de El Polvorín, un enclave peculiar de Las Palmas con fama de conflictivo en el pasado, especialmente en los años 70 y 80, relacionado con problemas de marginalidad.

Ese desparpajo callejero de Yeremay, que todavía conserva hoy, fue lo que hizo que el todopoderoso Real Madrid llamara a su puerta, con solo doce años, siendo alevín del Las Palmas. Un crío de barrio en un club de etiqueta como el blanco. Un choque social que no funcionó. Solo duró años. Necesitaba encontrar su sitio. Y ese estaba aún más lejos de su isla.

El Deportivo le abrió las puertas de su residencia cuando Yere solo contaba con 14 años. Y sufrió a su lado un duro revés familiar, al poco de llegar a A Coruña. «Se nos fue la vieja, la reina, la mejor abuela del mundo», escribió a su madre, el hoy 10 blanquiazul.

En los cadetes y los juveniles del Dépor, Yeremay encontró paz. Un lugar en el que desarrollar su maestría, al tiempo que su cabeza también maduraba el genio labrada en El Polvorín. Tras la pandemia, le tocó lidiar con un irregular último año como sub-19, con Óscar Gilsanz de entrenador, en el que incluso perdió su sitio en el once. Fue una lección para él. ¿Cómo era posible que siendo el mejor de su generación, sus compañeros fuesen campeones de España con él en el banquillo?

Yeremay no copó aquellas portadas tras la gesta de Marbella. Era suplente y no celebró el título con el protagonismo que a él le hubiera gustado. Pero ganó mucho más. Su cabeza hizo clic y ahí decidió hacerse futbolista, de verdad. Profesional. Sin renunciar al manejo de bola que tenía con las cholas puestas.