
McIlroy, el más brillante golfista de la generación posterior a Woods, completa con el Masters el Grand Slam en su carrera y se quita un peso
15 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Después de un domingo de Masters, de alternativas, de vaivenes, y de nueve últimos hoyos apasionantes, Rory McIlroy (Hollywood, Irlanda del Norte, 1989) ganó el único de los cuatro títulos del Grand Slam que le faltaba. Lo consiguió once años después de haber dejado la colección casi al completo, con los otros tres grandes torneos, el US Open, el Campeonato de la PGA y el Open británico. Y el final, en el que necesitó un desempate tras desperdiciar un putt de metro y medio para ganar antes en el 18, resultó vibrante.
SU DIMENSIÓN
En lo alto del golf europeo y con años de auge por delante
Rory es desde hace tiempo el mejor jugador de su generación, ese grupo de golfistas por debajo de los 40 años que coincidieron solo en parte con los mejores días de Tiger Woods. Y su título del Masters le hace justicia, porque a su extraordinario rendimiento no le acompañaba su capacidad para culminar victorias. Ya tiene un lugar grande en la historia de nuestro deporte, si no como el más grande de los europeos, a la altura de Seve Ballesteros. Además, considero que, una vez que se ha despejado del peso de no haber ganado el Masters y acumular ya 11 años sin una victoria en un grand slam, ahora podemos ver a un McIlroy de nuevo peligrosísimo en los principales campeonatos. Tiene como mínimo cinco o seis años de máximo rendimiento por delante. Es curioso que el público americano premia su fidelidad al PGA Tour y lo prefería a DeChambeau, que se fue al LIV. Ahora los grandes también ofrecen ese pulso entre circuitos.
EL CIERRE
Golpes únicos y algún desliz
McIlroy ganó y dio espectáculo, con momentos de un nivel extraordinario, sobre todo sus segundos golpes en el 15 y en el 17. En el debe, su golpe al agua desde 80 metros en el 13, algo impropio, mire por donde se mire, de un deportista de su nivel, porque tenía hasta margen a la izquierda de la bandera para jugar con seguridad; y otro error, su segundo golpe en el 18, cuando podía sentenciar y falló el green de nuevo con un golpe corto y sencillo.
EL CONTEXTO
La influencia del dinero
Al hilo del desenlace del Masters, y de la evolución del golf, un deporte que ha aumentado exponencialmente sus premios, me gustaría hacer una reflexión. En los años 60 y 70, por ejemplo, los jugadores hacían su dinero fundamentalmente con los premios de los torneos. Competían enfocados y motivados, se agarraban al campo hasta perder la mínima opción de ganar o terminar lo más arriba posible. En las últimas décadas los jugadores tienen tal cantidad de dinero —una situación acrecentada con las millonadas que garantiza el LIV—, que en ocasiones hacen cosas raras, juegan con excesiva alegría o despreocupación. Hasta en los momentos decisivos.
EL SEGUNDO
Rose y la entereza del subcampeón
Justin Rose llegó hasta donde le permitió su juego, con una vuelta muy bien pensada. Estuvo impecable y con una mentalidad y manera de enfocar la jornada perfectas. Si cometió algún error, tan solo fueron los normales de una jornada tan exigente.
EL DERROTADO
DeChambeau
No tuvo paciencia Bryson DeChambeau. Jugó al ataque, pero no sé si de la manera más ordenada, y no tuvo paciencia de esperar su momento. En el 9 siente que McIlroy se le escapa y me da la sensación de que ya no pelea con todas sus fuerzas, sino que se da un poco por derrotado. Una sensación que entronca con la crítica que hacía antes y la influencia de las millonadas que tienen garantizados los jugadores; en su caso, con el LIV.
EL EMERGENTE
Aberg, naturalidad y talento
No tardará mucho Ludvig Aberg en celebrar un major. Juega con tranquilidad y naturalidad, premisas que me encantan. No se piensa una eternidad cada golpe, sino que toma una decisión y cree en ella.
JON RAHM
Correcto papel, falto de competitividad
Jon Rahm no jugó mal, pero arrastra el problema de la falta de competitividad que impera en el LIV. Y eso lo paga. Entendido esto, no hizo un mal Masters, aunque no estuvo al nivel de lo que puede dar.
El consejo clave: «Habríamos firmado esto el lunes»
Rory McIlroy tiene una relación especial con Harry Diamond que trasciende la ya estrecha confianza ente un jugador y su cadi. El hombre que lleva sus palos y le aconseja sobre palos, corrientes y distancias es algo más para el reciente campeón del Masters. Cuando McIlroy se hundió en un final errático en su ronda del domingo en Augusta, Diamond encontró las palabras justas para levantarle en un momento tan doloroso y delicado. Cuando su victoria se escapó por un putt de metro y medio y tuvo que disputar el play off. «Querido amigo, habríamos firmado esto el lunes por la mañana», le dijo en referencia a una situación, la del desempate, que le mantenía, pese a todo, muy cerca del título.
«[Ganar el Masters] es un sueño hecho realidad. He soñado con ese momento desde que tengo recuerdos. Ver a Tiger (Woods) aquí en 1997 hacer lo que hizo, y ganar su primera chaqueta verde, creo que inspiró a muchos de mi generación a emular lo que él logró. Hubo momentos en mi carrera en los que no sabía si tendría esta prenda sobre mis hombros», confesó ante la prensa el campeón.
McIlroy confesó que estuvo «increíblemente nervioso», indicó que fue «uno de los días más duros» que recuerda jugando a golf y definió la jornada «como una montaña rusa completa de emociones». Pero, al final, todo valió la pena. Ya tiene los cuatro grandes.