Ver jugar a Nikola Jokic me recuerda al maestro de la magia René Lavand, el cual con solo una mano y a una velocidad que rozaba la pausa era capaz de asombrar a los espectadores con trucos increíbles. Todo aquello era posible debido a su depurada técnica y a su dominio del tiempo y del escenario.
Jokic hace lo mismo cada vez que sale a la cancha, domina el tiempo, timing, y el espacio, spacing. Y a esa doble cualidad el pívot de los Denver Nuggets le une una gran técnica individual.
Nikola Jokic no es el más rápido, ni el más fuerte, ni el más atlético de la NBA, ni posee un físico privilegiado, pero maneja un músculo que controla a todos los demás, el cerebro. Jokic tiene un cerebro privilegiado para el baloncesto, lo que hace que domine el timing y el spacing. Y quien domina el timing y el spacing domina el juego.
En una sociedad en la cual cada vez más se potencia el culto al cuerpo, en busca de unos cánones de belleza perfectos, y en la que esa filosofía se extrapola al deporte en general, emerge la figura de Jokic, un pívot que rompe con todos esas normas porque el talento y la inteligencia siempre se impondrán al físico y a la fuerza. Como dirían los viejos del lugar, más vale maña que fuerza, y Jokic tiene mucha maña para jugar al baloncesto.
Víctor Pérez fue miembro del cuerpo técnico del Obra, específico para el juego interior