Álvaro Morata confiesa que sufrió depresión y que estuvo medicado: «Llegó un momento en el que me daba vergüenza estar con mis hijos»

Paulino Vilasoa Boo
P. VILASOA REDACCIÓN

DEPORTES

El futbolista Álvaro Morata
El futbolista Álvaro Morata Thilo Schmuelgen | REUTERS

«Tienes como una persona dentro de ti contra la que tienes que luchar», explica sobre la salud mental, que ha querido visibilizar para ayudar a gente en circunstancias similares: «Da igual la situación que tengas en la vida, te puede pasar igualmente»

10 oct 2024 . Actualizado a las 13:29 h.

El futbolista Álvaro Morata se ha abierto en canal y ha contado por primera vez en público los episodios de depresión que ha vivido en los últimos años y que le han llevado a necesitar tratamiento y medicación. El capitán de la selección española que alzó la Eurocopa el pasado julio ha revelado en una entrevista con Alberto Herrera que sufrió ataques de pánico y momentos muy duros que lo llevaron a tener incluso vergüenza al estar en presencia de sus propios hijos. «Da igual tu trabajo o la situación que tengas en la vida, te puede pasar igualmente», defiende de cara a visibilizar los problemas de salud mental que ha vivido: «Tienes como una persona dentro de ti contra la que tienes que luchar».

El delantero llevaba años bloqueado. Tanto que llegó un momento que pensó que no iba a poder volver a saltar a un campo. «No era capaz de abrocharme las botas», ha confesado sobre los episodios que le hicieron saltar las alarmas. En los que solo encontraba una solución: «Me iba a casa, me encerraba en mi habitación y me peleaba contra mi cabeza».

Todo esto sucedió incluso hasta tres meses antes de ser convocado para la selección. «Pensé que era imposible ponerme la camiseta de España y ser el capitán», ha explicado. «No podía, no sabía qué me pasaba». El deporte que siempre había marcado su vida se había convertido en su gran lastre. «Te das cuenta de que lo más te gusta en el mundo es lo que más odias en ese momento», juzga.

Todo en su vida diaria se volvía contra él. No solo las críticas deportivas, por muy descarnadas que fuesen, sino sobre todo que los aficionados al fútbol lo habían convertido en una «broma fácil». Un blanco seguro para los seguidores del deporte rey, que no tenían reparos en hacerle bromas en cualquier circunstancia, ya fuera un restaurante o cuando paseaba con sus hijos. «Llegó un momento en el que me daba vergüenza estar con mis niños o salir a la calle con ellos», lamenta el madrileño, «me decían tantas cosas delante de ellos». A veces, incluso, le insultaban «de manera fuerte». «Al salir con ellos siempre tenía un episodio». Fue incapaz de hacer con su familia las cosas que cualquier padre haría. Incluso ir a la compra con ellos se había convertido en un problema.

Por lo general, el futbolista era capaz de hacer oídos sordos. Pero no siempre. En esos momentos críticos, a veces no podía evitar calentarse. Su respuesta ante las burlas de algunos aficionados en lugares públicos era volver las bromas en su contra, ridiculizándolos a ellos. «Me levantaba y me dirigía a todo el restaurante, explicándoles la situación a la gente, y en ese momento quedaban en vergüenza», comenta.

Su situación parecía haber llegado a un punto de no retorno. Su ánimo había cambiado visiblemente. Se despertaba todas las mañanas, cogía el coche disgustado para ir al entrenamiento y en el vestuario, sus compañeros empezaron a ver que no era el Morata de siempre. Ya no bromeaba ni contaba historias, como era habitual en él. «Estaba siempre sentado callado». Había tocado fondo. «Me di cuenta de que se me iba de las manos», reconoce. Y ahí supo qué tenía que hacer: «Pedir ayuda».

Como él mismo reconoce, «es una enfermedad como cualquier otra». Un problema que es necesario tratar y que espera que su testimonio sirva para que se le dedique la atención necesaria. «He estado medicado, he tenido que tomar de todo. No puedes parar el mundo para siempre ante una situación así. Tienes que ponerte en tratamiento», reclama Morata, que considera que la depresión es indiscriminada: «Da igual en qué situación estés en la vida, te puede pasar igualmente».

Por suerte, Morata pudo sobreponerse a todo. Con ayuda, por supuesto. No duda en agradecérselo a quienes fueron sus apoyos. A Pilar, su psiquiatra; a Adri, su coach. Pero también a compañeros de profesión que habían pasado por circunstancias similares. Gente como Iniesta o Bojan. También a Simeone, Kike, Miguel Ángel Gil y, cómo no, al seleccionador Luis de la Fuente y a sus compañeros en el combinado español.

Y es que sí, a pesar de la situación en la que se encontraba a solo unos meses del inicio de la Eurocopa, Morata pudo volver a ponerse las botas, la camiseta española y el brazalete de capitán. El ser convocado para la selección fue clave para acabar de superar su delicado momento anímico, que sus compañeros del combinado nacional desconocían. «Ya no estaba en depresión como tal, pero llegaba de una y podía pasar cualquier cosa», explica. Por suerte, el resultado no pudo ser mejor. Y el ambiente de la concentración —«parecía un campamento de verano», dice— también ayudaba. Tras cada jornada, «llegaba a la habitación anestesiado», lo que le ayudaba a no pensar en muchas más cosas.

Levantar la copa fue el último empujón que necesitaba. «La Eurocopa me ha cambiado la vida, porque se me respeta un poco más», define, «es una espada que yo tenía en el pecho clavada». Y ahora, tras la ayuda psicológica, el tratamiento y el estímulo de la Eurocopa, Morata confirma su recuperación: «Ahora estoy bien y soy feliz».

Pero hay cosas que se han quedado por el camino. Primero, su matrimonio con Alice Campello, a la que no duda en alabar en todos los aspectos, se rompió. «Teníamos opiniones diferentes», confiesa, y niega los rumores de infidelidades. «A mí no me hacen daño, pero a quienes les puede hacer daño en el futuro es a mis hijos», lamenta.

Y en segundo lugar, su residencia en España. «Al principio pensé que me iba a quedar en el Atleti», comenta Morata. Pero las «desmedidas noticias» que tuvo que aguantar en varios aspectos de su vida le convencieron en que su vida estaba mejor en otro país. No solo por él, sino sobre todo por sus hijos. «Esas informaciones en Italia no me pasan, allí me tienen respeto», dice.