Iñaki Alonso, director de Kunina: «Deja de ser niño, se convierte única y exclusivamente en futbolista, y empieza a ser un producto»
DEPORTES
Advierte de los riesgos de la expectativa y del adelantar los procesos de profesionalización de jugadores a temprana edad
26 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Antiguo responsable de protección a la infancia del Athletic Club, Iñaki Alonso es, ahora, director de Kunina, una organización que trabaja en proyectos de derechos de infancia y que está especializada en el ámbito del deporte, así como experto dentro del Consejo de Europa en prevención de violencia contra la infancia en el deporte.
—¿Cuáles cree que son los principales riesgos de la captación?
—Las expectativas y la excesiva profesionalización a edades tan tempranas. El que un niño o una familia sienta que puede llegar a ser profesional implica la expectativa de poder vivir de ello y tener un rendimiento económico y mediático grande. En ocasiones se aleja de la realidad y, en otras, la que tienen los padres es incluso mayor que la del niño, lo que es más peligroso. Por otro lado, existe una aceleración de los procesos. Cada vez de manera más temprana se está, de alguna manera, profesionalizando la relación de los niños y el ámbito futbolístico. Ahora en edad alevín ya te encuentras a chavales que tienen representantes. Me preocupan los equipos donde están los críos de los que los clubes de élite se nutren. En ese escalón hay equipos que, de alguna manera, se dedican a sembrar chavales para que luego den el salto y obtengan un rendimiento deportivo y económico. Hay algunos de categoría alevín que tienen unos padres enfocados en su carrera deportiva, asesores que les guían según criterios aparentemente profesionales. No dudo de que, dentro de este grupo, haya gente ética, pero hay otros que siguen contactando con niños a través de redes sociales...
—¿Cómo puede afectar todo esto a la salud mental de los niños?
—Este término se ha puesto de moda, lo que me preocupa, porque las modas también pasan. Desde un punto de vista de protección a la infancia, es cierto que ahora mismo la capacidad de decisión de los niños es limitada. O la tienen sus padres o la tienen sus representantes. El niño deja de ser niño, se convierte única y exclusivamente en futbolista, y empieza a ser cada vez más un producto. A medida que se profesionaliza en edades tempranas, se va difuminando el niño y empieza a aparecer el producto.
—Les influirá también marcharse lejos de casa, ¿no?
—No diría que un fichaje a 500 kilómetros de su casa sea, objetivamente, más negativo que ir a entrenar a un club más cercano. Hay que conocer en detalle el acercamiento integral hacia ese niño. Lo que tengo claro es que, para un crío, salir de su entorno a una edad muy temprana, en la que necesita ciertos estímulos vitales, supone un riesgo. Uno que con 11 años vive lejos de su familia, hermanos, amigos, colegio..., a priori, puede tener un riesgo mayor para su bienestar que si estuviera en otras condiciones. Comprendo que la gente pueda hablar de la libertad de movimiento o de decisión, pero esta teórica libertad está, a veces, mediatizada. Los niños no suelen tener el peso más relevante en la decisión. Entendemos que, porque son críos, no debe recaer en ellos, sino en las personas adultas. Pero si estas no buscan el interés más relevante ni tienen en cuenta su opinión, lo que se produce es una discriminación del crío, al que se le puede vestir que será lo mejor para su carrera, y aceptará.
—Habrá niños que decidan dejarlo por todos los condicionantes.
—Me preocupa cuando uno llega a la conclusión de que esta exigencia no le compensa. Me duele que, en ocasiones, dentro de la cultura futbolística, puede haber alguien que diga que no es fuerte mentalmente o que no vale.
—Se vuelve a la expectativa.
—Es una droga que te hace estar en un estado de ausencia de consciencia y, cuando eso se produce en el entorno cercano, es preocupante. Un día se va a dejar de priorizar lo humano o los espacios que un niño necesita sentir cubiertos.
—La FIFA legalizó que hasta los 16 años los jugadores no pudieran tener agentes. Bajo el término de asesores siguen reclutando a edades tempranas. ¿Es ético?
—Hay cuestiones de las que hay que hablar de dos conceptos: el legal y el ético. Da la impresión de que este último, en estos momentos, es el que menos coste tiene. Si no me comporto éticamente no voy a tener un reproche y, si lo tengo, es mínimo. Los agentes dirán que se preocupan de todo, que los cuidan, que quieren lo mejor para su carrera deportiva... Una agencia de representación lo que busca es un rendimiento económico, y tiene a 50 niños. Si hay uno que no funciona por cierta problemática, tiene a otros 49. Comprendamos que cada crío no es una inversión. Regalos, zapatillas, botas, cosas materiales... La expectativa otra vez. Hay gente con buenas praxis, y otra que no. Pero no nos olvidemos de que, en medio, está el interés de un niño.
—Lo comentado no está tanto del lado de la legalidad, sino del de la moralidad.
—Sí, de cómo adultos que tienen intereses legítimos comerciales se acercan a niños y a familias que tienen las expectativas altas. Cuando se juntan las dos cosas y no se manejan bien, hay un riesgo.
—¿Los clubes reciben suficientes formaciones al respecto?
—Se tiene que hablar abiertamente del tema. La Liga da charlas de temas relacionados con la integridad, y la Federación también. Creo que se deberían hacer foros abiertos en los que pueda haber una interrelación de todos los agentes implicados en este debate. Hay personas que siguen pensando que, porque un niño de 11 o 12 años tenga representante, no pasa nada. ¿Es normal que dos clubes estén peleándose por niños de esas edades? Algo se está haciendo mal.