El Real Madrid, campeón de Europa por decimoquinta vez (0-2)

Óscar Bellot ENVIADO ESPECIAL / COLPISA

DEPORTES

Carl Recine | REUTERS

Los blancos vencieron a un aguerrido Borussia Dortmund gracias a los tantos de Carvajal y Vinicius

02 jun 2024 . Actualizado a las 10:24 h.

El Real Madrid extendió los confines de un imperio en el que jamás se pone el sol alzando la decimoquinta en Londres. Un gol de Carvajal, tan rebosante de raza como un Paco Gento al que ya acompaña como plusmarquista de la añeja Copa de Europa con seis orejonas, las mismas que también suman Nacho, Kroos y Modric, sirvió para tumbar al Borussia Dortmund, que derrochó fútbol, piernas y ganas, pero que acabó hincando la rodilla ante el épico fuego que mueve a los blancos.

Superado durante más de una hora y presa de los nervios derivados del claro favoritismo que ostentaba, el cuadro de Carlo Ancelotti transitó al filo del abismo durante buena parte del encuentro. El Dortmund, superior tanto desde el punto de vista físico como conceptual, apretó lo indecible y obligó al Real Madrid a achicar agua y una y otra vez, con Courtois, el palo y Carvajal como principales apagafuegos.

Mas los aurinegros, con mandíbula pero sin colmillo, perdonaron la vida a los blancos y salieron escaldados. Vinicius puso la puntilla a un rival tremendo para seguir agrandando la leyenda del quince veces monarca del Viejo Continente. Wembley, territorio hasta ahora virgen para los blancos, ya está en su lista de conquistas. Inglaterra ingresa en un imperio cuyos límites no se atisban.

Baste señalar que las quince coronas que se ha ceñido el Real Madrid son el mismo número de las que suman juntos todos los equipos del país que inventó el fútbol para exponer el gobierno incontestable del club de Chamartín en su competición fetiche. Los blancos, irreductibles en las finales de la Copa de Europa desde que Pedja Mijatovic les devolviese a la cima en Ámsterdam, han salido victoriosos de las nueve últimas que han disputado y han logrado el cetro en seis de las once últimas ediciones del torneo.

Son invencibles, tanto en las noches de vino y rosas como en aquellas que provocan úlceras. Su porcentaje de éxito en estas citas es del 83,3 % (15 de 18). Exactamente el mismo que el de Carlo Ancelotti, indiscutido maestro de la Champions con cinco de seis ganadas. Hasta en los números resulta poético el idilio entre el técnico de Reggiolo y un conjunto asombroso.

Ancelotti armó un once idéntico al que cerró la Liga frente al Betis. En él aparecían nueve veteranos de la decimocuarta, Rüdiger, campeón en su día con el Chelsea, y Bellingham, el único neófito en una final de la máxima competición continental. Terzic, por su parte, repitió la alineación que apeó al Atlético en cuartos y tumbó al PSG por partida doble en semifinales, con Kobel custodiando el muro, Adeyemi y Sancho operando como balas por los costados, Brandt ejerciendo de navaja suiza y Füllkrug amenazando con el mazo.

Las premisas principales del Dortmund pasaban por acudir a la riña con el cuchillo entre los dientes, robar y lanzarse en estampida a la menor oportunidad que le ofreciese el Real Madrid. Las directrices de Ancelotti partían de igualar al menos la intensidad de su oponente, evitar pérdidas que facilitasen contragolpes fulgurantes del cuadro aurinegro, marcar el ritmo, cortocircuitar la salida de los centrales rivales para impedir que actuasen como catapultas ofensivas y mantener a pleno rendimiento las baterías antiaéreas.

Al Dortmund le complacía la condición de tapado. Estaba a eones del Real Madrid en cuanto a experiencia, pero la personalidad con la que abordó el reto fue extraordinaria. Serio, concentrado y agresivo en la presión, envidó con valentía y completó una primera parte poderosísima,con la falta de eficacia como único lunar, aunque destacadísimo.

Un mano a mano de Adeyemi con Courtois que salvó Carvajal in extremis, un disparo cruzado de Füllkrug tras un despiste de Camavinga que repelió el palo y otro protagonizado de nuevo por Adeyemi que despejó Courtois con muchos apuros asomaron a la cornisa al Real Madrid, desbordado, precipitado con la pelota y apagado.

Sin más aguja que la de Kroos y Vinicius como único hilo arriba, los blancos alcanzaron boqueando el descanso tras una primera parte deslucidísima en la que no emitieron señal alguna de la jerarquía que se le presuponía y ni siquiera dispararon entre palos.

Cambio de marcha

Resultaba imperativo que el Real Madrid cambiase de marcha a vuelta de vestuarios, donde Ancelotti tuvo ocasión de dar rienda suelta a un enfado morrocotudo. Trató de meter mano en la caja de cambios Vinicius mientras arreciaba la humareda provocada por las bengalas del Muro Amarillo y también Kroos, que obligó a gritar «presente» al fin a Kobel con un libre directo que perseguía la escuadra, pero el viento seguía favoreciendo al Dortmund. Cierto es que una volea mordida de Carvajal se envenenó lo justo para inquietar al cancerbero suizo, pero fue Courtois quien tuvo que salir de nuevo al rescate de su equipo tras un cabezazo tremendo de Füllkrug.

Vinicius, siempre con la mecha encendida, se vio por momentos como un llanero solitario tratando de levantar a su equipo. Hasta que apareció Carvajal, pleno de la gallardía que le convirtió en santo y seña de La Fábrica, para recoger un servicio magistral de Kroos desde la esquina en el último baile del germano con la blanca y estampar el balón a la red con un testarazo inapelable.

Abriéndose paso en medio de gigantes con un 1,73 de estatura y un corazón colosal, el lateral rotuló con su espíritu irreductible la decimoquinta de un Real Madrid que puede carecer a veces de fútbol y hasta de un plan consistente, pero que jamás echa en falta la casta. Bien lo sabía el añorado Paco Gento, cuyo espíritu se hizo carne este sábado en la figura de otro futbolista pequeño de talla como la Galerna del Cantábrico pero con un orgullo tan grande como el del santanderino para encarrilar otra orejona que abrochó Vinicius para darle una despedida a Kroos a la altura de lo que demandaba el exquisito fútbol del metrónomo.