El Real Madrid se llevó su decimotercera Supercopa con todas las de la ley ante un Barcelona que dejó mucho que desear. Los de Ancelotti aprovecharon sus armas, con la verticalidad y velocidad de sus bandas por bandera, y pasaron por encima de los azulgranas, que no supieron cómo gestionar el partido.
Al Barcelona se le acumularon los problemas. Tuvieron dificultades en la presión, fueron inseguros en fase defensiva y dejaron al Madrid desplegar su juego. No tienen un lateral derecho puro ni atacantes desequilibrantes. Sufrieron también muchos desajustes en sus movimientos y posicionamiento, y los de Ancelotti, como era de esperar, no desperdiciaron la oportunidad de castigarlo.
Los azulgranas están todavía muy verdes para el estilo de juego que su entrenador propone. Ningún jugador del Barcelona ha brillado, y eso es, en gran parte un mérito del equipo madridista.
Los blancos jugaron un grandísimo partido, tanto en términos colectivos como individuales. Tuvieron la oportunidad de aumentar más todavía su ventaja en los últimos minutos, pero levantaron el pie del acelerador y pararon la sangría. El Barcelona, totalmente desdibujado y cuyas oportunidades llegaron de contadas internadas por banda y algún que otro rechace, tiene muchas cosas que ajustar todavía.
Aunque el merecido premio al mejor del partido es para Vinicius, el triunfo del Real Madrid es coral. La defensa estuvo a un gran nivel, Bellingham fue pieza clave para Ancelotti y Fede Valverde forjó desde el centro del campo un encuentro brillante. Pasaron por encima del Barcelona en un choque casi perfecto, donde impusieron un ritmo elevadísimo que los azulgranas no pudieron igualar.
A Xavi todo le salió mal. Quiso ser fiel a su estrategia, pero, en contraposición a tiempos pasados, al Barcelona le faltan jugadores, talento y calidad.