Si Ralph Sampson y Hakeem Olajuwon eran las Torres Gemelas, el baloncestista francés Victor Wembanyama es la Torre Eiffel. Nacido en Le Chesnay en el 2004, se inició de muy niño en la práctica del fútbol como portero (terminaría cambiando la red de la portería por la de la canasta), al tiempo que en el noble arte del yudo. Como yudoca, hizo una llave con la que abrió la puerta grande de la NBA. La madre, jugadora profesional de básquet, inculcó en su hijo el amor por este deporte, y el padre destacó en salto de longitud, aunque para salto el que dio Wemby desde Francia hasta Estados Unidos sin mojarse en el océano Atlántico, para jugar en la mayor liga de baloncesto del Sistema Solar y firmando el mejor debut desde Shaquille O'Neal en 1992.
Número uno del draft en el 2023, el zagal, al que denominan El unicornio, recala en los San Antonio Spurs. Sabiendo que spurs significa espuelas, uno considera que un unicornio no podría haber llegado a equipo más apropiado, y en las canchas por donde pisa este caballito no vuelve a crecer el parqué. Ponderó el gran Lebron James de este muchacho lo elegante de su juego, pues, dando en la cinta métrica 2,24 metros de altura, lo cierto es que se mueve como ejecutando una danza, un ballet cortesano de la época de Luis XIV, el Rey Sol, que ve cómo su coterráneo brilla con luz propia en la NBA. Su particular revolución francesa nos vuela la cabeza sin necesidad de guillotina. La suya, al parecer, la tiene bien amueblada, quizá con muebles estilo Luis XIV.
Dejó Wembanyama los verdes jardines palaciegos por el desierto de Texas, donde apareció como un oasis fresco. Y en los áridos paisajes texanos se nos antoja un Billy el Niño, el bandido adolescente, un pistolero gabacho de 19 años que descerraja tiros de media y larga distancia, amén de mates a bocajarro. Muestra especial puntería en los triples, aun cuando el espectador tiene la sensación de que podría machacar el aro desde detrás de la línea de tres puntos sin despegar los pies del suelo.
La ciudad que alberga la franquicia Spurs recibió su nombre en honor al fraile san Antonio de Padua, a quien acompañaba gran fama de milagrero, lo que invita a pensar que lo de Wemby es prodigio obrado por el religioso portugués, santo patrono que nos ayuda a encontrar las cosas perdidas, lo cual, pensando en Victor Wembanyama, nos lleva a exclamar: ¡Pero dónde habéis encontrado a este tío!