Jorge Prado ya está en la cima, campeón del mundo de motocrós: el sueño que empezó en una Molto de juguete
DEPORTES
El deportista lucense emigró a Bélgica con su familia a los once años tras ser el campeón del mundo más joven, superó un calvario de graves lesiones y, con dos títulos mundiales de MX2, alcanza la gloria en la élite
18 sep 2023 . Actualizado a las 23:01 h.«¿Una sensación, Jorge?», le preguntaron. «Soy campeón del mundo, el mejor de todos». Todavía con el casco puesto, Prado elevó los dos puños sobre la tierra de Maggiora. En el derecho, aún conservaba el guante. Había cruzado hacía unos minutos la línea de meta en la primera manga. Y lo había hecho antes que nadie. Con la determinación que había deseado. Salió con la autoridad que acostumbra. Si en algo ha demostrado Jorge Prado que no tiene rival, es en esos primeros metros que condicionan las carreras. Tiene la agresividad para posicionarse, una destreza sobre la moto incomparable y la sangre fría que requieren los campeones para resistir la presión.
La semana para Jorge se había hecho demasiado larga. La ventaja al frente del Mundial, que llegó a sobrepasar el centenar de puntos, reflejo de una trayectoria impecable en su cuarto Mundial en la élite, había adelgazado en Turquía 25 puntos. Prado había eliminado ya, con las cuentas en la mano, a todos su rivales menos a uno. Romain Febvre era ya el único que podía truncar su sueño. El francés tenía que remontar 68 puntos. Jorge lo sabía. Y que en los riesgos que acompañan a las decisiones que se toman a la desesperada habitan muchos de los errores que definen este deporte. Ahí estuvo la condena de Febvre, sobrepasado al verse por detrás de Seewer en la salida.
Prado se dispuso primero. Gajser, condicionado por una caída, se quedó retrasado en el pelotón. Y a Febvre le entraron las prisas. Quiso adelantar a Seewer sin haber alcanzado la velocidad para ello. En la maniobra se fue al suelo. Cuando se reincorporó, ya era quinto. Y el francés volvió todavía con una impaciencia mayor. Cometió otro error e hirió de muerte a su Kawasaki, que fue perdiendo fuelle hasta dejar de ser competitiva. En la vuelta siguiente, la séptima, Febvre se bajó. La pizarra del pit lane lo marcó fuera de carrera y a Jorge, que seguía en cabeza, le bastaba ya con ser sexto para proclamarse campeón del Mundo. De todos los escenarios posibles, tenía ante sí el más favorable.
Pudo levantar el pie y pasearse. Pero no sería Jorge Prado. Mantuvo la misma garra. Siguió a lo suyo. No cometió un solo error en la media hora larga de manga. Y se plantó sobre la línea de meta con un segundo y medio de ventaja sobre Seewer, su aliado indirecto en el último impulso hacia el título.
Con 22 años, y el dorsal 61 que había elegido con seis años en una prueba en Bélgica y del que ya no se despegó, Prado ya es leyenda. Es el primer español en la historia que gana el título mundial absoluto de motocrós, que suma a los dos que posee en MX2 y al que logró en 65 cc. cuando todavía vivía en Lugo.
El sueño que se empezó a forjar sobre una Molto de juguete
Ya está en la cima. La profecía cumplida. El chaval que apuntaba a leyenda ya es el mejor piloto del mundo de motocrós. Este domingo Jorge Prado (Lugo, 2001) se hizo con el título de MXGP en Italia, en la primera de las dos carreras del gran premio; le sobró una manga en Maggiora y una carrera posterior, la última del calendario 2023, que no necesitará ni disputar. A sus 22 años, firmó una temporada extraordinaria para añadir a sus dos títulos de MX2 el de la categoría reina que abraza ahora. De esta forma se une de pleno derecho a la aristocracia del deporte gallego, con uno de los grandes hitos del deporte español de este 2023.
Pero, ¿quién es Jorge Prado, el extraterrestre que pilota sobre el barro, sobre la tierra, sobre los obstáculos, como en el jardín de su casa en Lugo, como en el circuito de Rubiáns donde empezó? Un fuera de serie, un elegido pro el que su familia lo dejó todo, trasladándose primero a Bélgica y luego a Italia para potenciar su desarrollo como piloto de motocrós, una disciplina completamente minoritaria en Galicia.
Predestinado, y apoyado por su familia
Era un retaco que no levantaba un palmo del suelo y Jorge Prado García ya estaba obsesionado con una moto. Entonces era una Molto de juguete con la que hacía derrapes y caballitos por las calles de Lugo. La pasión la había respirado en casa. Su abuelo, Ignacio, y su padre, Jesús, eran devotos del motociclismo. Tanto, que Jorge desempaquetó su primera moto de trial el 5 de enero del 2004, el día en el que cumplió los tres años. No le llegaba al suelo con los pies. Ya no la soltó. A los seis, le regalaron una de motocrós. Jorge ya se entrenaba entonces con Román Pérez, un expiloto, amigo de su padre, un par de días a la semana.
Empezó a hacerlo en Ombreiro, a apenas un par de kilómetros de la casa familiar paterna en Ramil, y en la mítica pista de Rubiás, ahora abandonada. Compartía entrenamientos también con José Manuel López, Pucho. «Con 8 años hacía saltos con una moto de 65 cc. que superaba los que yo lograba con una de 450 cc. ¡Veinticinco metros! Cuando me empezó a ganar con la de 85 cc yo ya dije: ‘Si viene Jorge, yo no monto'». Con nueve años, el niño Prado se había proclamado campeón de Europa y, a los diez, del Mundo de 65 c.c. El más joven de la historia.
A caballo entre Lugo y Madrid, Prado despegó tan rápido que las modestas pistas de entrenamiento del vecindario se le quedaron pequeñas. Su enorme talento, ya con resultados, llamaron la atención de Red Bull y de la KTM, que le pusieron sobre la mesa un contrato para forjar su futuro. Era el verano del 2011, en plena crisis económica, y la familia Prado García se reunió en cónclave para dirimir si aceptaba esa propuesta, que suponía su traslado a Lommel, un pueblo belga de unos 35.000 habitantes, donde se habla neerlandés, en la frontera con los Países Bajos, y en el que el motocrós es también una forma de vida. «Nos fuimos con una mano delante y la otra detrás», contó Jesús, que venía de trabajar en un banco y pasó a compaginar las carreras de Jorge, al que acompañaba habitualmente, con el sellado de espuma en una factoría. Cristina, la madre de Jorge, abogada de profesión, encontró empleo en una heladería. Y con ellos emigró Cecilia, la hermana pequeña a la que un día, con ocho años, en el sofá de su casa de Lugo, le preguntaron si estaba dispuesta a mudarse. «Mi familia lo sacrificó todo por mí», repitió en varias ocasiones el nuevo campeón del mundo de la categoría élite, consciente del sacrificio que supuso su carrera.
La KTM puso a Prado en manos de Harry y Stefan Everts, padre e hijo, dos leyendas de su especialidad. La adaptación no fue sencilla. Llegaron los sinsabores. Jorge ya emergía en las clasificatorias de 85 cc. pero durante tres temporadas se quedó a las puertas del éxito. En la última, jugándose el título Europeo en la última carrera, se rompió una tibia al impactar contra un rival. «Fue un momento de mucha tensión, Jorge lo pasó mal», recordaba su padre. Un año después, con 14, ganó el Europeo de 125 cc. Se desquitó.
Con aquella fractura tibia, Jorge ya testó la gravedad de las lesiones que acompañan a este deporte. Al año siguiente, se cayó entrenándose y se fracturó varios huesos de una mano. En el 2014, se rompió la tibia en Finlandia. Tuvo que parar dos meses. En el 2016, se fracturó dos veces la clavícula. La segunda, cuando iba a debutar en el Europeo de 250 cc.
Prado emergió en su calvario. En el 2018 sufrió una grave lesión en el codo al caerse contra una piedra. Le obligó a parar cinco semanas. No le impidió luego ganar su primer título Mundial de MX2. En el 2019 tuvo un hematoma en el pulmón y la lesión más grave que ha sufrido. Una fractura en el fémur. Estuvo dos meses sin competir. Pese a todo, Prado, que siempre se recuperó en tiempo récord de sus lesiones de gravedad, reeditó su título Mundial de MX2 esa temporada, la última antes de su salto a la élite.
Volvió a fracturarse la clavícula en el 2020, en su debut en MXGP. Acabó sexto. Su ambición no decreció. «Yo lo que quiero es ser campeón». Padeció las secuelas del covid y de las prestaciones de la moto. «Parece que vamos para atrás». Fue quinto en el 2021 y tercero el año pasado. «Solo pido acabar de una pieza». Y entonces, Jorge, salió campeón.
«Es el día más feliz de mi vida»
Visiblemente emocionado tras cruzar la línea de meta en la primera manga del circuito de Maggiora, y sabiéndose ya campeón del mundo de MXGP, el primer español en lograrlo en la historia, Jorge Prado se abrazó entre lágrimas a sus familiares, compañeros de escudería y un nutrido grupo de aficionados y amigos que aguardaban que el lucense pudiera lograr matemáticamente el título mundial en Italia. La ventaja con la que contaba no restó un ápice de emoción al instante.
Prado fue atendiendo, por espacios cortos, a varios medios que aguardaban sus primeras impresiones ya como campeón del mundo. Apenas articulaba, solo frases cortas. Y hubo una palabra que fue repitiendo e hilando, una y otra vez, a todo el que le preguntaba por la hazaña: sueño. Jorge lo había imaginado muchas veces antes. «Este ha sido mi sueño desde que era pequeño. La última temporada fue dura, pero ganar el campeonato, con esta moto... Estaba apretando mucho. Solo quería conseguirlo. ¡No sabía que iba a ganar el título hoy!», comenzó diciendo el lucense.
«Llevo años sacrificándome»
«Ha sido un trayecto largo, no me hubiera imaginado estar en esta posición al inicio de temporada. Estoy muy agradecido por tener una gran familia y gente a mi alrededor. Mi pareja, mis espónsores... Muchas gracias a todo el mundo que ha estado ahí. ¡Ha pasado! Es el primer título para España... Increíble», balbuceó Jorge entre vítores y abrazos. Y, otra vez, la palabra fetiche del día. «Esto es un sueño para mí desde que era pequeño. No podía imaginarme esta posición a principio de temporada. Llevo muchos años trabajando, haciendo muchos sacrificios para ser campeón del mundo de MXGP», reflexionó Jorge, que no quiso dejar en el olvido las piedras que requirió el camino y la apuesta decidida que su familia hizo por su carrera cuando todavía era un niño. «Es el día más feliz de mi vida, he trabajado desde muy pequeño buscando este objetivo. Ha sido duro el camino y larga la espera de este año, pero lo hemos conseguido y tengo que estar muy agradecido a mi familia, a quienes me han ayudado desde el principio y a la afición que tanto me apoya. ¡Un sueño hecho realidad!», reiteró el piloto lucense envuelto en una maraña de abrazos y flashes.
Junto a Jorge, exultantes, sus padres, Jesús y Cristina, y su hermana pequeña, Cecilia. «Son tantos años trabajando y llegar aquí es lo máximo a lo que se puede aspirar en el mundo del motocrós», señaló Jesús, tras abrazarse en la línea de meta con su hijo.
«Era una presión tremenda»
Los soplidos que emitía Jesús podían haber resumido el sufrimiento que la familia Prado García ha ido acumulando en la trayectoria hacia el título de campeón del Mundo. Y eso que Jorge ha mantenido una regularidad ejemplar durante toda la competición, que evitó un final considerado de infarto. Le sobraron tres mangas. La segunda en Italia, en la que paradójicamente se impuso Febvre, como premio de consolación y las dos del último Gran Premio, el previsto para el próximo fin de semana en Gran Bretaña y que será ya irrelevante en la pelea por el título.
«Tenía una ventaja tan grande que era muy difícil salir en cada carrera. No puedes correr demasiado, pero tampoco correr poco. Era una presión tremenda», reflejó Jesús Prado, en los micrófonos de la TVG, antes de emitir un grito liberador: «¡Basta!».
Cecilia, la hermana de Jorge, que emigró a Bélgica con su familia siendo una niña para apoyar el sueño del ahora campeón del Mundo, era, en la meta, otro manojo de nervios. «Llevábamos mucho tiempo esperando este día. No encuentro las palabras, estamos muy contentos», fue todo lo que fue capaz de decir.
Sin embargo, aunque en el ambiente se dispensaba esa tensión propia de los momentos históricos, Prado tuvo el final más plácido soñado, con su principal rival fuera de combate, y liderando la prueba desde la primera curva. «Hacerlo ganando la manga ha sido increíble», resaltó en el colofón de las celebraciones. Jorge quería ganar y quería un final en alto, que le hiciera justicia a su gran temporada. Después de completar todas las rondas de abrazos, se fue al teléfono para escribir en sus redes sociales. «Que nadie me despierte. ¡Soy campeón del mundo!».