La pescadilla sigue mordiéndose la cola y no hay quién se la quite de la boca
DEPORTES
Aquí estamos otra vez, desgraciadamente, hablando sobre lo que no se debería ya ni debatir.
Dejemos de lado el hecho de que Vinicius Junior sea futbolista, su piel, baile samba, etc. La cuestión aquí es que el nivel de la agresión verbal, y no verbal (tema para otro día) existente y permitido en la sociedad, y, sobre todo visto últimamente en los campos de fútbol en algunos países de Europa, es muy preocupante.
Como profesor, sé que uno de los objetivos de la educación en todo el continente, y me atrevería a decir que en muchos países del mundo, es propiciar el pensamiento crítico, promover sociedades justas y equilibradas donde exista tolerancia y diversidad.Pero la realidad, por triste que resulte creerlo, convierte este objetivo en una utopía. Algo se está haciendo mal y tenemos un problema estructural de educación.
Solo hay que ir a un campo de fútbol, que es el reflejo de los cimientos de la sociedad, para ver lo que la grada le dice al equipo rival y a los árbitros (si son mujeres ya no os quiero ni contar). Parece que todo vale… Hemos interiorizado que dentro de un estadio de fútbol cualquier falta de respeto tiene cabida y es «respetable».
Pero me niego a pensar que no podemos hacerlo mejor, que tendré que decirle a mi hijo que esté preparado para cuando le toque. Todos tenemos que replantearnos muchas cosas como sociedad, porque algo falla en el sistema. Ya no es solo cuestión de racismo, que es evidente que nos toca la fibra, pero igual de importante lo son otros temas que amenazan el bienestar y el avance social que procuramos.
Debemos reeducar, romper con algunos paradigmas sociales existentes. Por ello, apelo al único arma que conozco y sé utilizar: la educación.
Educación desde la base, los hogares, las escuelas… Dotar a todos con las herramientas necesarias para acabar con esta lacra que parece latente aún en el siglo XXI.
Repartamos responsabilidades: que los policies makers, o responsables políticos de este país, asuman la parte de culpa que deben. Y que la sociedad, en su conjunto, la suya. Sin estos cambios de pensamiento no vamos a ningún lado.