El primer partido de las semifinales de la Champions respondió a lo esperado por ambas partes. Especialmente, en el tramo inicial. El Real Madrid sufrió en la salida de balón ante la presión adelantada de un Manchester City que se centró en evitar pérdidas en zona de riesgo.
Los de Pep Guardiola quisieron convertir el choque en un duelo de posesión, en el que apenas miraron hacia la portería rival. Pudo el miedo a quedarse sin la pelota y a la altura del minuto 25 la habían tenido hasta el 72 % del tiempo, pero apenas habían generado ocasiones. A cambio, el conjunto que dirige Carlo Ancelotti logró hacer daño en las escasas oportunidades en las que logró salir en velocidad. Especialmente, cuando partió de posiciones muy retrasadas para que pudieran correr Valverde, Vinicius, Benzema y Rodrygo.
No hay nadie con mejores mimbres para mover la pelota de lado a lado que el City, porque tiene la idea y los intérpretes perfectos. Pero hacerlo en el Bernabéu, frente a un Real Madrid bien plantado, tiene el riesgo de reducir al mínimo las intervenciones de tu referente en punta. Haaland estuvo desaparecido casi por completo.
En el anfitrión, que concedió las bandas, protegiéndose bien por dentro, brilló especialmente Vinicius. Un futbolista determinante con un gran impacto además en el colectivo. Mejora cada acción en la que participa y es capaz de matar los partidos. A los blancos les penalizó demasiado la permisividad ante los acercamientos del rival hasta la frontal del área, desde donde sacó varios disparos. En uno de ellos llegó el empate. Adelantando unos pasos la defensa habrían cuajado un encuentro perfecto.
Les pesó además la fatiga. La exigente final de la Copa del Rey pasó factura y todo queda abierto para la vuelta.