Los equipos de Guardiola ya no necesitan jugar bien para ganar, ahora les llega con pisar área rival tres veces para decidir un partido. No suele ser así, dominan los partidos de cabo a rabo, pero me gusta ver como uno de los mejores entrenadores del mundo, sino el mejor, es capaz de adaptar su filosofía para sacar el máximo rendimiento a su equipo y sus jugadores. Con o sin luz solar, Guardiola ilumina al espectador con sus planteamientos.
La capital de la moda se viste de rivalidad. Eso si, estoy cansado de escuchar y leer que el Inter y el Milan se disputarán ser subcampeones de la Champions League. Tal superioridad muestran el Manchester City y el Real Madrid que ni el big data les faculta con una mínima oportunidad de éxito. Tonterías. Ganar una semifinal contra tu máximo rival histórico catapulta el ánimo a cualquier equipo, quien gane saldrá muy reforzado.
El partido del Madrid en Stamford Bridge volvió a ser un show. No puedo resumir en absoluto en 2.000 caracteres todo lo que se vio. Mención especial para Courtois, Valverde y Vinicius, el que para muchos tuvo un mal partido, pero para mí aun sin estar afortunado en muchas acciones, cada día atrae a más jugadores de la defensa rival, con coberturas y vigilancias muy cerca de él. Genera mucho espacio para que otros lo aprovechen, y aun así asistió en el primer gol a un chaval de veintidós años que la pisa en el área pequeña en unos cuartos de Champions para definir como si no costase.
Realmente es lo que más me gusta de Rodrygo, juega y decide como un veterano del Cambre un sábado por la tarde jugando en el Dani Mallo, sin presión, para sudar un poco y tomarse unas Estrellas Galicia después con los amigos, no juega con la precipitación de un niño que suele ser suplente y está en el club más exigente del mundo.
Me encanta la NFL y dicen los expertos que los mejores partidos del año son los finales de conferencia antes de la Superbowl. Haciendo un paralelismo, estas semifinales son esas finales de conferencia, cuatro partidazos para disfrutar jugados en menos de diez días, a lo que, a mi parecer por capricho y nostalgia, solo les faltaría escuchar el himno a las 20.45.