Rafael Martín Acero: «Scaloni triunfó porque nunca quiso ser Messi»

DEPORTES

ABRALDES

El decano de Ciencias del Deporte y de la Educación física de la Universidade da Coruña defiende el trabajo de equipo pero de modo que el reparto de responsabilidades esté identificado

13 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Qué merito tengo yo de haber nacido en Salamanca, que allí hubiera un atletismo de calidad, que el entrenador fuera Carlos Gil, seleccionador nacional, y que su sustituto fuera un desconocido Paco Seirulo, que luego llegaría a entrenar a estrellas a nivel individual y equipos de primera categoría? Pues ahí está la clave de lo poco o mucho que he podido hacer en mi vida. La suerte, las circunstancias o la casualidad, también juegan un papel importante en los logros. Y yo la tuve de nacimiento». Humilde y preciso. Así se muestra Rafael Martín Acero (Salamanca, 1956), actual decano de la facultad de Ciencias del Deporte y de la Educación Física de la UDC. Su pasado resulta más complicado de resumir. Como deportista llegó hasta donde le apeteció, porque siempre le gustó más el trabajo a pie de campo, pero de apoyo. Así fue responsable técnico del atletismo femenino español en la dorada época de Sandra Myers, preparador físico de la selección española de hockey sobre patines, del Noia campeón de Liga y del laureado Liceo; y coordinador del Servicio de Apoyo al Rendimiento Físico (SARF) del Dépor de la Champions, en donde inventó hace dos décadas la figura del readaptador físico, algo habitual en el fútbol actual. Desde esa atalaya que le da su currículo analiza el mundo del deporte como una suma de individualidades en la que cada rol está perfectamente identificado.

—Poca gente sabe que un hombre con un currículo como el suyo tardó más de lo habitual en sacarse la licenciatura.

—Pues sí. Yo creo que me llevó siete años. Es una demostración de que nunca debes dejar de lado algo, aunque las cosas no vayan como tú quieres. Yo procedo de una familia humilde y cuando quise estudiar INEF, solo lo había en Madrid y Barcelona. Y no teníamos posibilidades para pagarme la estancia. Así que compaginé los estudios con varios trabajos. De ahí que los repartí en más tiempo. Por eso, cuando veo a un alumno al que se le atascan los estudios, le digo que no lo deje de todo. Que siempre está a tiempo, mientras no abandone.

—Deportista, docente, preparador físico, responsable de rendimiento, decano... ¿En qué papel se encuentra más a gusto?

—Yo donde más a gusto me encuentro es en el campo, ayudando del modo que sea. Como deportista hice mis pinitos en el minibásquet e incluso en el fútbol fui llamado de chaval por el Atlético de Madrid. Pero pronto me di cuenta de que a mí eso de, por ejemplo, perder un partido y no saber de quién era la responsabilidad, si mía, del de al lado, del árbitro... Por eso seguí con el atletismo y logré un récord de España de mi edad. Tuve mis satisfacciones y frustraciones, de las cuales aprendí mucho, sobre todo de las últimas. Y me llegó. Mire si no tengo arraigo a esa etapa, que en un centro en el que estuve, como no había trofeos para los chavales, yo regalaba los que había conseguido.

—Lo que le gusta es dirigir pero a la sombra. Evitando los focos.

—A ver, tampoco es eso. Pero yo los cargos de responsabilidad que he tenido los he asumido casi más por aportar que por atracción de la función. Me explico. Siempre odié que alguien ponga excusas. Yo, a la cabeza. Por eso, la primera vez que acepté un puesto, que fue en el CAR de Barcelona, lo hice para tener todo bien controlado y que, si no salían las cosas, nadie pudiera poner excusas de que no había esto o lo otro. Fui coordinador de 7 entrenadores y 68 atletas becados, porque vi que era la manera de, desde arriba y aunque parezca contradictorio, estar más cerca de las decisiones de los de a pie.

—Fue discípulo de Carlos Gil y Paco Seirulo. Las veces que le he escuchado hablar de este último lo definía como el padre de la metodología del trabajo moderno de equipo. Sin embargo, siempre empieza citando a los grandes deportistas con los que trabajó. Suena casi incongruente.

—No, es que yo soy de los que creen en el trabajo de equipo pero desde el individuo. Si nos olvidamos de que los deportes de equipo los practican las personas, mal. Las innovaciones más importantes en los deportes de equipo han sido cosa de los que llegaban del individual, porque conocían mejor al jugador y sabían llevar esa experiencia al equipo.

—Rebátame que los estudiosos y metodológicos del deporte han hecho algunas disciplinas tan previsibles, que queda a un lado el talento y la improvisación individual.

—Eso es un sesgo en cuya tentación caen algunos profesionales. No tiene por qué perderse esa improvisación. Aunque el ciclista sepa a cuántos vatios tiene que saltar, queda ahí esa disposición suya. Ese actuar y cómo hacerlo en el momento. Pongo este por poner un caso. Muchas veces puedes ser el mejor y tener todo a favor, pero si no pones de tu parte, adiós. Te pierdes.

—Pero hoy en día, en casi todas las disciplinas se les da casi todo masticado a los deportistas.

—Y eso es algo que yo no comparto. Le contaré una conversación de hace años con el preparador físico de un club puntero de España. Tenía una figura de su equipo que, en las pruebas que les hacían, daba que mejoraba en fuerza. Sin embargo, rendía menos. Me lo comentó y yo encontré dos posibles causas y sigo creyendo en ellas. La primera es que hacía mucho yoga. Y si estás todo el día con ese espíritu, lo veo bastante incompatible con el deporte de alto nivel. La segunda es una entrevista que le escuché a él y un compañero, que decían que con el nuevo entrenador estaban contentísimos, sabían siempre lo que tenían que hacer, cómo y de qué manera. Y eso creo que provocaba que el futbolista se relajara y no asumiera su responsabilidad y su papel.

—Sostiene que en el deporte no siempre triunfan los mejores.

—En el deporte y en la vida. Es muy importante saber cuál es tu papel. Ser consciente de tus limitaciones y virtudes es un gran paso para triunfar. Argentina tuvo muchos seleccionadores de mucho más nombre, experiencia y prestigio que Scaloni. Y todos tenían a Messi. Pero el que ganó la Copa América y el Mundial fue Leo. Scaloni triunfó porque no se creyó ni quiso ser Messi y supo crear un clima adecuado para que Messi sí fuera Messi.

—¿Qué le falta en su currículo?

—Me queda la espina de no haber jugado la final de la Champions con el Dépor.

—¿No jugarla o no haberla ganado?

—Es que si la hubiéramos jugado, la hubiéramos ganado.

—¿Qué falló en aquella semifinal?

—Muchas cosas controlables e incontrolables. Una expulsión en Oporto; un día de perros en A Coruña y, mire, le diré una cosa que no sabrá el público y que pudo influir. Vino el Rey Juan Carlos I a ver el partido y quiso saludar a los jugadores justo antes de empezar el partido. Entró en el vestuario y rompió una dinámica. Quizá no hubiéramos ganado igual, pero yo creo que fue una clave más.

—¿Y lo que más le enorgullece?

—La transformación del INEF en la facultad de Ciencias del Deporte y la Educación Física de la UDC. Fue una ardua labor de documentación, leyes... Creo que hicimos un buen trabajo y ahí está el resultado. Comenzamos como un centro dependiente de la Secretaría Xeral para o Deporte y llegamos a ser lo que somos  hoy en día. Que entiendo, aunque no es poco.