La escalada, una vía de integración para niños en situación de vulnerabilidad social: «Les motiva para los próximos meses»

DEPORTES

Dani y Guille, bajo la atenta mirada de los monitores en el rocódromode Riazor
Dani y Guille, bajo la atenta mirada de los monitores en el rocódromode Riazor MIGUEL MIRAMONTES

Desde el AMI, enseñan y practican diferentes deportes con pequeños en libertad vigilada, ciegos y autistas, entre otros

25 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Inculcar la pasión por los deportes de montaña a todas las persona, independientemente de sus capacidades y de su procedencia. Esa es la esencia del AMI (Asociación de Montañeros Independientes). Y la han llevado a rajatabla desde el 2014. En dicho año arrancaron el Proyecto Camina-Escala-Oriéntate-CEO, que está dentro de la IX Convocatoria de Deporte Solidario e Inclusivo de la Fundación Emalcsa. Gracias a ello, enseñan y practican diferentes deportes con personas en situación de vulnerabilidad social. «Dentro de esto hay dos núcleos diferenciados: uno por motivos económicos (por procedencia, personas migrantes, niños de casa de acogida, niños que están en libertad vigilada...) y otro de personas en situación de discapacidad», explica Mariquiña Castiñeira, del AMI. Y, aunque en un primer momento comenzaron exclusivamente con niños, la demanda hizo que desde el año pasado enseñen a adultos.

En la actualidad colaboran con, aproximadamente, veinte organizaciones. «En un primer momento preparamos con ellos un bautismo. Y, una vez que han pasado es primera clase, ya trabajan directamente con nosotros. Nuestra intención es, aunque no siempre lo conseguimos, que después participen en todas las actividades del club», comenta Castiñeira sobre cómo empiezan los niños las clases de escalada.

Formación con terapeutas

Aunque cerca de 500 personas participen en las actividades, cuentan con veinte niños del proyecto social y tres en situación de discapacidad habitualmente en la escuela. Son Dani, que es autista, Guille y Emily, que son ciegos. «Al principio con Dani solicitamos la colaboración de la madre, de su sombra, como se conoce a la persona que les apoya. Estuvo los primeros cuatro meses, pero ahora él ya participa como el resto de los niños», añade.

Mariquiña Castiñeira recuerda, con emoción, cómo empezó Guille a entrenar: «Su madre vino a una jornada de puertas abiertas y me preguntó que si su hijo de seis años podía escalar. ‘Por supuesto que sí', le dije, porque desde los cinco ya pueden empezar. Entonces, me empezó a decir que su hijo tenía un detalle: era ciego. Al principio nos quedamos un poco... Pero claro que sí, cómo no iba a participar. El problema es que nosotros no somos especialistas».

Los monitores, para poder enseñar y cuidar del mejor modo posible a los niños, se forman con los terapeutas de estos, que les dan indicaciones y consejos de cómo actuar. En al caso de Guille no solo hablaron con la ONCE, sino también con Guillermo Pelegrín, campeón del mundo de paraescalada, que les dio recomendaciones. «Hacemos lo que podemos», añade Castiñeira al tiempo que levanta los brazos.

«No tienen miedo»

Además del rocódromo, tienen con Adcor una escuela de marcha nórdica con sesenta persona. Este año empezarán también con Aspronaga y DownCoruña. «Vemos que antes a las personas en situación de discapacidad no se les dejaba hacer nada, que estaban muy protegidas. Eso se nota en los mayores. El simple hecho de venir, ponerse el arnés, el casco, subirse a la colchoneta y conseguir subir en el rocódromo, es toda una experiencia para ellos. Siempre nos dicen que esto les motiva para los próximos meses», subraya Castiñeira.

MIGUEL MIRAMONTES

Sin embargo, las nuevas generaciones son totalmente diferentes. Los padres transmiten a los monitores que traten a los niños como al resto, «como niños normales que son». «Ellos no tienen la sensación de miedo, no son conscientes de que tienen una discapacidad. A Dani a veces le entra, se paraliza y entra en pánico, pero como le pasa a más niños aquí. Y Guille... desde el principio se le vio muy tirado para adelante», dice Castiñeira mientras ambos niños siguen escalando por el rocódromo.

Al bajar, Guille deja claro que el miedo no va con él. «Si te digo que no veo...», comenta el pequeño con naturalidad y con una gran sonrisa, al tiempo que recuerda que un día tocó «la parte más alta del rocódromo».

El pasado año le llevaron a un Open en Ourense y dejó boquiabiertos a todos. «Yo iba con miedo porque era un sitio nuevo y pensé que podía bloquearse. A mí, desde luego, me habría pasado», relata la presidenta. Pero nada más lejos de la realidad. «¡Lo hizo mejor que muchos niños que pueden ver! La gente no daba crédito», añade. Castiñeira guarda con especial cariño e ilusión este recuerdo, al igual que Guille, que añade que, gracias a su gran actuación, le dieron un regalo.

El pequeño se lo pasa en grande. Trepa hasta lo más alto y, como si de una liana se tratase, se deja caer hacia la colchoneta dando saltos. «Lo que más me gusta de escalar son los amigos, ¡nos lo pasamos muy bien!», comenta Guille.

Salidas a la naturaleza

A pesar de que las clases en el rocódromo sean bajo techo, no olvidan que una de las esencias del AMI es la naturaleza. «Hay niños que vienen a clase durante toda la semana y que, además, cuando hacemos actividades fuera, como un fin de semana en una cabaña en León o rutas de un día, también vienen», puntualiza Mariquiña Castiñeira.

Además de las actividades que llevan a cabo durante todo el año, en verano realizan diferentes campamentos. Sin embargo, los niños en situación de discapacidad, no. «A ver si conseguimos que pueda venir Guille. Nos empeñamos en que participen, que se sientan integrados siempre», concluye esperanzada.

La federación ofrece fichas federativas para las personas con discapacidad

Por primera vez en la historia de la Federación Galega de Montañismo (FGM) ha ofrecido licencias especiales para las personas con discapacidad. Todo un logro que podrá hacer que estas personas lleguen a competir.

«Con esto tenemos un problema. A nivel autonómico no sabemos qué va a hacer la federación este año, porque no hay opciones de competir», explica Mariquiña Castiñeira. Sin embargo, a nivel estatal todo cambia. Sí que hay posibilidad, «pero todavía no están preparados», comenta.

Bajo el nombre licencia Inclusión Social, está reservada para personas con certificado de discapacidad igual o superior al 33 %, y su precio va desde los 19 hasta los 46 euros.

Según los datos de la federación, las disciplinas aseguradas incluyen, entre muchas otras, el senderismo, el rocódromo, el alpinismo, la marcha nórdica o el canicrós.