El Madrid-Barcelona es el clásico de los clásicos, pero hace bastante tiempo que lo que representa está por encima del partido de fútbol que ofrecen. En esta final, el Barça se ha parecido a aquello que procura su entrenador. Xavi confeccionó un once que replicó la idea del Metropolitano contra el Atlético y que tuvo en su centro del campo el secreto de su éxito. Fue la gran diferencia entre este partido y el que vimos en Liga. Juntó por dentro a estos cuatro elementos que son Busquets, Frenkie de Jong, Gavi y Pedri y eso posibilitó que el Barcelona no convirtiese el partido en algo excesivamente vertiginoso, que podría ser contraproducente. Le ha dado la pausa y el control. Es una lectura inteligente porque considero que el Barça no tiene ahora mismo unos extremos tan decisivos. Xavi ha juntado a los centrocampistas por dentro para permitirle a Balde y Dembélé significarse por fuera.
El primer gol llegó en una presión sorpresiva de la que el Madrid no tuvo respuesta para salir. El segundo, en un error conceptual. Los de Ancelotti casi nunca ajustaron bien la primera línea de presión y el Barça lo supo aprovechar, superándola con cierta comodidad. Uno no se imaginaba una imposición tan clara de un equipo respecto al otro como el que hemos visto, fruto de los desequilibrios que ha ido generando el Barcelona con su juego. Cuenta, además, con una línea defensiva que soporta bien la presión y los espacios.
El Madrid no ha encontrado ese partido en el que se encuentra cómodo, en el que maneja sus opciones de acelerar las cosas, de agitar con Vinicius, Valverde o el propio Benzema. Modric y Kroos han tenido que intervenir muy cerca del inicio de la jugada. Veremos qué impacto mental tiene esta derrota para la pelea por la Liga.