De Lucas Pérez a Iago Aspas

DEPORTES

César Quian

15 ene 2023 . Actualizado a las 19:48 h.

Contaban en la tasca los veteranos, entre el humo, el carajillo y el dominó, aquellos desplazamientos familiares setenteros con los bocatas de tortilla y las empanadas, destripando a tramos la N-550, para cruzar de Riazor a Balaídos, o de Balaídos a Riazor, y echar el domingo con el fútbol. Había hostilidades, que esto no fue nunca una procesión fraternal, pero los derbis eran derbis en el campo y lo de fastidiar al vecino iba custodiado con esa impertinencia tan bien desarrollada que tenemos los gallegos a la que llaman retranca.

Luego todo se enfangó. Apareció una nómina de directivos y de políticos minifundistas, que alimentaron y subvencionaron las vísceras de una comandita de jóvenes a ambos lados de la N-550, para ocultar sus carencias en discursos que excedían el fútbol y esparcían el odio. Compadrearon con los excesos. Con las lunas reventadas por una matrícula, el lanzamiento de adoquines y esa asquerosa forma de violencia que es el miedo a expresarse, aunque sea con algo tan inofensivo como una camiseta.

En esa Galicia dinamitada crecieron Iago Aspas y Lucas Pérez. Tampoco hagamos panegíricos con la rivalidad. Si se cruzan de nuevo, Iago tendrá que volver a señalarse el escudo mirando al tendido de Riazor y Lucas sacará los seis deditos en Balaídos. Un derbi es eso. Pero, en su madurez como profetas y en esa versión conjunta tan poco amortizada que es la selección gallega, ambos han sabido liderar el discurso de la cohabitación, de la normalidad y de la convivencia cordial más allá del juego. Como sociedad solo podemos estarles agradecidos.