Aroa Sío: «Lo que hago no siempre es sano»

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Tras 20 años de sedentarismo, la altleta viguesa retomó el deporte a los 36 y ahora, con 43, es profesional del trail

14 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La de Aroa Sío (Vigo, 1979) es la historia de una deportista particular. Atleta en su juventud, llevó una vida sedentaria durante 20 años para, después, convertirse en profesional del trail y acostumbrarse a subirse al podio. Dice que el contacto con la naturaleza le da la vida, tanto compitiendo como en su día a día. Una vida que sintió que se le iba en el 2021, cuando sufrió una mediastinitis derivada del covid difícil de diagnosticar. Aquello, más que suponer un cambio, hizo que se reafirmara en sus convicciones.

—¿Qué es para usted el trail?

—Salir a la montaña y el contacto con la naturaleza me carga las pilas, me transmite una energía positiva difícil de explicar. Cuando corro, me siento libre y poderosa, lo que me transmite es incomparable con cualquier otra actividad que pueda realizar.

—Dejó el atletismo y volvió tras 20 años parada en los que desarrolló problemas respiratorios por fumar un paquete de tabaco diario. ¿Por qué trail?

—Fue casualidad, por unos amigos que lo practicaban. Quedamos de madrugada para correr hasta el alto de Chandebrito y cuando llegamos, pensé: «Esto es lo mío». Me envolvió sentir mi respiración, las ramas al pisarlas... Ahí me enganché. Me encanta descubrir senderos, investigar por los montes corriendo.

—¿Y la vertiente competitiva?

—Después de la primera carrera a la que fui, aunque la gané, estuve una semana con unas agujetas enormes. Me pareció una locura y me tuvieron que insistir para volver (risas). Pero soy muy competitiva y si me centro en algo, voy a por todas. Me apasiona competir, pero si no hiciera podios, estoy segura de que disfrutaría igual. Ahora puedo decir que soy profesional, vivo de esto.

—¿Lo ha asimilado?

—Es un sueño que no me hubiera creído hace siete años. Lo he asimilado, pero me sigue sonando raro. Al principio tenía espónsores, pero no llegaba para sufragar los gastos y seguía con mi trabajo de profesora de clases particulares. En enero firmé un contrato con un equipo internacional por tres años y ahora me puedo dedicar en exclusiva al competir a nivel mundial. Poder decir esto es la hostia para mí.

—¿Supone una responsabilidad añadida a la hora de conseguir resultados?

—No. Me han contratado por lo que he hecho hasta ahora y si hay una presión añadida, me la pongo yo.

—¿Cómo se siente en la victoria?

—Es una explosión de sensaciones, de poderío, de libertad. Hay que vivirlo, es indescriptible. No solo ganar, sino cruzar la meta, acabar aunque hayas tenido problemas y no sea en la posición que querías.

—¿Ha sentido el fracaso como deportista?

—Sí, pero nunca si lo he dado todo. Lo he sentido cuando ha habido factores externos que me han afectado, como problemas de estómago, una lesión o caídas. Ahí no te quedas con buen sabor aunque subas al podio. Puedo estar más satisfecha con un quinto puesto si lo he dado todo.

—¿Ve la vida de otro modo tras creer que no sobrevivía al covid?

—Tenía claras mis prioridades y, cuando creí que me moría, no quería, pero me iba tranquila, sin la sensación de no haber hecho esto o lo otro. Les había dicho a los míos que les quería, tenía la vida que deseaba. Me di cuenta de que quería seguir igual. Aquello fue muy rápido, en dos días casi me lleva.

—¿Qué le diría a la gente que no hace deporte, como usted durante tantos años?

—Al hacerlo, el cuerpo genera endorfinas, la hormona de la felicidad, lo notas tú, y quien te rodea. Se contagia. El deporte es el antidepresivo más efectivo. Al salir del hospital, no podía hacer deporte, me refugiaba en las plantas e iba a la playa. Necesito contacto con la naturaleza.

—¿Le preocupa la edad?

—Digo que tengo 43 años y corro menos que cuando tenga 44. Es de broma, pero con un punto serio, porque no he llegado mi pico de forma e igual es a los 44 o 45. Sé que habrá un momento en que deje de ganar, estoy mentalizada y no va a hacer que deje de disfrutar.

—Hace pruebas muy extremas. ¿Hay un punto masoquista?

—Hay que ser realistas: lo que yo hago no siempre es sano. Me hago controles cada tres meses y me supervisa un nutricionista, pero los extremos no son buenos y sí hay que tener ese punto de masoquismo. Es bueno hacer deporte, pero igual no lo es pasar 20 horas corriendo.

—¿Alguna vez ha pensado que se estaba pasando?

—No, aunque he puesto mi cuerpo al límite. Nos pasa a los que practicamos deporte de alta intensidad. Piensas: «¿Me llegará lo que estoy haciendo o tendré que hacer más?». Tienes que preparar pruebas de muchas horas y corres el peligro de sobreentrenarte. Por eso es importante tener un entrenador que te mantenga con los pies en la tierra.

EN CORTO

Vegetariana y gran cocinera, a Sío le encanta el merengue y siempre prefiere practicar deporte a verlo.

—¿Quién es su referente en su deporte?

—Estela Estévez.

—¿Y en otra disciplina?

—Tommy Rivers, que hace asfalto y sigue entrenando tras haber estado muy enfermo.

—¿Le gusta el deporte como espectadora?

—Sí, pero al verlo, me dan más ganas de practicarlo.

—¿Hay algún deporte que aborrezca?

—No tanto como eso, pero su afición, con los insultos, ha hecho que no me guste el fútbol.

—¿Un lugar para vivir?

—Aparte de Vigo, Madeira.

—¿Cuál es su lugar preferido de los que ha visitado?

—Nueva Zelanda.

—¿Y alguno que le gustaría visitar y donde no ha estado?

—El Tíbet.

—¿Qué idiomas habla?

—Español y gallego. Entiendo y parloteo portugués y estoy trabajando con el inglés.

—¿Su comida preferida?

—Me encanta comer y soy vegetariana. Me quedo con los huevos fritos con patatas.

—¿Cocina?

—Sí, me encanta.

—¿Cuál es su especialidad?

—Las galletas y los bizcochos sin azúcar.

—¿Qué coche tiene?

—Un Audi Q3.

—¿Un libro?

La conjura de los necios.

—¿Una película?

—Muchas, pero El Mago de Oz significó mucho.

—¿Qué estilo de música es su preferido?

—Me encantan todos, pero si escucho merengue con mi hija, nos levantamos a bailar.