Juan Carlos Ferrero, entrenador de Carlos Alcaraz: «Me preocupa que gestione el éxito, se le acercan muchas personas y no todas buenas»

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Ferrero, a la derecha, junto a Alcaraz en un entrenamiento reciente
Ferrero, a la derecha, junto a Alcaraz en un entrenamiento reciente Biel Aliño | EFE

El técnico que moldea desde los 13 años al fenómeno del Palmar insiste en su margen de mejora

19 oct 2022 . Actualizado a las 10:02 h.

Juan Carlos Ferrero (Onteniente, 1980) sabe lo que es verse en la cima mundial del tenis. Lo logró durante ocho semanas en el 2003, la temporada en la que ganó Roland Garros. Tras su retirada emprendió carrera como técnico en la academia que él mismo abrió en Villena y en la que reside. A ella llegó Alcaraz cuando no había cumplido los 14. El flechazo no tardó en consumarse. De la mano de Ferrero, Carlitos ha llegado al techo del tenis.

—Si le cuentan esto hace un par de años, ¿qué cara habría puesto?

—Podía pensar que iba a estar arriba, sí, porque sabía de su nivel. Pero tan arriba... Las expectativas que tenía no eran tan bestias, eran algo más realistas. Obviamente ha ido más rápido de lo que pensaba. Llegar a ser número uno con 19 años es algo muy difícil de aceptar y de adivinar, incluso para mí, que ya intuía que todo iba a venir muy rápido.

—¿Cómo era Carlitos cuando se lo encontró por primera vez?

—Muy delgadito y tenía mucho carácter en la pista. Lo vi jugar con 14 años y ya me gustó. Tenía mucha personalidad, era muy echado para adelante. En la pista era muy dinámico y tenía las ideas muy claras. Le gustaba dar buenos golpes, dominar todo el tiempo, irse muchas veces arriba... Era capaz de hacer un globo, una dejada y un winner, todo en el mismo punto. Son cosas que no se ven muy a menudo. Luego también tenía liadas propias de la edad.

—Ha madurado mucho en pista.

—La faceta mental es una de las que más ha mejorado. Al principio era muy nervioso, reaccionaba de inmediato cuando le pasaba algo malo. Poco a poco lo ha ido cambiando. Trabaja con una psicóloga —Isabel Balaguer—, que le ha ayudado mucho estos dos últimos años, sobre todo en las rutinas de qué hacer cuando las cosas no van bien, a mantener la calma. Con 19 años ningún jugador está completo. La gente se sorprende cuando digo que está al 60%, pues diré que puede mejorar muchísimas cosas. En hierba, en tierra, con el saque, el resto, el revés, la dejada... tiene que seguir creciendo como profesional. El año que viene será mucho más exigente. Mantenerse cuesta más que llegar. Todo el mundo va a salir muy motivado contra él.

—¿En qué momento de la temporada le ha sorprendido más?

— En la semana de Madrid, por la forma en la que la afrontó. Eran muchas primeras veces juntas. La primera vez de poder competir de tú a tú contra Rafa [Nadal], jugar contra Djokovic, estar en una final de un Masters 1.000... Me gustó muchísimo cómo gestionó todas las dificultades.

—Las que vivieron en Miami, con el fallecimiento de su padre, tampoco fueron pocas.

—Fue una semana malísima en lo personal, pero muy buena en lo profesional. Sinceramente, no me gusta mucho recordarla. Él se quedó sin entrenador y supo enfrentar esos días sin la persona que tiene a su lado cada día. Ganó su primer título en pista rápida y creció mucho como jugador.

—Llegó luego su primer triunfo en un «grand slam». ¿Cuál es para usted el partido de su carrera?

—Si tuviera que quedarme solo con uno, me quedaría con el de Sinner en los cuartos de final de Estados Unidos. Sinner ha crecido mucho en el último año. Antes era un jugador solo de fondo, de pegar fuerte, sobre todo cruzado. Ahora tiene muchos cambios de dirección, incluso dejadas, sube a la red, hace muchos puntos de saque. Es muy completo. Va a ser la gran rivalidad con Carlos en los próximos años, estoy convencido.

—Tienen dos semanas de parón y un final de temporada intenso.

—Nos van a venir muy bien para rellenar el tanque de gasolina. Basilea le motiva mucho porque sabe que va a estar Federer allí. París-Bercy, por la sensación con la que se quedó el año pasado. Jugar una Copa de Maestros, aunque llegue justo de fuerzas, es muy ilusionante y la Copa Davis es un objetivo real.

—¿Cómo se digiere el éxito?

—Yo siempre he sido un poco más para adentro y Carlos es muy abierto. Ahora, con todo el mundo dándole palmaditas en la espalda, ha cerrado más el círculo. Es algo que me preocupa, en su justa medida, desde hace mucho tiempo. Se ha convertido en alguien de expectación masiva, se le acercan muchas personas y no todas son buenas. Hemos visto tanta gente que ha tenido éxito y luego se ha perdido por el camino que siempre te queda esa inquietud de que sepa gestionarlo.

—Es un tiempo diferente al que usted vivió como número uno.

—Sí, y ahora con las redes sociales parece que sea la obligación de cada deportista mostrar su vida diaria para ganar seguidores. Están cómodos con esto y los patrocinadores se frotan las manos. Ellos lo ven de una manera y nosotros de otra. Antes vivíamos más tranquilos. Yo ahora lo gestiono mejor, tanto la fama como el éxito. Me tuve que adaptar. Había estado mucho tiempo en la sombra y me vi otra vez en el punto de mira. Mi percepción es que la gente me respeta incluso más.

—¿Qué errores cometió que le gustaría que Alcaraz evitara?

—Reaparecer antes de tiempo después de una lesión, porque los jugadores siempre tenemos prisa. La forma de entrenar, cuánto y cómo, antes de los torneos, o a final de año, cuando ya vas más cansado. Hay cosas que has vivido y las tienes muy presentes. En otras te tienes que adaptar a él, porque no es exactamente igual que tú.

—Ahora pueden comunicarse también durante los partidos.

—Es una liberación no tener que estar todo el rato pendiente de si el árbitro te mira, sobre todo en momentos delicados. De no soltar más de dos palabras seguidas, porque parecía que hacías trampas y siempre ha sido algo muy perseguido. La prueba me está gustando mucho y es interesante para el público que se vea esa comunicación. Hubiese sido diferente para mí poder hacerlo en su día con Antonio [Martínez Cascales], aunque no hablábamos mucho.

—¿Qué piensa cuando comparan a Carlos con Rafa, Roger y Nole?

—Ellos han conseguido cosas prácticamente imposibles, que están al alcance de nadie, o de casi nadie. Yo tengo mucha memoria. Carlos está empezando.

«A Zverev fui incapaz de aportarle, era difícil cambiarlo»

Con Alcaraz, Ferrero dio un giro copernicano a su trayectoria como preparador, tras la experiencia que había vivido con Zverev, del que se hizo cargo cuando estaba entre los mejores del mundo.

—Tenía ofertas para dirigir a varios grandes y se quedó con un adolescente. ¿Por qué?

—Busqué otro tipo de objetivos para mí como entrenador. Me apetecía formar a alguien desde abajo. Descarté a otros jugadores profesionales porque no quería verme incapaz de aportarles cosas, que fue lo que me pasó con Zverev. Era un jugador ya formado, el número cinco del mundo, y por mucho que yo le pudiera decir, era muy difícil cambiarlo. Busqué un perfil más cercano a mi forma de ver el tenis. Zverev es alemán, de familia rusa, y veía el profesionalismo de manera diferente a la que yo lo veía. Eso yo no lo podía evitar. Si me metía con alguien quería que fuera español, de mi misma cultura. Apareció Carlos y aposté por él. Monté la estructura que creí que un chaval de su edad necesitaba y su entorno me dejó trabajar muy bien.

—Pasó de verse en las grandes pruebas del circuito a tener que hacer muchos kilómetros en coche para ir a torneos modestos.

—Ha sido una aventura muy chula, volver a ver el tenis desde los comienzos, como lo había vivido yo. Soy muy poco materialista. No teníamos lujos, ni en hoteles, ni en transporte, ni en las pistas y bolas para los entrenamientos. Yo valoraba la opción de ayudar a crecer a alguien con muchas posibilidades. Jugamos torneos cadetes, muchos júniors. Pasamos por las pruebas más pequeñas. La gente ahora ve las tres horas que está en la pista, pero detrás hay muchas cosas. Llevarlo a un sitio para hacerse unas plantillas, a otro para una prueba médica, hacer los test.. No hay ni sábados ni domingos.

—Su familia también padecerá con tantos viajes.

—Mi hijo pequeño con dos años aún no se entera mucho, pero los mayores, que tienen cinco y ocho, sí lo notan. Este año, menos tres semanas, lo voy a hacer todo y cuesta un poco. Las giras se hacen largas. La última fue de siete semanas y, la verdad, se me hizo dura.