El central brasileño se redime en el Coliseum con un gol tempranero que otorga los tres puntos antes del clásico a un equipo que jugó con el freno de mano echado
08 oct 2022 . Actualizado a las 23:08 h.El Real Madrid pasó página tras el traspié de la semana anterior frente a Osasuna certificando un triunfo por la mínima en el Coliseum Alfonso Pérez que le permitirá llegar al clásico de punta en blanco. Un gol tempranero de Militao, fruto de una acción a balón parado en la que el equipo de Carlo Ancelotti sacó brillo a la pizarra del técnico italiano, selló la pírrica victoria de un pelotón que jugó con el freno de mano echado. Aplicado y energético en las primeras pedaladas, el conjunto de Chamartín se dejó ir con la ventaja y ofreció esperanzas a un Getafe al que le faltó colmillo para morder al vigente campeón.
Los de Quique Flores, dejados de rueda en los kilómetros iniciales, supieron hacer la goma y comprometieron hasta el final el botín del vigente campeón, de nuevo a medio gas pero líder provisional otra vez, a la espera de lo que haga el Barça ante el Celta. El Real Madrid no quería sustos antes de recibir el próximo domingo al Barça y pareció llegar con la lección estudiada. En su primera incursión ofensiva, Militao le ganó la partida a Duarte a la salida de un córner botado por Modric y cabeceó a la red. El central brasileño, protagonista desafortunado en la derrota de su equipo el pasado curso en el Coliseum, se redimía así de aquel borrón con una diana que puso el duelo de cara para los blancos apenas levantado el telón.
El vigoréxico once seleccionado por Ancelotti, con Alaba como lateral izquierdo, Tchouaméni y Camavinga en la sala de máquinas junto a Modric y un lozano tridente atacante embestía con dinamismo a un Getafe cuyo pelotón defensivo se vio sobrepasado en el primer tramo. El Getafe se guarecía con un bloque bajo, pero el golpe prematuro le obligó a proponer, pese a ser el equipo que menos balón amasa en Primera. En ese escenario, Angileri dispuso de una gran ocasión para devolver las tablas con un centro-chut que se marchó rozando el palo después de que Mayoral estuviese a punto de cazarlo en boca de gol.
La acción vino precedida de una pérdida de Tchouaméni que expuso el riesgo que entrañaba para el bloque de Ancelotti minusvalorar a su oponente. Porque tras su energética obertura, los blancos administraron esfuerzos y el Getafe vio algo de luz al final del túnel. Cierto es que los que Quique Flores apenas amenazaron antes del descanso, pero tampoco tuvieron demasiados sobresaltos más al margen de un cabezazo de Rodrygo bien atajado por David Soria y un penalti de Damián Suárez sobre Vinicius que el VAR invalidó porque el esférico había salido previamente por la línea de banda.
En el filo de la navaja
El paso por la caseta no alteró la disposición de tropas para un segundo tiempo que comenzó al galope. Ni Rodrygo, ni Tchouaméni ni Modric lograron hacer diana en un tiroteo masivo sobre la portería de David Soria. Replicó el Getafe con un latigazo de Aleñá, abortado por Lunin, y otro de Duarte que se marchó ligeramente desviado. El ajustado marcador daba esperanzas al Coliseum, que celebró por todo lo alto un gol anulado a Rodrygo por fuera de juego. Tenía motivos para creer la parroquia azulona, porque el Real Madrid incidía a una inquietante tendencia a vivir en el filo de la navaja.
La convicción en su superioridad degeneró en cierta bajada de tensión por parte del cuadro de Ancelotti, corregida en varias ocasiones por un expeditivo Militao. Subió la apuesta Quique Flores con la entrada de Munir y Portu en busca de un plus ofensivo que le permitiera nivelar el duelo mientras Ancelotti, de nuevo inquieto por la falta de contundencia de sus pupilos, dilataba los cambios hasta que, ya en el tramo final, relevó a un renqueante Militao por Nacho y a un Camavinga liviano de nuevo en el juego para asentar a Asensio como volante y tratar de aprovechar la llegada del balear desde segunda línea.
Quemó sus últimas naves el técnico del Getafe alistando al espigado Latasa, cedido por el Real Madrid, por si afloraba la maldición del ex. Envidó Ancelotti con Mariano como último naipe, en detrimento de un Hazard de nuevo condenado a la irrelevancia y afrontar el último arreón de un Getafe con fuelle pero sin pólvora.