Alcaraz gana el US Open y ya es número uno mundial con 19 años

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El español emerge en una final del US Open en la que llegó a desesperarse ante Ruud y ofrece una reacción antológica para ganar su primer grande y convertirse en el número uno del ránking más joven de la historia

12 sep 2022 . Actualizado a las 15:43 h.

Luce acné juvenil el mejor tenista del mundo, que gana el partido que le va a cambiar la vida después de pasear por un alambre durante más de tres horas. El chaval de la sonrisa y los puntos imposibles se vio durante un buen rato engullido por un agujero negro de negatividad. Pero de ahí emergió como el mejor tenista del mundo, el mejor tenista del momento. Eso es hoy Carlos Alcaraz (El Palmar, Murcia, 2003). Porque en la noche de Nueva York celebró este domingo su primer grand slam y, sobre todo, se convirtió a los 19 años en el número uno más joven de todos los tiempos. La proeza ya tiene suficiente valor en sí misma, pero encierra, además, un mensaje: el posible relevo simbólico en la cima del tenis. Nadie puede retirar a Rafa Nadal (36 años), Novak Djokovic (35) y Roger Federer (41), los tres tiranos que dominaron el tenis en el último cuarto de siglo. Solo ellos, cuando se echen a un lado, darán el relevo de forma definitiva. Aunque la transición ya está en marcha, después de que Alcaraz derrotarse al noruego Casper Ruud por 6-4, 2-6, 7-6(1) y 6-3 en la final del US Open.

Alcaraz, que había ganado sus dos duelos anteriores ante Ruud, se enfrentaba a un rival que también peleaba, a sus 23 años, por su primer grande y por el número uno mundial. No solo eso, sino que podía situar a Noruega, un país sin grandes hazañas, en el mapa del tenis.

El español, más que nunca, juega como un niño, Carlitos, y compite como un adulto, Alcaraz. Porque en su partido más importante hasta la fecha no renuncia a su tenis de ataque, a sus golpes de fantasía, a descoser el guion preestablecido con subidas a la red con su servicio, a su capacidad de sorpresa sobre la pista, a esa naturalidad que le conecta con el púbico. Pero, al mismo tiempo, gestiona la presión como el adulto que no es, como un tenista veterano curtido en mil batallas. Todo sucede sobre la pista de tenis más grande del planeta, el estadio Arthur Ashe, con casi 24.000 asientos, y bajo un griterío ensordecedor por los puntos inverosímiles que propicia el tenis imaginativo, de dejadas, de voleas sutiles, de Alcaraz.

El momento de las turbulencias

El español logra el primer break con 1-1, y ya no cede el mando hasta cerrar el set inicial por 6-4. Pero mientras el festival de Alcaraz avanza, Ruud, pura fiabilidad, persevera, corre, devuelve todo y espera su momento sin mover apenas una ceja.

Hasta que al juego de Alcaraz, de imprimirle tantas revoluciones, se le acaba soltando la cadena. Esa oportunidad la aprovecha Ruud con 2-2 en la segunda manga, y precipita un bajón de su rival. Ahora el español tuerce el gesto, golpea su raqueta contra su bolsa, abusa de las dejadas en situaciones que se convierten en regalos para el contrario. Cede 6-2. Y la final vuelve a empezar.

Algo se ha roto en la confianza de Alcaraz. Abre el tercer set rompiendo el servicio de su rival, pero ni con 2-0 a su favor disfruta, sonríe ni disfruta de sus mejores puntos, ni le da tampoco una mínima pausa al juego, ahora deslavazado. Compite tan acelerado que vuelve a resucitar a Ruud. Aunque llega un momento en el que desde su banquillo, liderato por un exnúmero uno mundial como Juan Carlos Ferrero, o desde su interior algo le aconseja pausa. Y funciona. Tanto que, con 6-5 en contra y bajo presión, levanta con una actitud intachable dos bolas de set y se lanza a por el desempate, que liquida por 7-1.

Recupera el nervio, la valentía y la imaginación, pero dentro de un orden. Así que el cuarto set lo disfruta camino de una proeza: ganar en Nueva York, celebrar su primer grande y convertirse en el número uno del mundo. En el mejor. Con solo 19 años. A ver quién baja de la cima ahora a Carlitos.