Múnich, la revancha de Adrián Ben

x.r.c. VIGO

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Kai FORSTERLING | EFE

Atletismo Tras ser finalista en Doha y Tokio, el de Viveiro piensa en el Europeo al caer en las series del 800 en Oregon

21 jul 2022 . Actualizado a las 21:29 h.

Una prueban tan impredecible como el 800 tiene esas cosas. Un atleta de postín se puede quedar en las series o avanzar hasta la final. Adrián Ben lo sabía. En las dos ocasiones anteriores (Doha y Tokio), había salido cara y el viveirense había hecho historia para el atletismo español. Sin embargo, en Eugene, en la madrugada del miércoles al jueves en Galicia, salió cruz. Adrián fue cuarto en la cuarta serie y no entró por tiempos en la repesca. Superado el trago, seguro que Ben ya está pensando en tomarse la revancha en el Europeo de Múnich en menos de un mes.

La eliminación en Oregon ni muchos menos tiene la etiqueta de drama. El de Viveiro, al que le costó aclimatarse a la diferencia horaria, era el primero que lo sabía. Pero en los días duros en la oficina, conviene no perder la perspectiva y recordar cómo el gallego se ha forjado como atleta. Lo hizo entrenando en una calle de Viveiro, recorriendo Galicia para correr en cros, la cuna de tantos mediofondistas, y en un puñado de diferentes distancias del fondo formando parte de una generación, con Miguel González Carballada y Tariku Novales, que le hizo ser mejor.

Se marchó a la Blume, se hizo mayor dentro de su juventud y, después de brillar en el milqui, se convirtió en el precursor del 800 español, hoy en los altares, en las grandes competiciones. Ben fue el primer español en dos décadas en llegar a una final mundialista de la prueba de la doble vuelta a la pista. Lo hizo en Doha, con solo 21 años, recogiendo el testigo de Tomás de Teresa, que se había colado en la final de Tokio en 1991. Llegado el gran día, no se conformó con compartir línea de salida con una pléyade de mitos, sino que se metió en la pelea y acabó sexto. Un año después, no solo repitió la gesta, sino que la mejoró. En la cita olímpica nipona, volvió a escalar hasta la final y subió un peldaño más para acabar quinto. Lo que durante décadas para el atletismo español era algo extraordinario, Adrián lo convirtió en ordinario. Siempre con la misma táctica: esperar primero y golpear después.

En Eugene, las circunstancias no le dejaron repetir ese guion. Tuvo que de dejarse ver en la primera vuelta, incluso comandando el grupo, y jamás se despegó de la cabeza. Incluso antes de la última curva pegó un ataque para marcar el paso del pelotón, pero la recta final se le hizo demasiado larga. El gallego finalizó su actuación con un tiempo de 1:46.71, siendo el cuarto de su serie. Cuando abandonó el tartán, estaba dentro por tiempos, pero la rapidísima quinta serie ya confirmó que el Mundial de Eugene se había acabado para él.

Un contratiempo menor para quien ha sorteado todo tipo de obstáculos con profesionalidad y con un gen competitivo único. Por eso, un día después, la cabeza a Adrián ya está centrada en el Europeo de Múnich, en donde le espera la revancha.